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		Las profundas aguas de 
		la tina  
		Cristina de la Concha 
		  
		  
		
		
		Omira Bellizzio nos 
		trajo recuerdos de aquel encuentro en Delicias, Chihuahua, en su 
		reseña "Sergio Loo, poeta de aguas profundas", donde se suma a 
		las condolencias, al igual que esta redactora y Tulancingo cultural, por la 
		muerte de este poeta el pasado 1 de febrero, con quien estuvimos en Delicias 
		en 2008. 
		
		
		Invitados por 
		
		
													
													
													la poeta María Merced Migoni, 
		coordinadora de la Casa de Cultura de la joven ciudad de Delicias, un 
		puñado de escritores del D.F., de Hidalgo y otros lugares, nos reunimos 
		en el aeropuerto de la ciudad de México el 10 de abril de 2008, para 
		tomar el vuelo a Chihuahua y asistir  
		al III 
		Encuentro Internacional de Poetas, entre ellos, Ignacio Osorio de Buenos 
		Aires, y José Antonio Durand, Félix Pacheco e Ignacio Martín. 
		
		Allí, nos encontramos con poetas de otros estados de la república para compartir nuestros textos, entre 
		quienes estaban 
		Renée Acosta y Julio César Félix de Nuevo León, Yolanda Andrade Zerón, Jeanne Karen, Rodrigo Jaime, Daniel Wence 
		de Michoacán, Alejandro Campos, Maricela Guerrero, Raquel Huerta y Sergio Loo de 
		la ciudad de México, la española Rita Girones, Siddharta Mejías y Omira Bellizzio 
		de Venezuela.  
		
		Fue un encuentro donde se definió con claridad quiénes eran poetas y quiénes éramos 
		narradores, y de igual forma, quiénes eran los jóvenes y quiénes, "los 
		viejos", y apareció una línea divisoria que algunos de "los viejos" se 
		brincaron mientras los demás observábamos, quedamos apartados "los 
		viejos" y "los narradores" de "los poetas" y "los jóvenes". Allí estaban 
		"los sireneros" que menciona Omira y se preguntaban algunos 
		
		'¿dónde se meten estos muchachos?': en la habitación 
		115. Aunque no todos estaban allí. 
		
		Por invitación, varios de "los mayores" fuimos a tocar a esa puerta 
		donde, nos habían dicho, había una tina 
		del 
		siglo XIX, no resistimos la curiosidad. Con sus patas y tubería de 
		cobre, 
		la tina lucía 
		hermosa 
		pintada de azul con una sirena.
		
		Fue muy divertido ver a los poetas meterse y tomar 
		fotos y hacer lecturas en voz alta desde allí dentro, fascinados con la 
		tina y la sirena, de allí que se autonombraran 'los sireneros'. 
		
		Era una amplia habitación con una cama muy grande donde los demás se 
		sentaban a escuchar pero no era tan amplia como para estar allí por 
		mucho tiempo, así que sólo nos quedamos por un rato, cuando la incomodidad 
		nos cansó, nos retiramos. También era tal la popularidad de la tina que 
		preferimos abstenernos de solicitar aparecer en la foto dentro de ella. 
		
		De esa tina, surgieron algunos poemas e historias. Entre ellas, también, 
		claro, las maledicientes, y hubo una en particular que sirvió para difamar a una de las participantes 
		del encuentro y fue dirigida a su novio con obvias malévolas intenciones. En este país tan grande, en esta Latinoamérica 
		enormísima, el novio recibió la injuria de acento español a una 
		narradora que ni siquiera se metió en la tina... "Así se 
		hacen las leyendas", se dijo para sí la ofendida escritora luego de 
		romper ella misma con ambos interlocutores y su blasfemia cuando se 
		encontraron en una lectura meses después y la viperina, tras un saludo afectuoso, 
		soltara su retahíla de mentiras con tonos y expresiones realmente 
		espeluznantes, una verdadera actriz, luego de encararla y pedirle 
		inútilmente que se desdijera, que parara ya la broma, que corrigiera. 
          	
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