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29.Sept.18.

     
 

 

 

   
 

 

EL BANDIDAJE EN TULANCINGO

Por Gloria Valencia Vargas

 

 

A mediados del siglo XIX el país se vio azotado por la calamidad de los bandidos y salteadores de caminos, en este grupo se incluyeron a guerrilleros, patriotas, luchadores de causas justas. Sin embargo, a falta de protección y justicia de las autoridades, la población en los pueblos y estados de la república se vio forzada a tomar las armas para su defensa.

Diferentes autores han ilustrado con claridad los sucesos de miedo e inseguridad en los que vivían los habitantes en el campo, las ciudades localidades apartadas.

Ignacio Manuel Altamirano lo describe en su famosa novela de EL Zarco: “Juárez, pues, se hallaba en los días de mayor conflicto. Y hemos dicho que, merced a estas circunstancias, los bandidos se habían enseñoreado de la tierra caliente.

Martín Sánchez pensó encontrar en el presidente a un hombre ceñudo y tal vez predispuesto contra él, y se encontró con un hombre frio, impasible, pero atento. El jefe campesino lo abordó con resolución y le presentó las cartas que traía. El presidente las leyó, y fijando una mirada profunda y escrutadora en Martín Sánchez, le dijo:

-Me escriben aquí algunos amigos, que usted es un hombre de bien y el más a propósito para perseguir a esos malvados que infestan el sur del Estado de México, y a quienes el gobierno por sus atenciones no ha podido destruir…

Entonces, animado Martín Sánchez por esas frases del presidente lacónicas como todas las suyas, pero firmes y resueltas le dijo: -Lo primero que yo necesito, señor es que me dé el gobierno facultades para colgar a todos los bandidos que yo coja, y prometo a usted bajo mi palabra de honor, que no mataré sino a los que lo merecen. Conozco a todos los malhechores, sé quiénes son y los he sentenciado ya, pero después de haber deliberado mucho con mi conciencia…”

El Estado de Hidalgo no escapó a este escenario de miedo, que ya resultaba insoportable para los habitantes de todos los rincones. En Tulancingo la gente luchaba para defender sus bienes y a sus familias, José L. Cossío y Soto lo describe así:

“La situación había sido intolerable: la población de Tulancingo estuvo amenazada de ser asaltada por los bandidos que merodeaban tranquilamente por donde querían, había plagios y asaltos en todos los caminos y fincas de campo y no pocos pueblos.

Tulancingo tenía trincheras y fosos en las calles para facilitar la defensa con los pocos elementos de que disponían los vecinos organizados en guardia nacional; se prohibió tocar las campanas para que éstas sólo se oyeran cuando se llamara a los vecinos para la defensa de la población.

Una tarde los hermanos Lorenzo y Juan Vinay, fundadores de la casa de comercio El Bazar Universal, pidieron apoyo a las autoridades que les proporcionaran una escolta para que acompañaran en el lugar peligroso a unos carros cargados de mercancía que al día siguiente saldrían de Singuilucan.

Se llamó a los elementos se la guardia nacional y ya de noche salieron al mando de don Francisco Lezama: la noche era muy oscura y haciendo el menos ruido posible subían por el monte de San Francisco Huatengo cuando se cayó un soldado y se le disparó el fusil. Inmediatamente se oyó en la espesura cercana un gran tropel de caballos y mucha gritería; sorprendidos los de la escolta se retiraron hasta parapetarse detrás de la cerca que limita el camino por el Norte, retirándose después a la hacienda de San Nicolás el Grande de donde pidieron auxilio a Tulancingo ignorando que habían derrotado al enemigo…”

Este panorama se repite en este siglo XXI, pero se muestra en una forma más terrible y compleja sin que hasta hoy se encuentre una solución.

Hasta la próxima. Sus comentarios serán bien recibidos y tomados en cuenta si los envía a: lolvalart@hotmail.com.

 

 

 

 

       
       

 

 

 

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