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María Encarnación Ríos

 

 
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     

 

 

 

 

 
 

21.Octubre.20

 
 
 
 

Un poema de María Encarnación Ríos:

El aire sollamado de mi pena

 

 

 

Tengo un antiguo origen de montaña;

(piedra musgosa a veces

esta heredad insomne)

un largo nombre líquido me enreda

en ancestral destino.

 

Vengo de tierras donde el sol devora

o amansa lentamente

cada uno de los sueños.

 

Crece una amarga sed en las neuronas

y un sabor de mazorca en los deseos.


Vengo de un tiempo de pequeñas cosas,

niña de temporal y de lo incierto.

 

En un lento rezumo de maguey se nutrieron

los anhelos más íntimos,

 

como la miel espesa y taciturna

en vasijas de cobre abandonado

o barro desleído.

 

Siempre había algo herido entre los días:

un hálito de olvido,

una hebra insomne

o una hoja caída de algún viejo destino.

 

Era la mía la alegría del carrizo,

temporal, fugitiva, liviana y hasta altiva;

altas noches de cantos altaneros

de búhos emancipados

o aullar de lobos jóvenes y hambrientos

como coyotes huérfanos.

 

Noches tan negras, de rumores hondos,

leves,

a veces pasaderos,

como  amores  fortuitos,

como árboles de mala sombra.

 

Allí era el sauce el que detenía el mundo,

y los hombres, atónitos buscaban

de dónde venía el viento.

(Pero el tiempo del llanto muchas veces

plegó en sombra siniestra

las gavillas de ayuno…

 

Yo sé de donde vengo, y no puedo olvidarlo…

soy una hierba amarga,

un terreno baldío,

un balido extraviado…

 

¡Oh, noche negra y ebria

a la que llamo Madre!



 

 

 

 
     
 
 

 

 

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