Ante los templos birmanos

Alejandro Palacios

Una de mis mejores memorias viajeras se sitúa 8 años atrás en Myanmar (Burma). De difícil acceso y bastante restringido al turismo y al avance del mundo en general, supone un gran reto adentrarse en ese país no sólo por las peripecias para obtener el visado, complicaciones logísticas, barreras idiomáticas, la obtención de sólo billetes de 100 Dls, los cuales deben mantenerse en condiciones prístinas ya que de otra forma no son aceptados (es la única divisa extranjera que cambian)... sino por la dictadura militarizada que siempre ha prevalecido -hoy pienso en ello por el golpe de estado que están viviendo-, no existe el libre tránsito por todo el país y como viajero hay que ser muy cauteloso al adentrarse en las zonas rurales pues hay muchas restricciones y te puedes meter en problemas ya sea con las autoridades o peor aún, toparte con un grupo de paramilitares cuando vas bien tranqui en el trekking por sus montañas, pues las guerrillas son una constante. Por otro lado, experimenté la belleza en todo su esplendor, su paz... la gente conserva un espíritu muy bondadoso y generoso, basado en la sencillez y en el ejercicio de su cosmovisión espiritual Budista que permea todo a su alrededor, definitivamente un eje fundacional que tiene un fuerte peso en su organización social, educativa y política. De gran corazón los "burmeses", templos impresionantes que sacan las lágrimas de lo majestuosos que son, paisajes que roban el aliento, y un ritmo de vida... sin prisa, tranquilo, lejos de toda la vertiginosidad del mundo tecnologizado, es como viajar también en el tiempo, desacelerando. Toda una experiencia que duró 30 días (tiempo máximo que permite el visado). P.D. estos vatos tienen cantidades impresionantes de agave azul creciendo a lo silvestre en sus montañas (se encuentra a la misma latitud de Jalisco)... y ¡no hacen tequila!