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  ¿EXISTE UNA POESÍA DE GÉNERO? por Carlos Santibáñez Andonegui  

11 de marzo, 2015

             
 

¿EXISTE UNA POESÍA DE GÉNERO?

NOTA DOMINICAL DE DÍA DE LA MUJER

 

Carlos Santibáñez Andonegui

 

 

¿Existe una poesía de género? La respuesta es: sí, hay poesía de género en cuanto una mujer, un hombre o cualquier clase de ser sexuado como tal, aborda la relación vinculante con su sociedad, y le da algo, más allá del puro sexuar, o del puro placer egoísta de salirse con la suya. Algo más, que la eleva, la enriquece.

Esto es todavía más sensible en la mujer. La mujer es una realidad, un centro ideal de captación de vibraciones de la humanidad y el universo, que es fatal pisotear, como se ha venido haciendo en diversas visiones tradicionales machistas. Pero también recuperar su definición, la excelencia de su ser y su misterio, algo que a ellas mismas les disgusta y contra lo que ellas mismas opinen, es real: su misterio.

Existe una poesía propiamente femenina, una poesía de mujeres, donde se contempla y se reúne aquella riqueza que la mujer ha dado al mundo, y a diferencia de otras áreas, no es aquí el hombre quien pone la pauta o directriz fundamental, sino la mujer. Con toda razón, a ella se ha llamado poesía de género y por más que también exista y se vaya perfilando una poesía de género en todos los otros ángulos de la sexualidad, la femenina es de tal manera contestataria con el fenómeno de la mala interpretación, olvido o discriminación que el género masculino ha hecho de ella, que reclama para sí el copyright de “poesía de género”, y creo que debemos dárselo, como de hecho se ha venido haciendo en los últimos tiempos.

Si la sociedad ha discriminado a la mujer, si la mujer misma por siglos, faltó al compromiso de avanzar hacia una definición, son asuntos que ahora importan en la medida en que la mujer ha compensado injusticias a través de la poesía, que es juez universal. Y este libre trato de tú entre ella y la poesía a través de la llamada poesía de género, (que en sentido todavía más perfecto debería de llamarse poesía femenina de género), en lengua española lo vemos aparecer desde las jarchas, los antiguos pero modernos poemas en que las mujeres expresan asuntos de género, ha servido como antecedente para una poesía que se quiere exclusiva en las demás orientaciones de la sexualidad.

De la poesía de la mujer que asume su ser mujer, y su saberse mujer, a partir de entender su diferencia biológica y dentro de lo que la sociedad espera de ella, qué es lo mejor, qué es lo que sí y qué es lo que no, de orientarnos, de re educarnos respecto al rol que asignamos a una mujer, se desprende una veta enorme de la literatura. Para que se considere que una mujer hace poesía de género no es necesario que toda su poesía sea de género. Es morboso imaginar un poeta del sexo que sea, cuidando no vaya a hablar de otro tema que no sea el de la interpretación del significado social de su sexo, que es el género.

En este Día de la Mujer, un reconocimiento especial a las mujeres que en esta existencia, por Dios, o la naturaleza, tocó en suerte ser madres de los jóvenes desaparecidos en Ayotzinapa, Guerrero, para poner el dedo en la llaga en este país por algo encargado a una mujer, de quien Cristo dijo en un poema, cuando le pidieron a México: a ese país no se los doy, porque ese país es de mi madre.

La poesía de género es aquella que se produce en esta sola intersección, de la interpretación con la significación social del sexo. De la interpretación con visos de resignificación social del sexo. Por eso es muy importante detectar esta poesía, históricamente. Por ejemplo, Ben Farach de Jaén, poeta fallecido en 976 d.C., hace un antecedente de poesía de género en el momento en que plantea el caso de una chica pronta a entregarse. En ese instante, lo que se espera de su sexo es que le corresponda, “no había mirada suya en la que no hubiera incentivos”, pero ante esta reacción socialmente esperada, él se abstiene, porque quiere ser casto, él en lo personal encuentra todavía más provecho en “ver y en oler”, y nos dice: “que no soy yo como las bestias abandonadas que toman los jardines como pasto”.  Hay poesía de género donde hay deseo de construir, de mejorar, de dejar el significado social del sexo que se tiene, mejor de cómo uno lo encontró. Para esto se pasa por la imaginación, pero no se queda en la imaginación misma, porque sobre la vía evocativa, predomina la vis formativa que pretendía Aristóteles aunque fuera hombre. Esto es importante, tampoco se vale que, desde la perspectiva de poesía de género o cualquiera otra, se descalifique o se discrimine al hombre, que toma sus ejemplos entre hombres. Aquí cabe hacer otra reflexión: sí están las mujeres alrededor de los entre comillas grandes hombres, de la humanidad. Encontrémosles. Que no se tenga la intención de citarlas, estudiarlas, valorarlas, es otro tema, del cual tampoco son ajenas y quedan libres de responsabilidad las mujeres, es más: si yo me planto a decir en la plaza que cuál es la visión que prefiere la mayoría de las mujeres, si una en que aparezcan como víctimas del hombre o una en que aparezcan como triunfadoras, gananciosas secretas (fijarse bien) de los aciertos del hombre desde el punto de vista que detrás de un gran hombre hay una gran mujer o simplemente desde el punto de vista del orgullo de ser más gustadas y hasta hoy preferidas en forma general, la mayoría me rechaza el tufo de inferioridad que late en el impulso de defenderlas.

Es importante entonces una poesía que diga, cada vez más, no lo mal tratadas que han sido las mujeres por los hombres, sino qué es exactamente lo que les ha gustado a ellas. Por otra parte, uno de los servicios más noble y sensato, un hombre quitado de prejuicios de guerra de sexos le puede hacer a la mujer es animarla, levantarle el ánimo, alejarle de toda depresión. Fíjense cómo lo hace Bécquer, ante unos ojos verdes, y notemos la metáfora, ¿eh?, porque lo que menos quiere decir Bécquer con esta hermosa poesía llamada “Tus ojos verdes”, es que la niña tuviera ojos verdes. Ahí les va en la parte conducente: “Porque son, niña, tus ojos/ verdes, como el mar, te quejas;/ verdes los tienen las náyades,/ verdes los tuvo Minerva,/ y verdes son las pupilas/ de las hurís del profeta…. Las esmeraldas son verdes,/ verde el color del que espera,/ y las ondas del Océano,/ y el laurel de los poetas.// Es tu mejilla temprana/ rosa de escarcha cubierta,/ en que el carmín de los pétalos/ se ve al través de las perlas.// Y sin embargo, sé que te quejas/ porque tus ojos, crees que la afean:/ pues no lo creas…” En el mismo tenor y por el contexto del poema, de legítima retribución a la belleza femenina, hace poesía de género el héroe José Martí, cuando define: “La oreja es obra divina/ de porcelana de China”.

Y la hace Machado en cuanto dice: “Amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario”. Y la hace Darío en cuanto expone: “Cuando mi pensamiento va hacia ti, se perfuma”. El hombre llega a una conciencia de género cuando acepta hacer suya esa mujer que lo eleva en el amor, y no hay manipulación porque estamos hablando del sexo masculino y el sexo femenino en plenitud. Está en el ánimo de la mujer amada, sentirse válidamente poseída, ese sentido de pertenencia que repito, no pasa por la manipulación, y es totalmente válido, como que es parte de lo que ha hecho el mundo como lo conocemos: “Cabalgo en el viento,/ con el viento voy,/ y a tu pensamiento/ mi forma le doy”.  Lo que la poesía masculina honesta enseña a la humanidad, es que cuando el hombre es hombre sin más, que acepta y practica su sexo masculino tal cual, (sin descrédito de todas las otras formas de sexualidad constructiva) se siente válidamente orgulloso de poseer a su pareja, y no sólo por un momento de posesión, sino en forma total. ¿Por qué se detiene ante el féretro, si no es por eso, el esposo ante la esposa después de tantos años, que ya ni sexo había en la forma de juventud? ¿Vamos a despreciar ese sentimiento, en aras de qué? A una mujer que para colmo se llamaba Mía, Dice Darío: “Tu sexo fundiste/ con mi sexo fuerte,/ fundiendo dos bronces.// Yo triste, tú triste…/ ¿No has de ser entonces/ mía hasta la muerte?”

Yo me he propuesto, no admito desánimos de ninguna especie, ni de ninguna apasionada “poeta de género”, estudiar esa poesía, aunque yo no tenga ese género. No digo que lo estoy haciendo ahora mismo. Y sé que esta expresión de género es tan válida como la poesía femenina de género. Así como también sería interesante estudiar las demás formas de sexo, sin ofender a nadie al decir que son minoría, frente a las dos fundamentales: hombre-mujer que ¡llevan el mundo!

Juan Ruiz Arcipreste de Hita, tiene su momento de poesía delicada, casi de género “aunque Usted no lo Crea” en el Libro de Buen Amor, cuando incide en la interpretación de la mujer pequeña. Confirma lo que no es muy mencionado en su época, todo lo buena que puede ser en el amor una mujer bajita, como decimos ahora, chaparrita. Lo hace de tal manera que trabaja las interpretaciones entonces existentes en torno al significado social del sexo, y como toma el partido de defender lo excepcional, su éxito es arrollador. Todavía hoy se repiten con ganas aquellos tetrástrofos monorrimos: “…en azúcar muy poco yace mucha dulzor,/ en la dueña pequeña yace muy gran amor:/ pocas palabras cumplen al buen entendedor”. “Como en chica rosa está mucho calor,/ en oro muy poco gran precio y gran valor,/ como en poco blasmo yace gran buen olor,/ así en chica dueña yace muy gran amor”…. “De la mujer pequeña no hay comparación,/ terrenal paraíso es y consolación,/ solaz y alegría, placer y bendición,/ mejor es en la prueba que en la salutación”.

En su “Glosa sobre las palabras”, a ver si me adivinan qué mujer se expresa en lindos versos de género: “Ya toda me entregué y di,/ y de tal suerte he trocado,/que mi Amado es para mí/ y yo soy para mi Amado”. Sí, ella es, no importa que su Amado sea Dios.

Gutierre de Cetina se entretiene en una de las más machistas interpretaciones del sexo y mala poesía de género, sólo en el poema que vamos a ver, el otro el principal, el madrigal a aquellos ojos verdes, es extraordinario y sí es de género, pero éste que les voy a recordar, es propio de su tiempo, y poniendo al hombre por encima de la mujer en un alarde que enojaría con toda razón a las feministas, expone:

“A los hombres, por ser más principales,/ se la puso (Dios, la cola) delante y puso en ella/ más guerra de virtudes principales./ A la mujer, tan delicada y bella/ no quiso poner cola; más que fuera/ su ansia principal, la guarda de ella.” ¿Qué manera de ver las cosas de este señor, verdad? Como si debiéramos decirle a una mujer: guárdame la cola. Y sigue sonrojándonos Gutierre, o más bien, rostizándonos, con los siguientes versos: “Por estas causas quiso que tuviese,/ según dicen algunos, un secreto/ lugar do la guardase y escondiese./ De aquí nació el amor, porque, en efecto,/ Amor no es otra cosa que un deseo/ de darle a nuestras colas su receta”.

También en la poesía masculina, una línea sabrosa de plantear, con el debido respeto, eso que ya habíamos visto que a las mujeres les gusta, que uno tome de sus encantos. Por ejemplo, hay un poema llamado “El tomar de las mujeres”, de Juan Salinas un escritor del Siglo de Oro y dice así:  “que sin mirar la niña en calidades,/ toma el metal de todas las edades./ Por casos muy livianos,/ suele tomar el cielo con las manos;/ y como en el tomar funda su gloria,/ toma todas las cosas de memoria/ que se pueden tomar, y tan de veras/ toma el tomar de todas las maneras/ (no es esto testimonio)/ que, por tomar, se toma del demonio…. Consejo de tomar, toma de todos,/ por tomar, de ambos modos./ Nunca está sin tomar, que por costumbre/ cuando él no toma, toma pesadumbre”.

Poesía de género, es poesía de compromiso con la sociedad. Se ha dicho que poesía es “el libre juego de la imaginación en las palabras”. ¿Qué clase de imaginación juega en una descripción lisa y llana de actividad sexual? Ninguna, no se deja nada a la imaginación, no hay poesía. Al contrario, quizás hay aquello después de todo un tanto molesto que se ha llegado a denominar “pornografía”, nada más en el “pero” que le ponía Arreola en sus clases. No me gusta que me digan cómo se debe hacer algo que en esencia debe ser libre, nos decía. Hay algo, un momento dado de la descripción, en que me siento “llevado de la mano”, manipulado, manejado, y de pronto comprendo que he dejado de ser libre, que pierdo libertad sexual, en la pornografía.

La poesía de género lo será en la medida que vincule el sexo con una sociedad, porque nadie vive aislado. Ni se puede hacer de una pareja, la oposición de dos contra el mundo. Sino que se hace poesía de género en la medida en que se asume un compromiso con el mundo, para dejarlo mejor que como lo encontró. Son aspectos que hay que tener claros, y para ello también es importante el esfuerzo de legisladores mexicanos en la elaboración de la llamada ley de reconocimiento. El sexo no es únicamente una diferencia biológica. Es ante todo, una diferencia psicológica o mental. El género es la interpretación del significado social que el sexo tiene.

La poesía de género es una construcción, es poesía crítica, es un tejido que se hace entre todos, respetando los hallazgos de cada uno, dando su crédito, pero al igual que la poesía en general, es algo que parte de lo individual pero no se queda ahí, sino se integra a un tejido social. Un segundo momento, es el de la definición de lo que uno es.

El momento más difícil es comprometerse. Porque sentir, es fácil. Lo difícil es comprometerse. Y aquí también seguimos las enseñanzas de Graciela Hierro: a mayor placer, mayor compromiso señores.

El sexo no es exclusivamente la diferencia biológica que la naturaleza nos asignó, sino ante todo, y por encima de todo, aquella que nosotros aceptemos o privilegiemos, dando así la razón al principio de sexología que afirma que el órgano sexual más importante es el cerebro. La poesía de género no es mera descripción por bella que pueda ser, sino que apuesta a valores vinculantes con la sociedad.

Como en todos los temas de la vida, su enunciación en sí no es compleja, lo complicado se da al bajar de la cúpula de las definiciones a la multiplicidad de casos concretos, camino de perfección que, sin ser la perfección misma porque somos humanos y lo perfecto es enemigo de lo real, es el que más se le parece y el que mejor la encauza. Ese camino es la reflexión sistemática, estructurada, en las disciplinas del conocimiento que la abarcan como la psicología, la sociología, la ética y la filosofía en general, con el solo común denominador de la buena voluntad, y la expresión más acabada y más bella de esa buena voluntad, que es la poesía.

Un día leí en un blog de José Manuel Díez, de Extremadura, España, en su blog “Locura ordinaria”, que él quiso entrar a un premio de poesía de la editorial Torremozas. Que él envió su original sin advertir que sólo publicaban mujeres. A este señor le piden, con mucha educación, que nunca vuelva a entrometer su poesía masculina en asuntos femeninos. “Por unos instantes, dice José Manuel, quedé con aquella carta en las manos, cabizbajo y confuso. Nunca antes había sido vetado por mi sexo en ninguna faceta literaria”. Más tarde descubrió que Torremozas, no es la única editorial española dedicada exclusivamente a la literatura escrita por mujeres. Entonces este hombre hace un poema llamado “La belleza legítima”, un poema donde el sujeto es una mujer, concretamente una mujer fea. Lo que este señor preguntaba es si habría entonces alguna editorial española en la que únicamente pudieran publicar hombres. Y pregunta si la poesía de Lorca es masculina. La cosa es que con ese poema “La mujer fea”, nos dice que ganó el premio Rosales de Madrid. Y cuando el jurado abrió la plica, se sorprendió de ver que él era hombre. Por lo que cuenta este señor, al parecer se subsanó el problema pues le avisaron de la citada editorial Torremozas, que habían publicado un libro de Gloria Fuertes. Y a él, que por lo que vemos es persona de criterio, le causa gusto esa publicación y declara: “mi admirada Gloria Fuertes, una de las mujeres menos femeninas de nuestra literatura…pero también, una de las que supo cantar más alto y más profundo, sin hacer jamás diferencias entre hombres y mujeres. El libro de Gloria se titula “Se beben la luz”, son poemas antibélicos. Define con justicia este autor y yo me uno en todo a esa definición: “me gustaría dejar claro, una vez más, mi negación a la idea separatista que desde muchos espacios literarios se ha concebido para hablar de poesía o literatura de género. Más aún, sigue diciendo este autor José Manuel Díez, para mí muy lúcido y por eso me tomo el atrevimiento de citar de su blog: “Más aún cuando esta subclase de literatura, delimitada por la mano creadora y no por la extensión de su universo creativo, se refiere simplemente a sexualidad y no a formas de sentir y escribir”. Una de las concurrentes al blog, Noelia, le dice de una manera propia, llena de justicia: “Me parece muy triste que después de tantos años de lucha por una igualdad de sexo, sean ahora las mujeres las separatistas, que no dejen que un poeta de tu clase y talento, pueda presentarse a un certamen de poesía, que no pase de biquinis”.

Pero también es correcta, la participación de otra lectora, que sostiene un poco lo contrario; de qué manera, si las mujeres salen con esta singularidad, es por algo, es porque han sido sumamente discriminadas, claro que esto no justifica el planteamiento de un separatismo de género, pero sí lo explica, y acordémonos que si hay alguien en el mundo capaz de comprender antes de juzgar, ese alguien es el creador literario.  Así que esta señorita del Blog de nombre Chaplin, también dice bien:

“La discriminación positiva es el término que se da a una acción que, a diferencia de la discriminación, pretende establecer políticas que dan a un determinado grupo social, étnico, minoritario o que históricamente haya sufrido discriminación, con el objeto de mejorar la calidad de vida de grupos desfavorecidos, y compensarlos por los prejuicios o la discriminación de que fueron víctimas en el pasado”. Y sigue diciendo muy correctamente esta dama: “Las MUJERES (por aquellas personas que no tengan memoria), hemos estado apartadas de muchas esferas de la vida pública, entre ellas manifestaciones artísticas de todo tipo: pintura, escultura, fotografía, escritura, etc. Así que por favor, pido respeto hacia estas acciones, vosotros y vosotras que seguro que estáis llenos de buenos sentimientos y solidaridad (porque los y las artistas de siempre han sido así)”.

Otro bloggero Ramón, dice algo que me parece proverbial: “Excluir a otro, acaba siendo auto excluyente”. Otro pregunta válidamente: ¿por qué se asocia la feminidad con estar buena y ser tonta? La poesía no tiene género, que no es lo mismo, que el que no distinga géneros. Dice este autor: “Ahí están Chantal Maillard, Blanca Varela, Olvido García Valdés, Gloria Fuertes, Alejandra Pizarnik, Emily Dickinson, las Bronte, Peri Rossi.

Por otra parte, nuestra época atraviesa por una curiosa fiebre de reivindicaciones y honores casi salidos de la manga que nos arrebatamos, que deseamos publicitar a toda costa, y se extiende a lo negativo, a lo inconsciente: al ladrón ya no queremos decirle siempre ladrón, sino amigo de lo ajeno. Aquí funciona aquello de que en el pobre es borrachera, y en el rico es alegría. Por ejemplo, no contentarnos con que se nombre a los incapacitados como tales, sino se les diga personas con capacidades diferentes, está bien, pero se ha exagerado: a los negros empezaron por llamarles personas de color, a los cojos incapacitados y a los incapacitados, personas con capacidades diferentes, al anciano, adulto en plenitud, y hay todo un camino fársico, de honores que nos tributamos, que nos acumulamos ya en la ficción, para hacer sentir que el sistema es muy honesto sobre todo en vísperas de elecciones, casi a punto de tributarle al suicida un gran honor, de plano el máximo de todos, cuando se prohíba aplicarle el nombre de suicida, sino que conforme al artículo tal del código tal de la constitución equis, de hoy en adelante se le deba denominar el honroso liquidador de su existencia.

¿Alguien sabe el por qué? Porque vale la pena saberlo. VALOR, es aquel carácter de las cosas, que hace que merezcan existir, es decir, que sean dignas de que se las quiera.

Cada época imagina lo contrario, lo que no se tiene. Lo ausente. Sólo se imagina lo ausente, y esto es algo que se sabía ya antes del estructuralismo y la teoría deconstructiva posmoderna. La creación literaria es en realidad el alter ego de la realidad material, lo que la gente quiere ver en la literatura en cada época, es aquello que le falta. Quiere que los poetas se lo enseñen, que lo justifiquen, que hagan posible su sueño; que los novelistas se lo cuenten: Que le representen una obra de teatro como las de Lope, donde lo principal sea el honor. ¿Por qué? Porque no lo tienen, porque la época adolece de ello, entonces necesita inventarlo, acude a este expediente. Cierro con un impulso constructor universal que conecta la poesía de género con la poesía sin etiquetas,  que alzada en el amor, a partir de la llave de un Jorge Guillén, se sabe territorio de un todo inmortal:

¡Amor: ni tú ni yo,

Nosotros, y por él

todas las maravillas

en que el ser llega a ser!”

 

      Carlos Santibáñez Andonegui

 

 

 
 

 

 
 
             

 

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