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  Carlos M. Valenzuela Quintanar

 

 

 

Hermosillo, Sonora

 
 

 

 

 

 

19.Jun.18

 
   

EL TAÑER DE LAS ÚLTIMAS CAMPANADAS

por Carlos M. Valenzuela

 


A José Terán y pobladores de Batuc, Suaqui y Tepupa.
 


No era nada fácil en mi pequeñez perderlos paso a paso, asido a un sonido. Inmerso en mí, hoy, de por vida. El ¡taaannnn taaaannnnn! estrujaba no solo el alma, estrujaba la vida y en la vida, la muerte de quienes no marchaban. Cuántos sueños rotos, cuántos tiempos inconclusos y las lágrimas parecieran sin desearlo unirse a la razón del éxodo. Yo, en mi inocencia, clamaba que regresaran por mis sueños y el ¡taaaaannnnnnn taaaaannnnn! se perdía en lo azul del cielo para incrustarse de por vida en la memoria de los desarraigados.

Yo y el triste silencio… Cuando las campanas dormían para despertar con más dolor y retumbar en lo alto de la serranía llorando el desalojo del destierro obligado. Allá van con ellos los ladridos lastimeros de los perros, no van felices, saben que es un viaje sin retorno.

Envueltas en faldones largos y cubiertas sus ansias en un rictus de dolor, caminan las mujeres, sus sueños rotos y sus vidas inconclusas y la rudeza de los hombres que se ha deshecho y ensombrece sus rostros. Únicamente fantasmas atraviesan callejones y calles de mi pueblo, incluso ellos lamentan el exilio, su soledad se siente en el sonido de los pinos y de la montaña baja el canto lastímero de los pájaros… Es un adiós interminable.

Apenas y vislumbro el polvo de la caravana y miro mis pequeñas manos asidas al cordel del campanario, mi ser se estremece sin comprender mi permanencia. El agua bronca viene bramando, ella también está inquieta, percibe que algo está pasando y pide al cielo, un porqué... Cuando al fin mis pequeños pies corren y corren, eterno es el camino y lenta la carrera, voy perdiendo ya mi identidad, solo se incrusta el tañer de las últimas campanadas.

Todo queda quieto… Todo ha cambiado, y allá en lo alto del campanario un triste sonido dice adiós, y el corazón se vuelve triste porque las cabezas no miran más atrás, duele y lastima demasiado dejar las voces y miradas entre las paredes de quienes partieron al morir… aún estando vivos.



Hermosillo, Sonora 2015

 
     
 
 

 

 

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