| 
	14.Agosto.17 
	
	
	por 
	
	
	Cristina de la Concha   
	
	
	  
	Poema del río 
	  
	  
	“Escribe sobre 
	mí” 
	Sobre la mesa 
	brilló 
	esa frase
	 
	En una blanca 
	luz 
	frente a ella 
	unos rasgos de 
	desabotonada 
	camisa 
	de un hombre de 
	rostro 
	arrugado y 
	agradable semblante 
	le hablaban y 
	ella los pasaba 
	por alto como 
	quien mira 
	sin mirar lo 
	que ya sabe 
	que está, el 
	paisaje diario 
	libreros y 
	cuadros 
	ocultos a los 
	ataques 
	de esa guerra 
	sobre las 
	paredes de todos 
	los días y los 
	muebles 
	ya aburridos de 
	melancolía 
	a esa frase tan 
	cercana 
	la puso en un 
	murmullo 
	a sus oídos 
	lejano 
	Y lo oyó 
	sí, como oyó a 
	otros 
	como percibió a 
	tantos 
	como el otro 
	aquel 
	que solicitó 
	también 
	pero no creyó 
	porque el otro 
	aquel 
	era más como 
	ella 
	no éste sería 
	  
	Y la frase se 
	volvió 
	un zumbido 
	que a su oído 
	molestaba 
	y ella sacudía 
	con insistencia 
	manoteando al 
	insecto 
	alrededor de su 
	cabeza 
	pero fue más la 
	de él 
	que se sentaba 
	de frente 
	a mirarla 
	declinar 
	asentir, 
	voltear 
	negar, 
	levantarse,  
	pensar y 
	volver… 
	sí, era él y 
	sonrió 
	no para él sino 
	a su imaginería 
	juguetona
	 
	porque el 
	hombre del río  
	no vendría a 
	ella 
	ni en su mejor 
	chiste 
	ni 
	en el esplendor de su 
	humor 
	ni en la ironía 
	más aplastante 
	ni en su más 
	socarrón momento 
	ni en el peor 
	de sus monos 
	cuanto menos 
	con ese encargo 
	cuánto absurdo 
	le escondía esa 
	su imaginería  
	divertida y 
	loca 
	  
	El zumbido 
	permaneció 
	“escribe de mí, 
	anda”. 
	La ella aquella 
	se refugió 
	en la Luz y 
	suplicó  
	acudiera a ella 
	humildad 
	para vanos 
	deseos desechar 
	que de sus 
	afanes 
	imaginería abuso 
	apartara 
	  
	pero semejante 
	solicitud 
	se mantuvo en 
	su mente 
	en su mesa 
	frente a ella 
	una blanca nube 
	luz 
	con esos rasgos 
	que ella omitía 
	en su recuerdo 
	sin creerlo 
	a días 
	transcurridos  
	murmullo creció 
	en voz 
	y en fuerza a 
	casi un grito 
	en sobresalto, 
	respondió fémina  
	“¿qué,  cómo?” 
	“Escribe sobre 
	mí” 
	apaciguador 
	tono era. 
	Entonces, lo 
	confrontó. 
	Estaba él, 
	aquel él 
	del río 
	transportado 
	en esa blanca 
	luz 
	a su mesa 
	sentado 
	frente a ella 
	“¿yo? ¿de qué 
	hablas? 
	¿me conoces?” 
	cuán absurda 
	pregunta 
	a evidente 
	hecho 
	
	era enorme azoro. 
	“Sí, te conozco 
	Y quiero que 
	escribas sobre mí” 
	“Pero si yo… no 
	no… 
	no, nadie 
	soy
	 
	para de ti 
	escribir  
	¿por qué 
	a ésta vienes? 
	
	no no, equívoco 
	de ser 
	ha” 
	“No, yo quiero 
	que escribas” 
	“Te daría 
	vergüenza” 
	“No, no, 
	escribe” 
	“Para qué, por 
	qué” 
	“... que leído 
	sea, 
	escribe” 
	 
	“Con verdad 
	te digo,  
	te 
	avergonzaría” 
	Él 
	
	
	persistía 
	“Pero no sabría 
	qué decir” 
	“Sí sabes, 
	hazlo” 
	“Yo no puedo 
	a tal  
	atrevimiento 
	arribar” 
	 “Sí puedes, 
	hazlo” 
	“La crítica 
	sería harto dura, 
	no, no, no 
	en mí 
	está 
	incurrir en tal…” 
	“Y ¿qué te 
	importa?” 
	“Los 
	intelectuales y… 
	ay, 
	qué podrías ignorar tú 
	de ellos, 
	
	si es su 
	inflexibilidad y 
	acidez 
	que en 
	mala noche 
	daño es…” 
	“Tú sabes quién 
	soy yo” 
	“Sí.” 
	“Hazlo”. 
	 
	A dicha 
	respuesta 
	no duda más 
	albergó 
	sino sólo la de 
	los malignos 
	que trampa 
	pergueñaran 
	de tantas 
	puestas 
	y 
	a luz invocó 
	que 
	alumbrara… 
	    
	  
	  |