AMANECER
EN TULANCINGO
Por
Gloria Valencia Vargas
Qué apacibles despertares en la
ciudad de Tulancingo en los años 50, para quienes vivíamos en el centro, todavía
persisten esos bellos sonidos que hacían que la ciudad se pusiera en pie:
La luz del sol salía a las 6
a.m. no había cambio de horarios, nada de horario de verano; ni de invierno, el
horario era el natural, el tradicional, el de “Diosito” con el que nos
levantábamos.
Los gallos cantaban a esa hora,
esto es a las 6 a.m., entonces dentro de la ciudad de Tulancingo había varias
casas con un gallinero, un gallo y algunas gallinas, a las 6 a.m. se escuchaba
el canto de los pájaros, había más árboles sobre todo en la Floresta.
6 campanadas indicaban que era
hora de levantarse y había de estar atentos al lenguaje de las campanas de
Catedral: un toque cada cuarto de hora y uno y medio para anunciar la media
hora, gratos e importantes era los mensajes enviados por las campanas, en el
siguiente párrafo conoceremos algunos datos de los donantes de las campanas y de
otro objeto significativo: EL Reloj de Catedral.
“La primera campana fué fundida
por don Leonardo Escorcia y costeada por don Antonio Castro. Se colocó en su
lugar el 6 de enero de 1879. Otra campana fue regalada por don Antonio Lechuga y
otra por los herederos de doña Manuela Murguiondo viuda de Soto. Esta era la
campana de la hacienda de Alcholoya…
El Reloj de Catedral. – En el
testamento de don Vicente Méndez de Castro hay la cláusula siguiente: ítem es mi
voluntad que mis albaceas separen de dichos mis bienes la cantidad de $ 1,000.
00 para que con ellos se compre un reloj que de las horas con campana a
beneficio de todo el pueblo, y si dicha cantidad para que se consiga lo haya
para beneficio del público no es suficiente, y el vecindario quisiera colectar
lo que restare…”
A las 7 se escuchaba el silbido
de las fábricas de San Luis, la Aurora y el Progreso que anunciaba la entrada de
los obreros, y el desayuno de los escolares que se preparaban para asistir a la
escuela a las 8 a. m. No podían faltar el ruido de los pasos apresurados y el
murmullo de los alumnos que se dirigían a los diferentes centros escolares:
Manuel de la Colina, Pedro de Gante, el Plancarte, la Lezama, la Urrutia,
Federico Froebel, etc. En ese entonces no había tanto tráfico vehicular, se
llegaba a su centro de trabajo, comercio o colegio, a pie. Los sonidos matutinos
se sucedían durante toda la mañana. Como mencionamos anteriormente el grito de
los pregones era cotidiano e infaltable.
La campana del coche de la
basura que agitaba y apresuraba a las amas de casa y sus empleadas a recoger
toda la basura del día a fin de depositarla para que “no se fuera a pasar el
camión”.
Otro Sonido que nos parece
inolvidable era el silbido y el grito de ¡el cartero! casi siempre nos llenaba
júbilo y en espera de buenas noticias, en la Navidad y en el 10 de Mayo era
común recibir tas tarjetas de felicitaciones y buenos deseos de parte de los
novios, amigos y seres queridos.
El silbido y el paso del tren
por toda las vías de lo que hoy ocupan los bulevares del Bicentenario y la
Morena, se escuchaba a lo lejos del centro, es uno de los sonidos que nos llena
de melancolía, el eco del ferrocarril vive en el recuerdo. Como todo cambia
también los sonidos del amanecer en Tulancingo han cambiado.
Sus comentarios serán bien
recibidos y tomados en cuenta si los envía a:
lolvalart@hotmail.com.