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De Saúl Ibargoyen

 

para Tulancingo cultural

 

23.Nov.07 

 

 

 

Cuadro de texto: […]
 
¿Preguntáis por qué su poesía
no nos habla del sueño de las hojas,
de los grandes volcanes de su país natal?
 
¡Venid a ver la sangre por las calles
venid a ver
la sangre por las calles,
venid a ver la sangre
por las calles!
 
De: “Explico algunas cosas”
En: España en el corazón
Pablo Neruda

 

Ibargoyen, Saúl, Sangre en el sur (El fascismo es uno solo), México, Ediciones Eón (Colección testimonio), 2007.

 

Atreverse a recordar: Sangre en el sur

por Abraham Vilchis Uribe

 

I.       La memoria, esa canalla.

“No me pregunte, tengo miedo a recordar”. Así pudo empezar Sangre en el sur de Saúl Ibargoyen; afortunadamente para nosotros, no lo hizo. El miedo suele ser una de las herramientas más eficaces del fascismo. La primera vez que alguien tiene miedo de señalar, de hablar, de escribir, de mirar… de pensar; le abona el terreno al fascismo, sustantivo protéico que igual se acomoda en casa que en todo un país. La memoria, entonces, se convierte en el primer antídoto contra esa plaga.

“No me pregunte, recordar duele demasiado”. Así también pudo comenzar Sangre en el sur de Saúl Ibargoyen; por fortuna, no lo hizo. El dolor del olvido sería más grande aún al dejar en un pasado sin sentido a todas aquellas personas que confiaron; gente de lucha para quien la fuerza apabullante del fascismo jamás fue tal: armas de juguete, rostros de cartón-piedra, comportamiento risible de marioneta, en eso la convirtieron. Ahí están los nombres, nomás es cuestión de verlos.

“No me pregunte, ¿a qué recordar ahora?”, pudo ser el inicio en Sangre en el sur de Saúl Ibargoyen. No fue así, lo celebro, porque recordar tiene todo el sentido del mundo, ahora, entonces; si no, ¿cómo vamos a reconocerlo? El fascismo también puede disfrazarse de «Democracia», es uno solo con mil rostros y más vale pecar de paranoico que de molicie, o aunque sea porque pecar siempre es más divertido, simplemente.

 

II.      En casa somos fascistas, mi familia hace fascículos.

A veces siento cariño por el fascista que todos llevamos dentro. Yo me confieso fascista de clóset, a la manera de los adictos que nunca se curan, tan sólo mantienen al demonio encadenado; con cadenas de oropel. La memoria exprimida a huevo por un entrevistador invisible —pero agudísimo e inclemente—, a un entrevistado omnipresente —pero difuso y cojonudo—, atempera esa simpatía, refuerza la cadena, echa doble llave al clóset. Eso es lo hace Sangre en el sur. Flaca contribución, podría pensarse, sin embargo para mí, es definitiva. Cuando me quiero poner pendejo con otra persona —en cualquier forma—, la cadenciosa voz del entrevistado pidiendo chance para ir al baño, para tomarse un cafecito, para hacer una pausa minúscula y evitar que el bisturí inquisitivo se hunda demasiado, me recuerda que el fascismo tiene todos los aliados que necesita, sólo es cuestión de llegarles en la circunstancia propicia, o con la tentación irrechazable; ¿a que sí?

 

III.     Ex gobernador, ladrón impenitente: cero años de cárcel.

         Narco-asesino-ladrón-etcétera: 13.7 años de cárcel.

         Activista social de Atenco, Oaxaca, Chiapas, …: 87.5 años de cárcel.

Datos duros, no es ninguna entelequia, el fascismo está vivito y coleando; aunque parezca muerto, sólo inverna. No se le puede pedir precisión a la memoria, sin embargo, si se desea en verdad una referencia sólida, basta con mirar detenidamente, observar con cuidado. Bajo el gobierno de Bush, por ejemplo, los Estados Unidos han pasado de país libre a pueblo colaboracionista… convencido; ignorancia o simple estupidez, cualquier excusa es buena para el fascismo. Europa, esa vieja achacosa, sueña con revivir antiguas glorias —desde su muy particular punto de vista—, no ha descubierto que el colonialismo murió y está bajo tierra en un panteón globalizado. En México, una partidocracia planea celebrar el bicentenario de La Independencia con fondos aportados por las multinacionales españolas, gringas, chinas, japonesas, que les darán un sombrerito y una corneta a cada uno de los cincuenta millones de pobres que habitan este país y se llaman a sí mismos, mexicanos; también les darán matracas a cada uno de los otros cincuenta millones de jodidos que habitan este país y que todavía admiten llamarse a sí mismos, mexicanos; por el momento. Cuba, Venezuela, ¿el regreso del ogro filantrópico, o simple marcaje personal? Datos duros. Tal vez por eso el entrevistado de Sangre en el sur se guarde algunos recuerdos para sí mismo, algunas precisiones, algún nombre muy querido, alguna imagen envuelta con primor en el corazón; no sea que la palabra se manche demasiado y luego sea imposible volver a utilizarla, o haya que pagar por la diligencia de sus servicios. Datos.

 

IV.     Recordar hasta el perdón.

El testigo de Sangre en el sur es obligado a viajar por sus recuerdos, lo quiera o no; los enuncie o no. Ahonda en el pasado a tropezones, a regañadientes, con pena, con nostalgia, con dolor, con ternura, con miedo pánico, con rabia, con dulzura: vivo. El entrevistado de Sangre en el sur dice más con su silencio que con las respuestas; el lector lo sabe, el entrevistador lo sabe: es el silencio de estar, y con ello muestra que el fascismo no es imbatible, tal vez inmortal, acaso inherente al ser humano, pero se le puede derrotar: basta con una presencia.

         Alguien responde en Sangre en el sur. Quien responde da la impresión de haber ido tan hondo, de haber sufrido de tal manera en carne propia, que ahora puede perdonar. Pero, ¿a quién perdona?, ¿qué es lo que perdona? La respuesta es perturbadora, pero lo más inquietante, tal vez, sea cómo define Perdón. Ahí está la respuesta para quien quiera leerla; si se atreve.

 

V.      Si pudiéramos saber tanto como olvidamos.

En Macondo, la enfermedad del insomnio se volvió peligrosa cuando la gente comenzó a olvidar. Alguien da fe en Sangre en el sur, da su testimonio en lo que pueda valer, y eso es lo importante. El fascismo es un enemigo de respeto, no hay que subestimarlo: “Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo; mil batallas, mil victorias”, dice Tzun Zu —tan manoseado como Maquiavelo, pobres—, pero es así como se contiene a un enemigo versátil, igual que El Principito mantenía a raya a los baobabs: impidiéndoles germinar. Por fortuna, no necesitamos que el respondedor de Sangre en el sur nos dibuje un cordero, hace algo mejor: sabe cuanto hemos olvidado. 

Estoy seguro de que Saúl desearía que este libro suyo no fuera necesario; igual, seguro Neruda estaría contento de que “Explico algunas cosas” tampoco fuera necesario. Sin embargo, están ahí, nos son indispensables; por fortuna; por desgracia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Poeta Semi automático y Poemar

Martes 27 de noviembre, 19:00 hrs.

 

 

 

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Saúl Ibargoyen en Palabra virtual

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Los Hombres Gordos

 

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BELLEZA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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