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 6 de junio de 2014

     
 
  En Nicaragua  
     
     
  Vidaluz Meneses: Discurso de aceptación de la Condecoración de la Orden de la Legión de Honor de Francia  
   

 

 

 
 

Voy a permitirme romper el Protocolo el día de hoy, para saludar en primer lugar a las mujeres que defienden sus derechos y la libertad de expresión

Muy estimado embajador Antoine Joly

Distinguidos Representantes del Cuerpo diplomático

Queridas escritoras y escritores

Queridas amigas y amigos

Querida familia que hoy me acompaña

 

Ante las impresionantes palabras del embajador Antoine Joly,  imponiéndome esta alta distinción que el gobierno de su país ha decidido concederme, empiezo a creer que es una realidad.  El día que tuvo la gentileza de anunciarme a través de mi hija Vidaluz, que me tenía una buena noticia, no me imaginé que era para notificarme este gran honor, al punto de que posiblemente le soné boba al preguntarle si estaba seguro.  Cuando me contestó afirmativamente, apenas si le escuché los datos prácticos que me informó y creí entenderle: habría que esperar el Decreto de su gobierno, pero él me anticipaba la información y posteriormente estableceríamos coordinación para realizar el presente acto.

No por esa aclaración dejaba de parecerme apabullante este reconocimiento, por lo  que busqué en el soplo de espíritus superiores, algo que explicara la elección de mi persona; fue así que percibí el aleteo del velo de Madre Mireille, religiosa asuncionista francesa,  que nos llevaba a las adolescentes de la época en los años sesenta, a distribuir carne entre las familias pobres del barrio La Tejera, vecino a las hermosas instalaciones de nuestro colegio regentado por la orden fundada por  otra notable francesa, Madre María Eugenia Milleret.

Por esa razón me reconozco como una de ese grupo de privilegiadas que nacimos a la conciencia social, guiadas por los ideales de dos extraordinarias mujeres francesas.

De Francia nos llegó el Siglo de las luces, necesario estímulo para el desarrollo de la inteligencia humana. Sólo la abolición de la esclavitud la colocan como país señero en la historia de la humanidad, hecho memorable que daría pie a la Declaración Universal de los Derechos Humanos

Aires de liberación nos llegaban de Francia en los años sesenta.  París fue para mí, el Café de la Calle San Germain donde se encontraba la célebre pareja de Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre.  Imaginaba grises inviernos en cuyas mañanas Françoise Sagán tendría que haber musitado “Bonjourtristesse”.

Atardeceres arrullados por el Gorrión, Edith Piaf, sublime, para quienes nos estábamos apenas abriendo a la vie en rose.

En algún momento esa bella capital cultural, mi padre la llegó a considerar meta para mis estudios universitarios, si yo le hubiese puesto interés a la gestión de la beca que el régimen imperante me podría haber otorgado, pero otro eco llegaba a nuestra imaginación juvenil como fue al poco tiempo la rebelión estudiantil de 1968 en París,  con su réplica en Tlatelolco, México, ese mismo año, pasando por la “primavera de Praga” que ardió como tea humana en el joven Ryszard Siwiec.

Como bien dice, nuestro amigo Embajador, la amistad de Francia y Nicaragua es de larga data y la rubrica nada menos que  nuestro inefable poeta, Rubén Darío, que habría llegado no sólo a los salones versallescos que disfrutó, sino a su inolvidable encuentro  con Víctor Hugo a quien consideró, según su biógrafo, Edelberto Torres Espinoza, el sumo poeta, el rimador formidable y profético, el papa lírico del mundo, el Carlomagno de la poesía, entre otros epítetos fruto de su extraordinaria admiración por ese gran poeta citado hoy por el Embajador y a quien tradujo, inaugurando así la relación de escritores nicaragüenses y franceses, porque le dieron continuidad, Alfonso Cortés con Víctor Hugo y Román Mayorga Rivas con Verlaine, hecho que inspiraría más tarde a numerosos poetas, compatriotas de la vanguardia y de las generaciones contemporáneas, que nos trajeron las voces expresadas en tan dulce lengua, compiladas y anotadas magistralmente por Julio Valle Castillo.

Raúl Elvir se posó con su obsesión de pájaros en el prosema de  Saint-John Perse quien en un inusitado ars poética, expresa: Para el pájaro esquemático a punto de partir ¡que privilegio ya sobre la página del cielo, ser en sí mismo el arco y la flecha del vuelo! ¡el tema y la palabra!...   

Michele Najlis, mi condiscípula, nos dijo con voz de Jacques Prevert Todos los ojos de una mujer en juego sobre el mismo cuadro ./ Los rasgos  del ser amado acorralados por el destino / bajo la flor inmóvil de un sórdido papel pintado.

Mario Cajina Vega descorrió La Cortina de fuego de Paul Eluard:… Que quiere usted si estábamos desarmados /Que quiere usted si la noche había caído / Que quiere usted que hiciéramos sino amarnos.

Y Pablo Centeno Gómez, con el espíritu franciscano que le caracteriza, acogió el drama entre el gato y el pájaro de Prevert:  “camina tras el pequeño féretro de paja/ donde yace muerto el pájaro / que carga una niñita / que no interrumpe el llanto / de haber sabido que ello te apenara tanto / me lo hubiera comido totalmente….”

José Emilio Balladares, se hizo cargo, entre otros, de Charles Baudelaire, a quien Carlos Martínez Rivas debe haber agradecido, por su profunda devoción a este llamado poeta maldito, de quien tradujo el maravilloso poema El Albatros. Carlos a su vez lo hizo con El vino del asesino.

Cito este puñado de poetas nicaragüenses que han contribuido al intercambio profundo entre el alma de nuestros pueblos, para ayudarme a expresar mi agradecimiento por el estímulo que significa seguir considerando válidas las causas de justicia, libertad  y equidad, herencia francesa, en las que nos hemos involucrado lo mejor de la sociedad nicaragüense, de la que soy parte y por lo tanto, consciente también, como mujer,  del valor simbólico de los espacios,  la medalla de Caballero de la Legión de Honor de Francia la recibo en ese carácter.

Gracias,  aunque todavía podría decir con Mario Benedetti: No me lo creo.


 

 

 
 
 

 

 
 

 
 

 

 
     
 

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Vidaluz Meneses

 
 

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