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					En el jardín de los vientos es la Obra poética de 40 
					años de Luis Alberto Ambroggio, de 1974-2014, publicada por 
					la Academia Norteamericana de la Lengua Española, en Nueva 
					York, en un tomo de 908 páginas 
					que reúne 
					17 
					
					poemarios, 
					al que nos introducen los editores Carlos E. Paldao y Rosa 
					Tezanos-Pinto que reproducimos a continuación.   |  
			Soy un árbol esclavo de estaciones 
			con raíces y semillas que caminan el tiempo. 
			De ciertos ritos o pasajes solo tengo 
			cicatrices. 
			
			“Aniversarios”   
			Los 
			
			diecisiete poemarios de Luis Alberto Ambroggio 
			que 
			nos complace presentar en este volumen muestran una elíptica 
			frecuente en la evolución del pensamiento poético de los creadores 
			trascendentes. La impronta sentimental de las primeras búsquedas va 
			cediendo progresivamente a la troquelación de un lenguaje concebido 
			como instrumento de meditación acerca de la condición humana y sus 
			circunstancias. Ambroggio crece con su poesía en el recorrido por 
			una realidad cotidiana cada vez más consciente de su precariedad y 
			abierta a la problemática incesante del tiempo. A medida que 
			avanzamos en la lectura, la palabra poética nos compromete en su 
			rigurosa indagación del sentido de la vida, que oculta al hombre 
			sujeto a las limitaciones propias de su entorno. Esta búsqueda es 
			trágica porque sabe de antemano que no habrá respuestas sino una 
			multiplicación infinita de las mismas preguntas reverberando en el 
			aire impregnado por las voces del silencio. Sin embargo, a pesar de 
			todo, se afirma en la posibilidad de articular palabras luminarias 
			para conjugar la aventura de la existencia en concierto con lo 
			sagrado. Por ello, en la trayectoria ambroggiana desplegada En el 
			jardín de los vientos, la poesía es el auténtico vínculo con lo 
			esencial. 
			
			            Brillante, profunda, furtiva, la 
			escritura de Ambroggio cruza dos siglos y se revela como una de las 
			más importantes poéticas en español escritas en los Estados Unidos. 
			Desde el epígrafe con que se inicia este compendio, se puede 
			advertir el ímpetu y la convicción del escritor con su praxis. La 
			página en blanco no es tortura ni falta sino inicio de 
			contingencias; nada mengua el deseo de escribir del poeta, ni 
			siquiera la nostalgia tan propia con la que dialoga sobre las 
			vicisitudes de la experiencia humana y la temporalidad a la cual 
			está sometida. En Poemas de amor vida (1987) fusiona de ese 
			modo despedidas no deseadas, heridas sentidas como vidrios, una 
			intermitente perplejidad de “… ir viviendo y muriendo poco a poco” 
			(“La duda”) con las delicias del amor y el erotismo. Cinco años más 
			tarde, en Hombre del aire (1992), reiteraría su fe en la 
			poesía y en su mediación artística para “sembrar estrellas/ esas que 
			iluminan los siglos” (“Prefacio”) y –desde vuelos por distintos 
			continentes desempeñando su afición de piloto– cavilaría acerca de 
			su conexión con la naturaleza y el cosmos, oponiendo ambos con el 
			desamparo del hombre y las diferencias que lo doblegan. En este 
			viaje real y de la conciencia, el discurso de Ambroggio es grácil y 
			exultante, aunque sin soslayar la veta introspectiva que permea su 
			poesía. En particular, cuando enfrenta una imaginada muerte. “Moriré 
			de amor” y “moriré de muerte” dice en distintas instancias, desasido 
			de pasado y recuerdos “encapsulados en el cristal de una lágrima”.
			 
			
			            El apasionado encuentro entre 
			especulación y creación tan característico del discurso poético de 
			Ambroggio permanece en todos sus libros subsiguientes. En Oda 
			ensimismada (1994), metaforiza el amor y lo proyecta en el 
			tiempo y en el espacio en un conmovido homenaje a Vallejo y Whitman: 
			“Necesito la inquietud de los ojos/ porque me levanta la vida” 
			(“3.”) […] “El amor alarga el mundo/ en cada viaje de un instante 
			casi eterno./ Partimos llenos sin nadie./ El único vuelo buscado/ es 
			el vuelo perdido” (“1.”) En Poemas desterrados (1995) se 
			entretejen los intertextos de varios pensadores y poetas con las 
			experiencias personales del poeta en un extenso número de puntos 
			geográficos. Sobresale la atención a la vida del autor en los 
			Estados Unidos y su identidad argentino-europea: “En este poema que 
			soy,/ protagonista de un grito eterno,/ se hacen presentes todos mis 
			apellidos,/ y siento que hablan,/ yo y otros que sin conocer del 
			todo/ han inmigrado en mi sangre” (“Inspiración”).  Testigo de su 
			tiempo, el poeta reflexiona de manera substancial sobre la 
			violencia, manifestada en las luchas fratricidas que crucifican el 
			mundo contemporáneo en uno de sus libros más sugerentes, Por si 
			amanece (Cantos de guerra) (1997), donde los episodios bélicos 
			de la actualidad se resignifican en contraste con textos religiosos 
			antiguos. De manera simbólica el libro se cierra con “El papiro de 
			González”,  un poema que además de repudiar la discriminación y la 
			xenofobia como infames tiranías, exterioriza su posición solidaria 
			en pro de los derechos de los latinos en los Estados Unidos. 
			
			            Publicado también en 1997, Los 
			habitantes del poeta incorpora un acercamiento fraterno del 
			poeta al mundo en torno, y en especial al otro como espejo y aliado. 
			Es este contacto humano y creador el que puede eclipsar  la 
			inmanente soledad de la conciencia lúcida: “En su fuga imposible/ 
			nunca está solo el poeta,/ lo poseen voces/ inasibles y punzantes,/ 
			… la palabra,/ esa divinidad salvaje que copula con espejos 
			indisolubles” (“Los habitantes del poeta”). En El farol seco, 
			libro originalmente publicado en 1998, le otorga al amor un poder 
			análogo. A diferencia de lo que el título indica, se trata de un 
			poemario vital, rico en imágenes y luminosidad: “Todas las ideas 
			caminan una luz y una tiniebla./ El amor poco a poco las espanta” 
			(“Metafísica”). Homenaje a las voces poéticas amadas, Escape 
			elemental (1999) convoca a Verlaine, Timoneda, Rilke, Carranza, 
			Darío, Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Huidobro, Juarroz, Mairena, 
			Bécquer, entre otros más, como los autores anónimos de la Biblia: 
			“el poema de Dios” (“Epílogo”); al conjuro del hablante lírico, los 
			padres poéticos entablan un diálogo con el discípulo, dueño ya de 
			una voz propia.  
			
			            Comenzando el siglo veintiuno, el dilema 
			sobre la caducidad del individuo –presente en toda la poesía 
			ambroggiana– se plantea directamente en La muerte del tiempo 
			(2001) aunque los versos todavía vacilan entre la esperanza y la 
			derrota: “El tiempo es un golpe de campanas,/ aves de luz y llanto/ 
			que ni en las noches duermen” (“Oda al campanario”) […] “Por fin el 
			cielo descansa en la mar/ para que el sol y las estrellas/ se hablen 
			gota a gota” (“Deadlines”). En El testigo se desnuda 
			(2002), el escepticismo se acentúa más: “Me desvela el silencio 
			resentido/ de los antiguos árboles/ los gritos de los ojos/ que son 
			bocas abiertas y vacías/ y la música engañosa de las futuras 
			estatuas” (“Me duelo ahora sin explicaciones”). Los títulos de los 
			versos también apuntan a una claudicación: “Toque de queda”, “In 
			memoriam”, “La tumba de Dios”. En Laberintos de humo (2005), 
			si bien Ambroggio habla de la escritura desde distintos enfoques, 
			declara además su incertidumbre por el valor de la palabra: “… la 
			utopía, el caos, la esperanza el deterioro …” se encuentran entre 
			despojos, la tinta de la pluma se convierte en un tóxico y en humo 
			la página donde inscribe sus versos (“La piel a dos tiempos”). A 
			pesar de esta indudable rendición de la escritura poética, el libro 
			incluye uno de sus poemas más conocidos con el cual subraya su 
			adhesión a la presencia y contribuciones hispanas en los Estados 
			Unidos: 
			
			  
			Paisajes de Estados Unidos
			  
			Si cada ladrillo hablara; Si 
			cada puente hablara;si hablaran los parques, las plantas, las flores;
 si cada trozo de pavimento hablara,
 
			hablarían en Español. 
			  
			Si las torres, los techos,los aires acondicionados hablaran;
 si hablaran las iglesias, los aeropuertos, las fábricas
 
			si cada surco de este país 
			hablara 
			hablarían en Español. 
			
			Si los sudores florecieran con un nombre,no se llamarían piedras sino González, García, Sánchez,
 
			
			
			                                                              [José, 
			Rodríguez o Peña.
 
 
			
			Pero no pueden hablar. Son manos, obras, cicatrices, 
			que[por ahora callan o quizás ya no.
 
 
 
			
			            Posiblemente uno de los poemarios más 
			sugestivos por su tono y contenido es Cuando el amor se escribe 
			con Alba (2007) en donde el sentimiento amoroso y la desbordante 
			pasión de los amantes se exteriorizan sin censura. La musa, Alba, es 
			el centro de los afectos del sujeto poético y la que enriquece el 
			discurso de este, además de ser la productora del propio. Alba reina 
			en este poemario con solo ecos de su presencia en libros previos. En
			La desnudez del asombro (2008), por ejemplo, las castálidas 
			tienen muchos rostros: Cleopatra, Lady Godiva, la Maja de Goya, 
			Marilyn Monroe, Lady Di pero ninguna repercute como Alba ni tiene su 
			fuerza y elocuencia. Solamente el amor desmedido del sujeto poético 
			de “Coincidencia” de La arqueología del viento (2011), se 
			asemeja en algo al inspirado por Alba. Esta imagen de mujer 
			prodigiosa –en su amor y en su libido– se simbolizará a plenitud en
			Todos somos Whitman (2013).  
			
			            Dos publicaciones de Ambroggio que no 
			solo recopilan lo predominante de su obra sino que patentizan su 
			madurez en el armonioso ensamblaje de forma y contenido son 
			Homenaje al camino (2012) y Luz mendiga (2013). En el 
			primero, su estilo auténtico y pertinaz se ha refinado y adquirido 
			notoria complejidad: “Camino con ráfagas de agonía/ al amparo de las 
			consecuencias,/ preludios de ritmos,/ festival sin desenlace,/ 
			hechizos de tinieblas/en el libro/ temporalmente cerrado/ o abierto 
			en su cárcel./ La culpa de un sueño/ sin enigma necesario …” 
			(“Destino”). Su reciedumbre, no obstante, persiste intacta como 
			cuando se acerca a Dios para clamar que la humanidad sigue huérfana 
			y anhela fe y guía “para volver al edén/ [porque] no sabemos/ cómo 
			hacerlo” (“Oración”). La misma orgullosa dignidad rige en Luz 
			mendiga, testamento espiritual del poeta que rememora su 
			encuentro con todos los universos a través de la palabra, inclusive 
			el de su destino final ante el cual sucumbe: “Las soledades no 
			perdonan el extravío./ Así no quiero las horas anchas/ sino la 
			estrechez del espejo vivo,/ el territorio poblado del epicentro” 
			(“¿A quién le bastan las distancias?”).  
			
			            Indudablemente el poemario de Ambroggio 
			estética y filosóficamente más riguroso es Todos somos Whitman 
			(2013). Cada uno de los cincuenta y dos poemas es construido en 
			homenaje al poeta norteamericano Walt Whitman pero se convierten en 
			un despliegue de la versatilidad lingüística e interpretación 
			metafísica del poeta: 
			
			  Soy 
			el surtidor y el apogeo de cada uno.Salgo, voy, vuelvo y me interrogo
 en la diversión gris
 de un emblema sin precedentes
 con la naturaleza sólida y sus nieblas
 con la libertad que nos gasta,
 con la desnudez deslumbrada de la creación viva … (“Matriz de las 
			sombras”)
 
			
			  
			
			Cada uno de nosotros es la leyendaen el regazo del silencio. (“Oscuro silencio”)
 
			
			            Cierra esta edición un “Post Scriptum” 
			que, más que una clausura, se manifiesta como un intervalo que 
			exhorta a nuevas inferencias y deleites con una poesía que se ha 
			hecho permanente. 
			
			            La intencionalidad que nos orientó como 
			editores y compiladores del presente volumen ha sido desplegar el 
			sendero fecundo de la poética ambroggiana con una visión integral. 
			Mostrar al escritor en pos de conocimiento y trascendencia, un 
			empeño por dejar atrás movimientos efímeros para alcanzar claridad y 
			firmeza, una voz lírica expresada con verdadera pericia, talento y 
			profunda humanidad. Confiamos que En el jardín de los vientos 
			descubra a sus lectores el virtuosismo y la hondura reflexiva que 
			conviven armónicamente en la palabra de Luis Alberto Ambroggio, 
			evidenciando su subyugante e inagotable valor.  
			
			  
			
			Carlos E. Paldao 
			
			Academia Norteamericana de la Lengua Española 
			
			  
			
			Rosa Tezanos-Pinto 
			
			Indiana University-Purdue University Indianapolis 
			
			Academia Norteamericana de la Lengua Española 
			
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