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        Abril Medina   
          ___________     
        VIII 
        y así tus 
        ojos-hojas color octubre me miraron el otoño empedrecido
         supe que entre las 
        ramas de la boca se  escondía una palabra que una confesión jugaba ardillamente por el tallo de tu lengua   supe que algo parecido a la tristeza trepaba tu columna encaramado con las uñas algo que no era tristeza precisa -pero cómo se le parecía- te obligaba a no dejar el movimiento para sentarte dos minutos en la mesa   supe que sus dientes gatunos inyectaban silencios musicales donde era preciso bailar de la cocina al patio o de la silla a mis piernas   y así tus  ojos-hojas color memoria se deshicieron pisados por la palma de una mano cuando ésta se apartó quise ver quise contar las lágrimas que se habían quedado pegadas pero no me atreví   entonces mis dos martillos mis piedras de ver se te clavaron en la cara notando pesadísimos tu forma de llorar felinamente   no habría caza, supe que los gatos usan ojos para no tener que hablar. y me alejé.   ___________ XIV   Por qué no habremos caminado entre las piedras cuando teníamos rodillas y piernas gruesas, por qué no habremos saltado ese charco sucio con los zapatos blancos  en medio de la acera aquel jueves de marzo, por qué no subimos al último tren que abordó las vías a una cuadra  del colegio y que llevaba castillos y vigas de hierro a otro sitio, y dime, por qué no habremos alimentado al pobre ciego del parque con  una moneda cuando acabó la risa nos besamos en su cara de gato viejo, por qué no habremos corrido a seguir el conejo aquella vez en el bosque, tú no sabes si hubiese brincado a una casa vacía y si esa casa  hubiese sido para nosotros el domicilio de las maravillas por  aquellos años y si ahora estuviéramos cubiertos en goteras verdes y franelas húmedas  brindando por las piedras, por el tren y el charco y los zapatos  blancos con el podre ciego, tú no sabes si aún hubiese pervivido alguna copa, algún vino para recordar: por qué no habremos dormido en la calle aquella noche de marzo en que no queríamos volver a nuestras casas porque hacía un viento  hermosísimo ahí afuera en el mundo, tú no sabes si ahora me preguntaría, por qué no lo supe tampoco en ese entonces.   _____________ XXI     Le doy un beso trenzado a tu divina torcidez a tus manos rotas que se me pegan constantemente sobre los hombros una foto negra en alabanza a tus lunares le canto desde las uñas a tu beso que escurre lagrimamente del pecho al alma del alma al suelo que se me olvida cuando me vuelas pájaro por encima  de la tristeza. Te compro mitologías de tamaño libelular metáforas negras de mariposa revoloteando en la puerta sin luz de tu casa Hay en el tiempo oscuridades dulces como huecos y yo te camino el reloj nocturno buscando la abeja reina de tu vacío-panal con minutos obreros que trabajan amielados pero asidos de aguijones bravos en la punta del minutero. Te beso una fantasía lasciva interminable entre lo nuestro y la nada apologías de corta y pega para tu verbal silencio para que se colme de rendirte injustos cultos para que se laven los excesos de ti en mis páginas en la suerte de agresión dragónica que sufrimos al tocarnos que empeora del hocico al último fuego si nos destocamos. Te beso en el nombre de nadie porque a nadie has perdonado conservar un nombre demoniamente beso la enorme espiral de tus ojos torciéndome en ella enroscándome en tu lengua trabada de tanta osculidad.                 
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