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		LA CIUDAD Y SUS MALES 
		 
		
		Por Gloria Valencia 
		 
		  
		  
		  
		
		Concluyen las 
		vacaciones,  regresamos a la vida cotidiana,  en nuestras maletas 
		traemos los recuerdos, los paisajes de  playas, selvas, bosques, 
		montañas, poblados, ciudades  y muchas reflexiones. 
		
		   Recorriendo 
		caminos y   carreteras, pasando por  pueblos: mineros, serranos, 
		mágicos, históricos, industriales, comerciales y ciudades medias de la 
		República Mexicana,  nos damos cuenta de que hoy la mayoría de éstos 
		padecen de graves  males; “el desorden, la mediocridad, y la 
		destrucción” provocados  principalmente por las distintas 
		presidencias municipales y la  población. Pero no tenemos que ir lejos 
		para darnos cuenta del caos, para “muestra  un botón”, tenemos a 
		Tulancingo.  
		
		    En las entradas 
		flanqueando la carretera se observan grandes espectaculares, puestos, 
		talachas, deshuesaderos, contaminación visual, aérea y acústica;  no 
		pueden faltar los topes de todo tipo, y qué decir de los baches y los 
		chipotes de chapopote hechos con la nueva técnica para 
		taparlos, dando un aspecto terrible al conjunto urbano y dañando los 
		autos. 
		
		La pésima 
		señalización hace que tomes rutas distintas, no se sabe si vas acá o 
		allá, la nomenclatura no existe y todo visitante se siente desorientado.
		 
		
		   Regresando a otras 
		ciudades como Chalco,  Texcoco, Mixquiahuala, Tula, Pachuca o 
		cualquier otra, los choferes en su mayoría no conocen la cortesía y 
		todo lo arreglan “a mentadas”, llegando a los centros históricos 
		el panorama se agrava por el tráfico vehicular, si eres turista y peatón 
		peor, porque  si no hay un puente peatonal,  un semáforo en la esquina o 
		en vías rápidas, corres el peligro de ser arrollado,  los agentes de 
		tránsito “brillan  por su ausencia”, la basura, el ruido, 
		smog y malos olores están en calles importantes, y por todas 
		partes.          
		
		   El patrimonio 
		edificado y la arquitectura artística son abandonados por los 
		propietarios, el INAH y el INBA “ni sus luces”, ajenos en 
		la mayor parte del país a la destrucción del legado  cultural que 
		ejecutan los servidores municipales y estatales.  Como ya se ha 
		planteado el crecimiento de estas ciudades ha sido explosivo y 
		desordenado, el panorama es de caseríos grises en los cerros donde la 
		población sufre toda clase de carencias,  y las ciudades muestran la 
		terrible cara de la desigualdad social.  
		
		    Hoy, la obsesión 
		por modernizar está borrando toda la esencia de nuestros pueblos y 
		ciudades como lo describió ARTEMIO DE VALLE ARIZPE: 
		
		   “Tienen alma las 
		ciudades que conservan las huellas de los pueblos que las formaron. 
		Tienen alma, en fin, aquellas otras en las cuales el campo o el mar les 
		dan una fisonomía especial, nostálgica y evocadora… 
		
		   Activa ha andado 
		la  piqueta municipal y la de los particulares en deshacerlo, mandada la 
		inicua destrucción por inconsultos señores, con enconado aborrecimiento 
		a lo que es tradicional, histórico… 
		
		     También con 
		obstinado  empeño se le mudan los nombres a las calles de México, para 
		rebautizarlas con uno escogido al acaso entre el barullo ocasional de 
		falso americanismo…,” CALLE VIEJA Y CALLE NUEVA   
		
		           Con la 
		obra pública se encubre de todo, menos lo que se declara y no se debe a 
		las necesidades de la población, eso corresponde a intereses 
		mercantilistas; así se construyen bibliotecas, plazas, centros 
		educativos  y culturales, con lo cual se destruye el Patrimonio 
		Cultural.  
		
		Es urgente que a 
		nivel nacional se tomen medidas para revertir estas anomalías y tengamos 
		ciudades, más seguras y habitables, que recobren su belleza, con planes 
		de restauración diseñados y construidos por expertos.  
		
		Hasta la próxima.  | 
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