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							De Marconio Vázquez  
		
																							            					
						 
					
					
                    	
						
					
					
					
					
					
					
					
					
					
						
						
						
						
						
					
					
					
											
											
											
            								
                							
												            					
											
											
												            					
												
												
												
												
												            					
												
												
												
												
												            					
											
				            					
                							
												            					
											
				            					
											
												            					
											
												            					
											
												            					
						
				            					
											
												            					
											
				            					
                							
												            					
					
					LA TAZA DE CAFÉ, poema 
	
	  
	
	  
	
   
	
	Ahogado por la 
	tarde, autómata 
	
	mi cuerpo se 
	derrumba en una silla 
	
	Alrededor, 
	otros cansados beben 
	
	la ración de 
	café que nos convoca 
	
	Nada sé del 
	mesero, 
	
	pero es mi 
	amigo 
	
	Nada sé de los 
	otros, 
	
	mis pares, mis 
	reflejos 
	
	Venimos a 
	mirarnos, 
	
	a ser y 
	adivinar nuestros destinos 
	
	Vicio legal, 
	
	droga bendita, 
	
	esa bebida 
	negra es el preludio 
	
	de un 
	laberinto 
	
	Agua embrujada 
	
	por un conjuro 
	ancestro y legendario 
	
	Aroma 
	sarraceno, cimitarra 
	
	que dilacera y 
	vierte los recuerdos 
	
	Matorral, 
	grano verde que enrojece 
	
	Madurar es 
	teñirse de sangre, 
	
	evidenciar las 
	venas 
	
	Qué prodigio 
	mutante se descubre 
	
	cuando miro 
	los bosques tropicales: 
	
	esmeralda 
	invasivo, gran regimiento 
	
	La savia, la 
	más sabia, 
	
	la tierra 
	tiene un sueño bermellón, 
	
	grano rebelde, 
	
	cromática 
	locura natural 
	
	verde amarillo 
	rojo 
	
	verde amarillo 
	rojo 
	
	y entonces el 
	Café 
	
	Cafeína es el 
	son de los sentidos 
	
	Ca-fe-í-na, 
	con tilde en el miocardio 
	
	Las pupilas 
	agrandan sus visones, 
	
	tensan los 
	músculos sus almas rudas 
	
	Cafeína de 
	golpe y de galope. 
	
	A trote la 
	mañana del despierto 
	
	café del 
	miliciano, 
	
	café del 
	anarquista 
	
	café del 
	insurrecto 
	
	café del 
	guerrillero 
	
	café de los 
	ejércitos 
	
	café del 
	marinero 
	
	café de las 
	mujeres 
	
	café de los 
	más pobres 
	
	café de los 
	más ricos 
	
	café de los 
	alzados 
	
	café de los 
	morenos 
	
	café de los 
	más rubios 
	
	café del 
	poderoso 
	
	café del 
	inconforme 
	
	Café caricia 
	en todas las gargantas 
	
	Demócrata café 
	
	Café sol que 
	relumbra para todos 
	
	Café aliento, 
	aroma universal 
	
	Café, mito 
	masivo 
	
	Recuerdo en mi 
	memoria colectiva 
	
	la tarde de 
	calores erizados 
	
	Cabra de monte 
	
	obediente al 
	pastor que la vigila 
	
	Selvática 
	neblina, blanca ceguera 
	
	Los animales 
	caen de cansancio, 
	
	también el 
	hombre 
	
	El instinto 
	caprino se despierta 
	
	para comer un 
	grano enrojecido 
	
	El animal 
	remuele su placer, 
	
	prueba y 
	prueba los frutos 
	
	y se restaura 
	
	y sonríen sus 
	ojos alterados 
	
	El pastor se 
	percata del prodigio 
	
	y recolecta 
	los remedios rojos, 
	
	los lleva a 
	casa 
	
	Recuerdo el 
	primer fuego de café 
	
	la sabrosa 
	humedad en el refugio 
	
	Invade el gran 
	espíritu la casa 
	
	Aroma de café 
	que nos transporta 
	
	a un simple 
	paraíso de bondades 
	
	donde la 
	bestia hambrienta no penetra 
	
	donde la piel 
	herida no impresiona 
	
	donde la gran 
	tormenta no amenaza 
	
	minuto en que 
	la paz se manifiesta 
	
	¡Despierta un 
	dios oculto, voluptuoso! 
	
	y la piel se 
	erotiza, se envenena 
	
	y un inminente 
	beso busca labio 
	
	Abrazo tus 
	caderas 
	
	humeantes de 
	café       
	
	©marconio |