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Wences Angulo,
epónimo baluarte regional, para recibir gallardamente las fiestas
inevitables de septiembre, octubre, noviembre y el festivo cierre
decembrino, accedió a someterse a una profunda auditoría física -que
la espiritual no la requiere- realizada por médicos destacados de
Tulancingo y los prestigiados centros hospitalarios especializados
de la capital federal.
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En campaña, ansiosos,
varios candidatos a los negocios municipales en la paupérrima
serranía poblana, ofrecen el oro y el moro, dedican horas y horas
para recibir quejas, prometer milagros, peticiones de todo tipo,
mentir a sabiendas y conocer la realidad de los habitantes, los
mismos que, desde siempre, han desfilado en cuanta campañita se
organiza para contar lo mismo, escuchar lo mismo para seguir peor
que nunca, precisamente gracias a las actuaciones de los diputados,
senadores, presidentes municipales y gobernadores sin dejar atrás,
ni un paso, a los presidentes del país. Todo es una farsa ya
insoportable.
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El tiempo implacable,
nos estraga sin pausa, dejándonos como los machetes muy usados: con
filo pero frágiles.
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Lo encontraba
amaneciendo, hiciera frío, con neblina o lloviznando, siempre
trotando por la carretera rumbo a o de regreso de las torres
satelitales, haciendo gala de fortaleza y capacidad deportiva,
luego, al medio día cumplía con unos cuantos partidos de frontenis
contra rivales igualmente deportistas aferrados, concluyendo con
unas suculentas comidas del gusto propio de los conejos, sin mediar
alcoholes, ni cigarros, mantuvieron la enhiesta figura de
Wences Angulo como muestra de una vida saludable.
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Las presidencias
municipales serranas viven de la caridad, llegada desde la gerencia
estatal, controlada por el jefe tribal de turno, quien se surte
primero, luego sus guachomas y, las sobras, las manda a los
ayuntamientos para que simulen gobernar, aplicando el mismo
principio del reparto: primero ellos, luego sus cercanos y lo que
sobre, para bañarse de pueblo con obras de cuarta.
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El agua, tomada con
moderación, no hace daño a nadie; reconoce Wences Angulo, desde su
vasta experiencia.
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Controlando 18 puntos
podemos considerarnos saludables, que van desde el buen humor, hasta
el mal aliento, pasando por cómo dormimos, las funciones
intestinales, las preocupaciones, el estrés, la tristeza, el dolor
de cabeza, la vacunación oportuna, la higiene diaria, lo que
comemos, los kilos de más o de menos, el ejercicio, el trabajo,
estos factores debidamente llevados son un portal confiable para
formar filas entre las personas con buena calidad de vida.
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Exagerar o cancelar el
equilibrio permanente de los puntos básicos, es el camino seguro
para padecer descalabros que nos hacen ingrata la existencia.
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Si para algo vale la ciencia, es para que no haga falta creer.
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Una de las fuentes de
alegría placentera y por ende, de salud, es la música; cuando
escuchamos a un Charles Trenet susurrando esas canciones de la
dulce Francia en los días de la Guerra Mundial y en la
reconstrucción de la patria, es conectarse a un sentimiento
universal de calidad perdurable.
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Otro ejemplo es
conocer a Enrico Caruso, que dejó grabadas melodías de valor
inmarchitable, contribuyendo a la felicidad millones de seres que
descubren encantados, el arte de un ser fuera de serie.
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Entre nosotros,
escuchar a Marco Antonio Muñiz, en su época dorada, con esa voz de
matices ilimitados, que la lleva por el arpegio maravillosamente y
nos hace envidiar ese don musical; ¿acaso no te gustaría cantar
“Quiero abrazarte tanto” como Muñiz? Nadie ha podido superar esa
interpretación, haciéndola inolvidable
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Qué triste es soportar
gobernadores como ulises ruiz en Oaxaca y al góber precioso en
Puebla, pues de su inagotable mediocridad se contagiaron sus
achichincles y lambiscones que los soportan nada más para sacarse la
lotería de los puestos públicos que venden al mejor postor.
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¿Qué harías si alguien te dijera: Conocerte es como amanecer?
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