por 
	
	
	Cristina de la Concha
			
			
			El buen Día de la Madre
	 
	 
	 
			
			
			Transcurrió el día de la madre y los días y semanas previos como 
			suele: anuncios por todos lados, conglomeraciones, tráfico, 
			restaurantes llenos, flores por aquí y por allá, el tremendo 
			consumismo que trae consigo. Pero es innegable el deseo de festejo, 
			de reunión familiar, de abrazo y es buen día éste para ello, un 
			deseo que juega a favor del consumismo y es aprovechado por los 
			mercaderes.
			
			
			El tremendo consumismo que provoca este día ha sido la intención de 
			fondo de esta celebración, aunque en México se pretendió apagar con 
			la creación de este día el movimiento feminista que tomaba fuerza en 
			Yucatán en aquellos años, 1922, cuando el director del periódico 
			Excélsior publicó una iniciativa para instituirlo, luego de que se 
			publicara el folleto “Regulación de la natalidad o Brújula del 
			hogar” –con el que se rechazaba la costumbre de aquellos tiempos de 
			tener los hijos que “Dios mandara” – en la capital yucateca donde 
			Elvia Carrillo Puerto y Hermila Galindo, pioneras del feminismo, 
			habían llevado a cabo el 1er Congreso Feminista de nuestro país en 
			1916.
			
			
			El Día de la Madre mueve realmente a los mexicanos y es común verlos 
			animosos buscando qué regalar a la madre, pensativos en qué hacer 
			ese día, preocupados con cómo organizarse para llegar temprano, 
			recoger a los hijos para dirigirse a la casa de la abuela, su madre, 
			o preocupados porque el dinero – medio recurrido para la dicha de 
			ese día y la consumación del exacerbado consumismo perseguido– anda 
			ausente o insuficiente. Y llegado el día, todos están contentos, 
			hermanos que no suelen verse se abrazan sin rencillas porque es el 
			día “de ella”, nadie reclama, nadie recuerda impertinencias. Se 
			vuelve un “apapacho” deseable para todos.
			
			
			Es sabido que el ser humano requiere “apapacho”, lo dictó la 
			naturaleza cuando creó el cuerpo humano con la instalación en él de 
			hormonas y neurotransmisores que provocan nuestra alegría y nuestra 
			tristeza, enojo, apatía, ánimo y un sinfín de emociones. El 
			“apapacho”, las felicitaciones, el aplauso, el abrazo, las frases 
			positivas estimulan las sustancias y neurotransmisores que provocan 
			buen estado de ánimo, alegría, felicidad, buen humor, bienestar. Con 
			este diseño, la sabia Madre Naturaleza nos dotó de armas para que el 
			organismo se defienda de emociones como la tristeza y el enojo que 
			son las que, para desgracia humana, predominan y que a la larga se 
			relacionan con las enfermedades. El Día de la Madre es un buen 
			pretexto para estimular esas sensaciones benefactoras y muy buen día 
			de “negocios”.
			
			
			Pero ese buen día de negocios desata un consumismo tremendo que se 
			ha convertido en uno de los grandes problemas a combatir en el mundo 
			porque es uno de los causantes del cambio climático, de tanta 
			basura, de islas gigantes de plástico en el mar, de la 
			deforestación, de la extinción de especies. A la vez, el “apapacho” 
			es necesarísimo para la supervivencia del ser humano, recibir 
			“apapacho” de cualquier tipo es siempre gratificante y tiene un 
			efecto en el organismo; dar es, asimismo, un estimulante de esas 
			emociones; dar y saber recibir son cuestiones que debemos practicar 
			para el mejor funcionamiento de nuestro organismo –por nuestra 
			propia conveniencia– y también el de los demás. Esto plantea que 
			tendríamos que buscar la forma de “apapachar” a los otros sin caer 
			en el consumismo que tanto daño está haciendo al planeta, consumir 
			lo razonable o consumir razonablemente.
			
			
			Es un dilema, es un conflicto existencial.