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							Armando Gómez Pozos, poeta y promotor cultural, 
							murió escasos cinco días antes de la presentación de 
							su libro Del Desamparo del Amor. El 27 de 
							enero, tal y como estaba programado, en la 
							Biblioteca Central del Estado, en la ciudad de 
							Pachuca, se reunieron amigos, maestros,  |  |  |  
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							| estudiantes en torno a la mesa de honor donde 
							Armando Gómez Pozos tuvo su lugar y acompañándole 
							estuvieron Jorge Skinfield y Nancy Ávila, frente a 
							ellos, Laura Lara con su hijo Aldo Gómez Lara en una 
							sala llena de gente. 
							Así 
							también, Jorge Contreras fue parte de los 
							presentadores. Enrique Ramírez Cipactli le dedicó un 
							par de canciones, del público se escucharon algunos 
							poemas. Entre la gente había lágrimas, pero también 
							sonrisas, nos comenta Jorge Contreras quien, 
							desde Tizayuca, nos envía 
							su texto de presentación.  |  (Hoy 23 de 
					enero recibí la noticia de su muerte, no quise alterar mi 
					texto original, sólo agregué un poco de palabras y cambió un 
					poco el sentido de la interpretación de su obra)
 20 de enero del 2009
 
 Hay muchas formas de agonizar, recuerdo el suplicio del que 
					habla Salvador Elizondo y que en cierta medida le inspiró la 
					novela Farabeuf o la crónica de un instante. Salvador 
					contaba que el suplicio es el momento exacto cuando la 
					persona muere, justo en ese instante en que muere y se 
					refiere a la fotografía de un torturado chino en el preciso 
					instante en el que muere. Imagino un suplicio en la hoguera 
					en donde los gritos y la carne silvan por el fuego hasta que 
					se oye la explosión de los ojos, o el agonizante en un 
					hospital con quejidos y estertores… en el caso de este 
					libro, noto una agonía, la agonía de quien se ahoga en un 
					mar de fantasmas, de recuerdos condensados, y cada poema es 
					una burbuja de espíritu, exhalaciones de un cuerpo que se 
					sumerge cada vez más en sí mismo, y son esas exhalaciones 
					los poemas aquí publicados.
 
 En los poemas de Armado la palabra tiende a sublimarse, a 
					reconciliarse con una naturaleza etérea. Flotan. A 
					diferencia de muchos poemas escritos en la actualidad en el 
					que la palabra se condensa y cada vez pesa más hasta que se 
					va oscureciendo gradualmente cargada de sentido y 
					significado, con el fin de que entre más pese, más flote. 
					Aquí pasa otra cosa, los silencios entre cada palabra 
					escrita en los versos de Armando hablan, nos dicen otros 
					poemas ocultos, susurran lágrimas mudas, les da vida a las 
					ausencias más lejanas. Y es tan importante lo que nos dice 
					Armando, como lo que no dice, o mejor dicho, lo que nos dice 
					su silencio.
 
 También es un libro a los amores de Armando: padres, 
					mujeres, y lecturas. Las mujeres enlutadas del poema 
					dedicado a Agustín Yánez son en realidad, las mujeres que 
					lloran por Armando al mismo tiempo, las mujeres que 
					le gustaría al poeta lloraran por él, incluyendo las 
					simbólicas, como la memoria, la ausencia, la amargura, la 
					pasión, la gratitud y por supuesto, la misma muerte.
 
 … el silencio que arrastras por mi recuerdo / cuando me 
					traigas flores /… / aquí estará el hueco de mis brazos / 
					esperando tus huesos. Armando conmueve no sólo el 
					corazón, sino que logra conmover el alma, nos da un retrato 
					de la soledad del ser humano, de la orfandad que amamanta y 
					como padre ausente de la piel que extraña la caricia, al 
					mismo tiempo que se sabe extrañado. Es una soledad 
					aprisionada. Ya que no expresa soledad por convicción o por 
					decisión sino por circunstancia.
 
 Y lo sigo imaginando, sumergiéndose más en un océano cósmico 
					como una constelación de brazos abiertos exhalando poemas.
					Me quiebro en mil cristales /…/ mientras tú / cubres con 
					tus alas otra piel / y me sentiré curiana / entre los 
					mortales y sentirse mortal precisamente es lo que para 
					un inmortal sentirse mortal y es el alma, la que en diversas 
					teologías se divisa como inmortal, es aquí donde expresa de 
					forma muy sutil la esperanza de algo del otro lado del 
					camino.
 
 No hacen falta las rejas, basta la piel esa piel que el 
					poeta quiere arrancarse, desamparado hasta de sí mismo, la 
					orfandad se redimensiona pues no hay a quién hablarle desde 
					el cuarto vacío en donde sólo el ilusorio eco intenta 
					responder y muchos libros ya leídos son los cofrades de la 
					orfandad pero la esperanza es poderosa y por una vez, 
					sentirse huésped o hijo que vuelve a casa y no preocuparse 
					más por la carga que este costal de mil batallas tiene que 
					lidiar. Así Armando se va preparando para la muerte, si es 
					que se le puede llamar así, espera, llegar al Padre, del que 
					se ha sentido huérfano, (no sé, puede ser Dios) y recibir de 
					él, un beso en la frente y con un beso, curar todas las 
					heridas que el alma pueda tener.
 
 El libro de Armando Gómez Pozos es como en uno de sus 
					versos, templo de olvido, en el que su cuerpo es un 
					altar vislumbrado en la penumbra, ni luz ni oscuridad, 
					desnudado y vestido para recomenzar la rueda de la memoria. 
					Afuera, otros se burlan de la muerte pero los poemas de 
					Armando saben que aun atados a la tierra estamos.
 
						
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							23 de enero del 2009
 
							Escribí la primea parte de mi presentación hace un 
							par de días. Hoy por la mañana recibí la noticia por 
							parte de la Biblioteca Central del Estado de Hidalgo 
							de que Armando Gómez Pozos falleció en la noche 
							anterior, al parecer aun el 22 de enero, la hora no 
							la sé. Hablaba con Amparo quien es la directora de 
							la Red General de Bibliotecas Públicas del Estado de 
							Hidalgo, y le comenté que precisamente escribía 
							sobre la muerte y la visión de Armando al respecto. 
							Después hablé con Oscar Martínez quien está dentro 
							del área de fomento de la lectura. Él me dio más 
							detalles, y comentamos quienes más de los promotores 
							de lectura eran cercanos a Armando. |  Así como un 
					efecto mariposa, la noticia agrega o cambia de rumbo mi 
					discurso.
 Me impacta la relación letras, vida y muerte del autor. 
					Agustí Bartra en su libro Para qué sirve la poesía, 
					dedica varios capítulos al tema de la muerte y los 
					escritores, siendo a veces de coincidencias asombrosas (en 
					este momento no citaré los ejemplos), por otro lado, lo 
					decía Gilberto Owen ─Por mi vida conocerán mi 
					muerte─
 
 Pues ahora sus versos tienen más sentido, se llenan de poder 
					y muestran su verdad, Armando agonizaba, pocos quizá se 
					dieron cuenta, pues él siempre estaba promoviendo la 
					lectura, dando talleres de creación literaria; en su sala de 
					lectura Juan Rulfo leyó cantidades épicas de cuentos y 
					poemas, además de promover toda la obra de Ricardo Garibay, 
					dudo que exista alguien en el estado, que leyera tan 
					fervorosamente la obra de Ricardo Garibay.
 
 Armando escribía de un modo tranquilo pero incansable, 
					meditaba las palabras, las veía nacer como una semilla en un 
					puño de tierra en la palma de la mano. Le gustaba estar 
					rodeado de gente, argumentar, incluso quejarse del mundo que 
					muchas cosas le debía o lo asfixiaba, el espíritu de 
					Armando, como es en el caso de muchos artistas, exigía más 
					oxígeno, su alma requería más espacio así que decidió 
					expandirse hacia dentro, implotar, sumergirse en sí mismo. 
					En el poema dedicado a Tulancingo nos dice: Suspicaz la 
					sombra de la muerte / me persigue cada instante / y aún 
					vivo.
 
 Descansa en Paz mi querido amigo, poeta, promotor cultural, 
					de lectura, narrador, gimnasta, bohemio, buen amigo.
 Y mi sentido pésame para tu familia, tu hijo Aldo y tu musa 
					Laura, amigos y compañeros de trabajo donde laboraste.
 mi pésame a todos. ¡¡¡DOLOR!!! ¡¡¡DOLOR!!! 
					¡¡¡DOLOR!!!
 
 En el aspecto editorial, tengo que comentar, por un acto de 
					justicia, que el libro contiene algunas erratas que 
					corresponden totalmente al trabajo editorial, que son 
					minucias, superficialidades comparados con el trabajo 
					contenido en los poemas del libro, con los poemas de 
					Armando. El 13 de diciembre del 2008 se celebró el octavo 
					aniversario de la sala de lectura Juan Rulfo que coordinaba 
					Armando, y espero que ese proyecto de excelente trayectoria, 
					no concluya con su deceso. Aquel día o mejor dicho, noche, 
					tomamos algunas cervezas, me comentó que el diseño no le 
					había gustado mucho, ya que en la portada, aparecía la 
					palabra “DEL y en letras más pequeñas, desamparo y abajo 
					amor” y que esto confundía al lector. Estuve de acuerdo, 
					además que el color amarillo y rojo, le daba un toque de 
					alarma o de historias de sangre y horror, considero que 
					esto, es parte de cierta inocencia por parte de quien editó 
					el libro y que sólo lo menciono como algo que se debe decir, 
					pero al mismo tiempo, aplaudo a las instituciones que 
					apoyaron la publicación de este ejemplar, principalmente a 
					la Universidad Politécnica de Tulancingo y espero que sigan 
					apoyando más proyectos, en donde se vean involucrados 
					expertos en el tema editorial: correctores de estilo, diseño 
					gráfico, artistas plásticos, mercadotecnia, etc., comento 
					esto, para expresar que publicar un libro no es fácil y 
					realizar un ejemplar, con sumo cuidado en los cuidados 
					editoriales, es una tarea ardua y de mucha revisión, pero 
					que sigan impulsando la publicación de obras, el tiempo, los 
					lectores, Tulancingo y la historia lo agradecerán.
 
 Finalmente, existe mucha obra de Armando inédita, y que es 
					este libro, lo más íntimo de nuestro amigo, los poemas aquí 
					presentados, son absolutamente honestos, pues están hechos 
					de hálitos, de esencia de poesía.
 
 Ahora que has pasado a ocupar un lugar en la eterna 
					tertulia, no me queda más que aplaudir el amor que dedicaste 
					a la palabra escrita.
 Un grandioso abrazo mi hermano.
   Jorge 
					Contreras
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