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23 de marzo, 2014

 

 

 

 

 

 

 

 

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“Vanalidades” II

(Banalidades II)

Mi computadora de cursor saltarín

 

Cristina de la Concha

 

Entre las peripecias que debo hacer para escribir en computadora está la de atrapar a mi cursor saltarín que apareció un buen día que regresaba de una visita con el técnico, porque yo tenía un cursor normal pero esa tarde dejó de ser el mismo.

Me sorprendí, aquella tarde, después de unos minutos de escribir a toda prisa, al volver la cara a mirar la pantalla, ¡el texto era completamente incomprensible! Pero ¿qué escribí? ¿qué pasó?

El cursor no estaba donde debía. Al deslizar el documento hacia arriba, con perplejidad fui comprobando que las palabras no eran las que había escrito, el texto no era.

Claro, lo primero que se piensa es ¡un hacker! ¡se me metió un hacker al Word! Bueno, no, me dije. Cavilé por unos segundos. Las palabras, sin significado alguno, lucían más largas, y unas exageradamente largas, me dio la sensación de haber escrito en alemán cuando desconozco esa lengua y pensé, qué magia es ésta que me concede el conocimiento de la lengua que divide mi relación con mi hija, quizás para acercarme más a ella…

Sentí la impotencia que suelen provocar estos aparatejos. ¿Será un castigo? ¿por mi “vanalidad” respecto al uso de la lengua? ¿o tantas groserías que digo?... Rápidamente, empecé a darle clic a “deshacer”, una y otra vez, para tratar de entender qué había pasado, pero el resultado fue el mismo, ni idea. Entonces, me puse a teclear de nuevo y allí lo descubrí: mi nuevo cursor es uno saltarín, ¡un cursor saltarín! ¿mágico? ¿de qué familia? ¿de qué país? ¿un regalo del técnico?

A mi técnico le agradezco mucho, la verdad, es un santo, me tiene mucha paciencia con todos los detalles que le pido, es, además, un buenazo para su oficio, y uuuf ¡un cursor saltarín! se me hace espléndido. Pero ahora tengo que vérmelas con palabras destruidas y remendadas con otras, y andar tras el cursor que brinca de un lado a otro, y correr por todo el monitor, sí, el monitor, porque cuando veo ya abrió una ventana y está iluminando una carpeta… uuoow… perder de vista mi documento y valiosos minutos en reubicar la “concentrancia”. Ahora es como un chiquillo travieso y, a veces, mal educado que, a regañadientes, hago regresar a su lugar. Lo peor de todo es que acostumbro escribir sin mirar el monitor ni el teclado para no perder la inspiración, luego reviso, y ahora el pequeño saltarín no me lo permite.

curmprolabsor nueoestnabíaba doarande debíleradameejida Aqul el texeápidibato haciaaarr, con penalirpansultaced fui cobaonocindo q las ps no eranalagern las e ha estxtoo, l tormtalle o deslizacerccrrovoiar… ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaggghhhh! ¡Chamaquito! ¡... de nuevo haciendo de las suyas! Ustedes perdonen.

Ay, a mi técnico lo tengo en un pedestal con veladoras, porque me aguanta mis pequeños exabruptitos, y es muy eficiente… -¡aiiissh esta terca manía del procesador de corregir! yo pretendí escribir el vocablo “exabruptito” y, cuando avancé creyendo que así había quedado, un renglón adelante, me di cuenta de que lo sustituyó quitándole el diminutivo que también significa “de cariño”, y lo tuve que poner de nuevo, caray, por qué se empeña en decir una verdad (“exabrupto”), cuando yo quiero decir una mentirita: “exabruptito” (¡ay, otra vez! quise decir “mentirita” y lo modificó por “mentirilla” que ya tuve que cambiar yo, de aquí mis quejas amargas, debo estar corrigiendo al "corrector" pues, aun cuando ya arreglé todas las opciones posibles en “herramientas”, este procesador insiste en su falta de criterio… En ocasiones, ¡extraño tanto mi vieja máquina!)-.

 
   
                 
                 

 

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