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16.Ene.07

   

 

Héctor Figueroa Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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2666

Roberto Bolaño

Editorial Anagrama

Barcelona, octubre 2004, 1125 páginas.

 

2666: EL PENTATEUCO y el sol de la tontería

 

"El plan de su obra le vedaba lo maravilloso; éste, sin embargo, tenía que figurar, siquiera de manera indirecta, como los crímenes y el misterio en una parodia de la novela policial."

(Jorge Luis Borges en "Magias parciales del Quijote")

"Ya sabía que escribir era inútil. O que sólo merecía la pena si uno está dispuesto a escribir una obra maestra"

(el viejo de la máquina de escribir, "2666", pág.984,

La parte de Archimboldi, Libro 5, Deuteronomio)

 

No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta del tamaño de la empresa a la que se abocó Roberto Bolaño, este Chichikov, este Woody Allen latinoamericano. Sacerdote azteca, porfiado mapuche, gaucho infatigable, el ya enfermo autor de esta obra alegórica, de este novelón (almizcle actual y venidero para profesores, académicos, escritores y críticos, sin contar al columnista desesperado), trabajó, a contratiempo, como un auténtico Beda el Venerable, aquel monje inglés concienzudo, trabajólico y esforzado que reunió documentos y testimonios orales para evaluarlos de acuerdo a los métodos críticos de su época (s.VII d.c.). Practiquemos el prejuicio. De toda la caterva de artistas, los más pacientes, los más sacrificados, o los menos flojos si se quiere, son los novelistas. Véase Flaubert, Balzac, Turgueniev, Proust, Joyce, etc. Véase, léase y archívese ahora el apellido Bolaño, este primer arquitecto ya no de la pluma o lápiz sino de la era digital Microsoft Word (archivo-copiar-cortar-pegar). Todos ellos amigos de reunir documentos, retener testimonios, paisajes, giros lingüísticos e idiolectos, estados de ánimo, quejas, alegrías (las menos); todos amigos del cotilleo y la celosía, todos con algo de vieja sapa, escoba en mano sobre la cuneta u ojo avizor tras las cortinas.

              Habría que empezar diciendo, también, que esta novela en rondó, aparte de su ficción intrínseca, es la historia (alguna vez privada y ahora pública) de sus 5 partes, cinco novelas, 5 cheques diferidos que no fueron para ustedes lamentablemente, querida Alexandra, querido Lautaro; pero donde se espera que igual, papá previsor, papá real, papá novelista los haya dejado cubiertos, para las cuentas de luz y agua al menos. Eso esperamos, ¿o no señor Echevarría, o no señor Herralde (alias Bubis en la novela)?

            Como se sabe, el Pentateuco (en griego penta, "cinco"; teuk, "libro") es aquel conjunto, parte de la Biblia, que engloba, enmarca y reúne los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Como se sabe, a Roberto Bolaño le gustaba el hueveo. Cosa de fijarse en el siguiente esquema mental concebido por el escritor chileno (¿o mexicano, o español?; mejor digamos latinoamericano, como le gustaba definirse al loco):

La parte de los críticos      __________________  Génesis

La parte de Amalfitano     __________________   Éxodo

La parte de Fate                __________________   Levítico

La parte de los crímenes     ________________     Números o Ba-Midbar = "en el desierto"

La parte de Archimboldi     ________________    Deuteronomio

                   El Pentateuco incluye varios estratos textuales de estilos de escritura. Si no me creen -pues esto no lo digo yo- vayan a la Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2004. © 1993-2003 Microsoft Corporation. En el veintiséis sesenta y seis, perdón, en el dos mil seiscientos sesenta y seis, también ocurre lo mismo, me refiero a esta cuestión de mezclar varios estratos textuales de escritura. En el  armatoste bajo comento esto se da, aunque no de manera tan radical o perfecta como lo practicara (y realizara hace ya casi un siglo) el famoso irlandés, amigo de Italo Svevo, el cual dedica toda una sección de su novela superlativa para parodiar la novela rosa o de folletín (de Feuillet) del siglo precedente, me refiero al capítulo 11 -si mal no recuerdo- de su Ulises.

                 Bien, llegó la hora, hinquémosle el diente a cada una de las naves de esta catedral pagana, novela tradicional y total, pero escrita bajo un espejo convexo. Pasemos revista,  tratemos de ir al hueso de estos cinco argumentos concatenados. Empecemos por su título. El título de esta magna, entretenida e indivisible obra, maestra, ¿no es acaso la primera broma que nos hace su autor? Sí, 2666, por qué no, para numerólogos y cabalísticos ociosos, donde no faltará tampoco –pensó el hombre de la chaqueta de cuero negro ¿Mason & Cooper?-, el que pretenda hacer hermenéutica de mi libro comparándolo con las escrituras del Antiguo Testamento y, particularmente, esa que habla de los cinco primeros libros.

La parte de los críticos (Libro 1, Génesis, y que en hebreo se escribe Be-Reshit, "en el principio"). De Perogrullo: esta primera parte cumple la función de ser la plataforma y obertura que da origen al cosmos Archimboldiano, el cual, junto al nicho geográfico de Santa Teresa, concentrarán el alma y epicentro de esta fiesta en penumbras. Aquí se presenta, como en el Pentateuco, la confusión de los idiomas y la dispersión de los pueblos, situación encarnada en los cuatro críticos, que no son otra cosa que cuatro lenguas y nacionalidades diferentes, en este caso: inglés, español, italiano y francés. Se destaca como la parte más cosmopolita de toda esta gran joda, triste, emotiva, trágica, tierna, cómica, que es 2666.

Benditos o malditos críticos y lectores, pero el autor, el escritor o el poeta, sólo existen gracias a ellos, a su afecto sincero o de groupies fanáticos. He aquí el matrimonio infame, el del autor y sus lectores, junto a la amante Crítica, perfecta o imperfecta, bella o fea, pero necesaria, conformándose así el triunvirato pérfido. Lugar del crimen: el maravilloso hotel "Gutenberg".

Metáfora de Noé, el aquí fantasmagórico escritor alemán Archimboldi (soldado derrotado y "que escribe como si no fuera europeo"), representa y significa la primera Alianza con la humanidad, en este caso, los cinco célibes y solitarios críticos, todos del viejo mundo y parásitos del genio de Benno Von Archimboldi.

Y no se diga más, tan sólo digamos que estamos ante los preliminares (peso mosca, peso welter) de esta gran noche, este gran estelar que es 2666, verdadero peso pesado que pelea de fondo y hasta la muerte. Esta parte representa y pasará a engrosar aquella larga y manida lista de las novelas de campus, esto, bajo el guiño de la parodia claro está, escenario o ring donde pululan los famosos congresos de literatura, los académicos, las chicas y chicos bien, en resumen, ese mundo de "las universidades (criaderos de atorrantes) ("2666", pág 985, La parte de Archimboldi, Libro 5, Deuteronomio)". 

Imperdible de esta parte: la página 139, donde aparece y habla el personaje llamado el Cerdo: un trasunto (calcado) de lo mismo que practica nuestro ex-presidente del senado (cuando está en campaña sobre todo), el demócrata cristiano Andrés Zaldívar Larraín. Tienen que puro leerlo. Y no es chiste, pues el chico Zaldívar lo practica de verdad, y si no me creen, bueno,  que algún periodista valiente, por TV, le pregunte. Otras páginas imperdibles son la 161-163, donde el narrador les da duro a los académicos y/o intelectuales, golpeándolos como bombo en fiesta.

La parte de Amalfitano (Libro 2, Éxodo). Sí, Leer es lo mejor, leyendo nunca se pierde el tiempo, pero hay que afrontar sus consecuencias, las que llevan sólo a tres caminos: el de la sensatez, la falta de tranquilidad o la locura. Estamos ante la parte más breve, más triste de esta Obra Gruesa. Símbolo de la alienación, neblinoso límite entre la cordura y el desquiciamiento. Digresiones varias, abandono, Tánatos y Eros, enfermedad, todo se presenta aquí al borde de un ataque de neura. Cementerio y manicomio entre los bosques del País Vasco, libros y muchos nombres de autores, cochambre enfermiza para una irremediable soledad, se asiste acá a la estampa síquica de Oscar Amalfitano, un experto en Archimboldi, según dice alguien por ahí en la parte de los críticos (Libro 1, Génesis). Bien, el protagonista Amalfitano, profesor de filosofía chileno, y quien paulatinamente comienza a hablar solo, es una versión posmoderna de Alonso Quijano, un Quijote que ya viene de vuelta, de casi todo, pero sin tierra, sin un lecho donde caer enfermo. Des-romanticismo, orfandad intelectual (y afectiva) de quien ha leído mucho, demasiado.

Símil y contra símil de los israelitas en su travesía por el desierto (el Pentateuco otra vez), se vislumbra acá una tierra prometida flotante, sin asidero en ningún mapa, constatación de la personalidad del viajero moderno y cosmopolita, quien no por mucho viajar (huir) madruga más temprano. Corolario: un deshabitante del mundo que llega a parar a un pueblo a orillas del desierto (Santa Teresa como un telón de fondo atroz de toda esta mega historia, una ciudad pseudocivilizada y sangrante). Otra vez aquí el paisaje yermo, persistente, como el viento infernal de Luvina o la tierra llana de Comala, el desierto, ese gran mar de olas y espejismo, metáfora seca de lo que llevan dentro de sí casi todos los personajes de esta novela, personajes que se quedan dormidos con la tele encendida. Híjole, hace poco dije que esta es la parte más triste de este andamio. Y sí, en cuanto a atmósfera y todo, es la más melancólica, aunque no la única claro. Todo es triste cuando se refiere a Chile por ejemplo (pág 253), donde Amalfitano recuerda a su padre italiano y su afición por el boxeo chileno. Pero y en todo caso, el "triste destino de nacer en Chile" se transformará luego, adentrados en el último bloque, en el triste destino de haber nacido en cualquier lugar o bajo cualquier nacionalidad, puesto que todos son unos asquerosos cerdos, como muy bien dice el cojo padre de Archimboldi, veterano de la única Gran Guerra y sembrador intelectual de la Segunda: "Los galeses son unos cerdos, unos cerdos absolutos, los ingleses también, pero un poco menos que los galeses. Los escoceses son más cerdos que los ingleses y sólo un poco menos cerdos que los galeses. Los franceses son tan cerdos como los escoceses. Los italianos son lechones. Lechones dispuestos a comerse a su propia madre cerda. De los austriacos se puede decir lo mismo: cerdos y cerdos y cerdos. Nunca te fíes de un húngaro. Nunca te fíes de un bohemio. Te lamen la mano mientras te devoran el dedo meñique. Nunca te fíes de un judío: ése te come el pulgar y encima te deja la mano cubierta de babas. ( "2666", págs. 801, 802, La parte de Archimboldi, Libro 5, Deuteronomio)"

Imperdible de esta parte: las páginas 221-226, donde Lola e Imma visitan el manicomio de Mondragón, lugar en que vegeta –entre humo de cigarrillos y pastillas- el poeta español Leopoldo María Panero, a quien Bolaño no lo trata por su nombre por supuesto, ya que sólo se refiere al loco como "el poeta", y esa es la gracia.

La parte de Fate (Libro 3, Levítico). El Levítico está dedicado a los sacrificios y otras leyes rituales prescritas para los sacerdotes de la tribu de Leví. Bueno, el personaje Fate, Oscar Fate, periodista de profesión y protagonista de esta historia, si bien no es sacerdote ni monje de ninguna especie (aunque lleva bastante tiempo sin el calor de ninguna mujer), representa, qué duda cabe, al iniciado, sobre todo ahora, que ha vuelto a nacer -aunque no lo quiera- ante el repentino cadáver de su madre, sí, como Mersault en El Extranjero de Camus. Por otra parte, el afroamericano se ve obligado a realizar un viaje (iniciático) a la frontera. Fate debe aprender nuevas leyes de culto (el boxeo por ejemplo), nuevas enseñanzas morales, nuevas normas sociales, las de los narcotraficantes o costumbres de México, respectivamente.

Fate aterriza y accede a otro mundo, por accidente, y cual recién llegado, cual recién arribado a otro planeta, acepta el Tao, camina, va de un lugar a otro, como El Principito del aviador perdido, pero aquí, no en el Sahara sino en pleno cactus, corazón del desierto de Sonora. Fate comienza a visitar acampados, barrios miserables, fuentes de soda, bares y discotheques, junto a habitaciones que son como el infierno, etc., preguntando y preguntando (pero sin jamás encontrar las palabras calmas o sabias del  zorro), siempre en busca de alguna respuesta, y sacando la foto, como quien dice. Y Rosa (el trasegado personaje de Rosa, a la que le tomamos cariño, a la que aprendemos a querer y cuidar como si fuera nuestra propia niñita, nuestra propia hija que nunca tuvimos), como en La Comedia del italiano, será su Virgilio, sí, ¿pero hacia dónde? Pues no es ésta la única parte de final abierto en la novela, ya que todas lo son.

Por último, habría que añadir que la parte de Fate es un homenaje a la prosa norteamericana, a su capacidad innata para la elipsis, los diálogos y acciones. Dentro de una lista interminable de autores, nombremos solamente a uno, al que se condice más con esta parte: Raymond Chandler y su Largo Adiós.

Imperdible de esta parte: las páginas 320-323, donde el negro Seaman, ex Pantera Negra, perorata acerca de todo tipo de astros: estrellas de cine, estrellas de mar, estrellas de cielo. Un monólogo memorable que nos entrega su autor, sí, al igual como lo hiciera, y de manera ubérrima, en "Los detectives salvajes".

La parte de los crímenes (Libro 4. Números, y que en hebreo también se conoce como Ba-Midbar, "en el desierto"). Su encanto y su desgracia, su desencanto, su gracia, radica y se sostiene precisamente en su "pelá de cable", en el despliegue de su prosa lata, la que por supuesto causará y ya le ha causado aburrimiento, hastío y fastidio no a algunos sino a muchísimos profesores, críticos y lectores. Porque está claro que múltiples curiosos / buitres de la necrofilia del 15 de julio, llegados a esta ruta pedregosa, a este akalché, tuvieron y tendrán la necesidad de practicar un clinch, término boxeril que no tengo tiempo, lamentablemente, para dilucidarles ahora. Pero no se culpe a nadie, ya que esta parte es un verdadero tour de force para el lector, cumpliéndose, en todo caso, el objetivo propuesto, ser la valla, la barricada infranqueable expuesta al sol de la tontería, como le llamaba Baudelaire a la publicación de un libro y a su ulterior (necesaria y vergonzosa) presentación al público. Y si bien para algunos será siempre un verdadero ladrillo o "la" parte más aburrida de esta obra, lo cierto es que cumple a cabalidad con la críptica y total metáfora concebida por su autor, donde fondo y forma, contenido y continente confluyen, prosodia e imágenes que se van repitiendo, hasta el cansancio, en aras de una sola idea: de que asistimos a una sensibilidad importantísima y particular, la nuestra, nuestra propia sensibilidad, pero ya muerta, en cuanto lectores y espectadores del mundo. Es en esta parte donde el narrador omnisciente (Arturo Belano, según Bolaño, pero qué importa), luce toda su técnica y capacidad apelativa, logrando su objetivo -como las noticias locales o del mundo- que es el de aburrir. Párrafos casi mecánicos, sólo estéticos en ocasiones, cierto, pero morales o éticos siempre. No en vano es la parte donde más se describen imágenes de TV, y nuestra relación con ella. Cambalache siglo XXI, statu quo, todo sigue igual, nada cambia. En definitiva, hartazgo y vacío bajo un abigarrado telón de fondo, donde nosotros, como lectores, también pasamos a ser parte de este subdesarrollado e infernal obituario, perdiéndonos entre la multitud de nombres, o el cementerio. Cada lector deviniendo Sísifo.

Respecto a lo anterior, habría que decir que Jarry, Proust y Joyce fueron algunos de los primeros en atreverse a practicar el masoquismo literario, esto, en cuanto a exigirle algo al lector, sabiendo que lo más seguro es que recibirían todo tipo de tomatazos, colas de apio y lechugas, incluso de aquellos snob (raza imperecedera) que dictan cátedra, con emolumentos inclusive, volteando eructos de erudición.

Pero no todo es insolencia para las butacas, seriedad o denuncia en esta parte, por el contrario, en este monumental ladrillo, en varias ocasiones podemos sonreír o reír a carcajadas, así, a secas, según sea la sensibilidad o nerviosismo de cada lector. Hablo de la risa, que no para otra cosa trabajan los novelistas o cuenteros geniales, pues, ¿qué otra cosa es si no la irrupción del joven personaje, presentado de manera juguetona y con un nombre a todas luces memorable, como es el caso de Lalo Cura? Bueno, este muchacho se nos presenta como una especie de catalizador, un recreo, filtro y símbolo de la distensión ante tanto aire enrarecido, por la sangre, por la pobreza, la corrupción y el subdesarrollo.

Su alegoría, su equivalencia con el Pentateuco, fácil: en los Crímenes nos enfrentamos a la enumeración de cientos de shemots o nombres, bajo un variopinto paisaje de gente viva o muerta, en un sitio eriazo, en la cárcel, en la calle, en el bar, en sus casas o trabajos, mas todos en el desierto, en este caso, de Sonora.  El libro Números, de la Biblia, también transcurre en el desierto (el de Sinaí),  lugar donde se realiza un censo y la enumeración de las tribus israelistas.

Por último, digamos que esta parte de los Números, es un homenaje a la novela latinoamericana, a la antigua novela indigenista o criollista, que era realista, morosa, lenta, documentada, pero que en esta ocasión, de manera objetiva y actualizada, está hervida y se nos presenta bajo la cocción y los ingredientes de la parodia o la risa, del humor suave, tierno, sutil, jamás estridente, pues con el pueblo no se juega, aunque sigan jugando, los de siempre, los vulgares: los economistas, los políticos y pseudoartistas de siempre. En consecuencia, la parte de los crímenes representa nuestra indiferencia ante el asesinato o la muerte, ante las vidas de Carolina Fernández Fuentes o Aurora Muñoz Álvarez, indiferencia ante la gente común y corriente, ante el pueblo y los pobres que nos molestan. Una peguita, un trabajito, una monedita por el amor de dios.

Imperdibles de esta parte: páginas 692-698, donde se hace referencia al árbol genealógico de Olegario Cura Expósito, más conocido como Lalo Cura. Imperdible también, por su patética ternura de enamorado romántico y unilateral, la parte del cámara de películas snuff, J.T.Hardy (págs. 679-680). Ah!, se me olvidaba la página 466 y otras, acerca del paradero de muertas, donde se habla del  vertedero, del basurero clandestino El Chile, metáfora perfecta para el país de la iniquidad y la soberbia, país del robo y la sangre, la pobreza y el clasismo. Chile, en el umbral de su Bicentenario, país de muchas leyes pero de ninguna ética, un basurero, clandestino. Disculpadme el panfleto.

La parte de Archimboldi (Libro 5, Deuteronomio). Y es así como llegamos al rondís de este anfiteatro, al músculo de este verdadero peso pesado. Partamos diciendo que Deuteronomio significa Segunda Ley, y fue llamado así por estar ubicado en la Biblia después del conjunto de leyes que ocupan los libros del Levítico y de los Números. Sin embargo, fue escrito antes que éstos. Al respecto, no vamos a hacer mayores comentarios ni a realizar ninguna exégesis, tan sólo digamos que Benno Von Archimboldi es Moisés, el elegido de Dios, separador de las aguas. Y que al igual que en el Pentateuco, esta es la parte donde se habla del delito y el estado de guerra entre naciones.

Esta es la parte biográfica de cómo nace o puede hacerse un (gran) escritor. Esta es la parte más paródica de todas. Por otro lado, se asiste acá, y en ocasiones de manera magistral, al relato lento, pausado, decimonónico, de la más clásica o aristocrática novela europea.

Esta es la parte de Hugo Halder, el sobrino rapiña del barón, la parte de la baronesa Von Zumpe, la parte de Lotte Reiter y el amor (espiritual) entre hermanos, la parte de los papeles o "el cuaderno de Ansky" y la de Efraim Ivánov, escritor ruso de ciencia ficción; esta es la parte del poeta medieval Wolfram Von Eschenbach y sus versos "yo huía de las letras, yo no poseía artes /mi estilo es la profesión del escudo". Esta es la parte, aunque lateral, de México nuevamente, siempre México, metonimia de Latinoamérica. Esta es la parte del ayudante de ametralladorista, del portero en un bar, del vigilante nocturno y el putero; esta es la parte de Hitler, de Benito Mussolini y Benito Juárez, también la del libro robado Algunos animales y plantas del litoral europeo. Esta es la parte donde el narrador se divierte con la figura literaria (de dicción) del polisíndeton, en una variación o recreación idiolectal del mito de Sísifo (páginas 1026-1029). Esta es la parte de los guiños a la novela europea, léase La montaña Mágica, El tambor de hojalata o Las Afinidades electivas de Goethe. Y bien, que cada uno encuentre la resonancia o ecos de la suya, pues estamos en 2666, la novela del Todo dentro de todo, tal como dice Ansky (pág.918) cuando trata de describir el cuadro pictórico de Giuseppe Arcimboldo (1565-1593) llamado El otoño.

Imperdibles de esta parte: Páginas 972-77, donde se cuenta "La historia de la bruja y la chaqueta mágica". La parte del viejo que le alquila su primera máquina de escribir a Hans, notable conversación sobre literatura, página 980 hasta la 86; la parte de la velada en el castillo de Drácula (homenaje a la novela gótica y a la literatura erótica, en esta última entiéndase a Boccaccio y la revista Playboy, obviamente), páginas 861-866. También la página 950, la de los niños polacos, etcétera, etcétera.

               Bien, y aunque haya sido con nuestro regimiento 310 de infantería hipomóvil, perdedor y desertor, la cosa es que ya enfilamos, ya pasamos tropa a las 5 divisiones de este soberbio ejército. Se acabó la glosa, estamos en los descuentos, llegó la hora de rematar.

              Fernando Vallejo, el ya viejo escritor gay colombiano y autor de La virgen de los Sicarios (es más contundente la película de Schröder en todo caso, y esto lo afirmo para seguir en su onda crítica de hueveo), recién, hace muy poco, afirmó que la prosa de Bolaño es paupérrima y, aunque exagerado, en cierto sentido tiene razón, pues, no se encontrará aquí el lenguaje o estilo de El siglo de las luces, de Paradiso o Tres tristes tigres (caldo de cultivo cubano para cierta charlatanería neobarrosa). El amargado pero simpático polemista de Medellín, se olvida que el objetivo final de una novela es la historia misma y no tanto su cáscara. Claro, por supuesto, en literatura el "cómo" siempre importa, la novela debe estar siempre literariamente narrada, mas no necesariamente una prosa es mejor por su pirotecnia verbal o de cascabel sonoro pero vacío. El desbarrancadero, la onda de Bolaño va por otro lado, ya que el autor chileno, en sus escrituras de prosa llana -y sobre todo en ésta su novela más Aristotélica- hace toda su apuesta por la trama, por el argumento, por el hilo conductor, a la manera de Auster, de Houellebecq, de Bukowski, de Martin Amis, todos autores que de yegua loca o de pavo reales no tienen nada. Pues, ¿para qué localismos o exuberancias gratuitas, de loquitas o amariconados? Los escritores recién mentados están lejos del preciosismo, del caracoleo o uso de los arabescos en la prosa, una prosa en todo caso, que no está exenta o a la que no le faltan paisajes de verdadera poesía, una poesía tierna, triste, sucia, prístina, directa, puesto que "toda la poesía, en cualquiera de sus múltiples disciplinas, está contenida o puede estar contenida, en una novela...(Hans Reiter respondiéndole a su amada Ingeborg, "2666", pág.969, , La parte de Archimboldi, Libro 5, Deuteronomio)".

              Con respecto a lo mismo, es decir a lo de la prosa pobre a la que se refiere el colombiano, como anécdota, habría que señalar que Roberto Bolaño es el joven que descubrió, por ejemplo, la literatura rusa en papel roneo y con traductores al español anónimos, en ediciones populares de la antigua casa editora Quimantú, y que su jerga sería, posteriormente, la jerga de quien ha leído y se ha criado leyendo libros de Anagrama o del dipsómano Carlos Barral,  libros que en todo caso "no le importaba prestar o perder o que se los robaran (pág. 211, "2666", La parte de Amalfitano, Libro 2, Éxodo)".

               ¿Quién dijo que la novela, realista más encima, había muerto? Otra constatación: hacía mucho tiempo, desde 1842, con Las almas muertas de Gogol por lo menos, que un autor, dentro de una novela portentosa, voluminosa, como es esta, no le entregaba tanta dignidad a sus personajes. Sí, ya sé, me dirán, ¿y qué pasa con Los Hermanos Karamazov, o con (a estas alturas empalagosa) Cien años de soledad? Bueno, les respondo de inmediato, estamos hablando de cosas diferentes; aquellas novelas tienen personajes, y muchos, pero no conforman, no alcanzan a llenar un estadio, me refiero a un estadio repleto de público y donde más encima cada uno de sus asistentes puede transformarse, a cualquier descuido, en cualquier momento, en protagonista del juego. Aquí asistimos a algo diferente, porque en 2666 estamos ante la sensación de que en cualquier recoveco –dentro del laberinto technicolor de caracteres que presenta el arte de esta novela-, el lector puede tomar, hacer un close up y seguir a cualquiera de uno de estos personajes, al personaje de su afecto e incumbencia. Casi todos personajes que se presentan, cual madejas de un ovillo de lana o hilo interminable, como verdaderos Frankenstein que el autor crea y luego hace desaparecer, arbitrariamente, cuando le place, en cualquier lugar o en el momento menos  oportuno. Y esa es la gracia, casi una tarea para la casa, que el lector pueda y se sienta capaz de crear su propia novela con cada uno de estos potenciales protagonistas. ¿Y qué es esto, qué significa, sino más que el arte de la verosimilitud, el talento de narrar, el talento de contar? Vallejo Fernando, no te dejes influir por tus prejuicios puristas de la lengua, lee primero y luego opina.

              Por último, sensación de estar frente a un gran largometraje, donde se podrían extraer varios y variadísimos cortos. Sensación de que podríamos estar hablando horas acerca de este libro, antes o después de una visita a "Asuntos Internos", comiendo en el "Restaurante El rey del taco", o bebiendo mezcal "Los suicidas" en el bar "Los Zancudos" o "Los Primos Hermanos". Una sensación de lector-oyente y déspota, como el sultán Schahriar en Las Mil y una noches (1001 noches), quien expectante, atrapado, va siguiendo la trama que sale de los labios de su cautiva, pero con la sensación y la esperanza que el condenado Bolaño, como la reina Scheherazade, finalmente, logre ser perdonado y absuelto.

 

 
     

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