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        Viaje a Calingasta, al II Encuentro Comunitario Internacional de 
        Escritores, San Juan, Argentina, septiembre de 2006,
        
        
        Entretejiendo desde el hacer de las palabras     
        
        ... Viaje a Calingasta 
          
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            ... y cuando Calingasta era una fiesta no obstante sus vientos 
            arrastrando el polvo, sus terragales levantándose y cubriéndolo todo 
            tras de sí, el zonda caliente y quemante... la resequedad en la 
            garganta y esa sensación de que finalmente el viento termina 
            llevándose todo... pero no esos días en Calingasta, no esos campos 
            al pie de la cordillera majestuosa coronada de encaje...  quedan 
            firmes e inamovibles como sus álamos que guían en una vereda hacia 
            los recuerdos, esa fiesta en Calingasta, esa fiesta de lecturas y 
            poesía, de histrionismo y recitación, de discusiones bizantinas, de 
            cantos y guitarra, de risas hasta el llanto y de llanto silencioso, 
            de expresiones independentistas y la rebeldía innata de los 
            creadores.  |  
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            Fue la Finca Lloveras la causante, sí, a donde yo llegué atraída por 
            un llamado extraño, quizás por algo que el viento me sopló al oído. 
            Y allí arribamos, Nely con su colección de detalles, Lily con su 
            colección de obras plásticas y comentarios muy a tono con el clima. 
            Los bolivianos con sus discursos, los políticos de René Aguilera y 
            los médicos del Dr. Torrejón quien repartía apodos a cada uno, el Dr. Guzzo, 
			marido de Nely, y su conversación sin final, y la interceptación de los poetas 
            chilenos el filosofal 
        
        
        
            Rodrigo Landaeta
            y su cómplice Miguel Ángel Rojas que extraía 
            textos del bolsillo del pantalón, donde un rollo de hojas sobresalía 
            como macana a sus espaldas. 
            
            
            
            Hugo Barbero
            con su actuación vigorizante, el 
            joven viajero Telfor Pozo que tardó seis días en llegar desde Ecuador con 
            su guitarra, 
            
            Gabriela 
            Robledo 
            
             y su manifiesto feminismo, la voz de 
            
        
            
            Darío Lobato
            vibrante de imágenes, la orquestación de la chilena 
            
            
        Daniela Gutiérrez
        
             por esa 
            fiesta de lecturas... y la discreta Celina llamando a la prudencia 
            mientras las argentinas 
            
            Doña
            Juana 
            
            y 
            
            María
            la loca* 
            
            se hacían presentes en cada tarde brindando con el mexicano 
            
            
            
            
            Pulque para dos... |  
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            –O, ¿habrán sido los causantes Luis Balderramo y su familia, 
            anfitriones de la finca, con su cálido recibimiento...? |  
            | Y se conjuró, los ingredientes estaban ahí –en atenta escucha,  vociferantes, lúcidos, discurriendo en torno al oficio de escribir, 
            sus avatares y nuestros textos–. Como alquimia ejercida por las entrañas de esa cordillera que 
            esconde una codiciada riqueza, a través del viento esparció los 
            polvos mágicos de Calingasta, como si los Andes quisieran extenderla 
            hasta mí y obsequiarme oro, ese
            
            oro que empresas extranjeras 
            
            
            
            pretenden extraer 
            dejando oleajes mortales de cianuro. |  
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                 Llegué al encuentro 
            por invitación de su organizadora, Ma. Esther Robledo,
            con el nombre de esa tierra reverberando en 
            mi mente, con la curiosidad que suscita todo viaje y mi vena de 
            traductora latiendo, pero con una sensación de familiaridad. Y aun 
            cuando debía sentirme extraña en este contexto que visitaba por 
            primera vez, y sentirme ajena al acento de tantos argentinos juntos, 
            aun cuando me repetía a mí misma que debía sorprenderme de su 
            franqueza que no había vivido nunca en esta forma masiva, y, 
            después, con esa ausencia de actitud clasista que fui observando y 
            que por fuerza debió llamar mi atención al enfrentarla a la que 
            prevalece en mi país, los recibí con la naturalidad de quien los 
            conoce (o los añora) desde siempre, y aun cuando debía provocar mi 
            desconcierto el sentirme como en casa desde el primer día, sólo me 
            conmovía y, por si fuera poco, la hospitalidad me llegó hasta la 
            médula, no obstante la mexicana.  |  
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            Y, retomando las palabras de 
            
            
        Daniela Gutiérrez, 
            'en todos lados se cuecen habas', al igual que en otros encuentros, 
            escuché lecturas excelentes, otras malas o regulares, textos 
            magníficos y otros muy pobres, y el tiempo siempre fue insuficiente. 
            Tan se cuecen que la lluvia de egos pertenece a todos los países, 
            sí, pero en cuanto a que el ego del escritor sea como el porte de un 
            rascacielos difiero de Daniela, más bien un ego de esas dimensiones 
            puede ser de cualquiera, la mala suerte es cuando alguien con ese 
            ego resulta ser también escritor, es decir que una cosa no 
            necesariamente se asocia con la otra, ser escritor no necesariamente 
            implica tener ese ego. Y aunque, al igual que ella, observé ese 
            descomunal ego en algunos escritores como lo he visto en otros 
            oficios, sí percibí autores desenvainando la espada por defender su 
            labor, quiénes sino nosotros mismos hemos de defenderlo, quiénes 
            sino los propios autores, sobre todo si aparece alguien que ataca 
            nuestra creatividad, alguien que ni siquiera es creador o alguien 
            como si fuera el Premio Nobel o como si tuviera la autoridad 
            académica para despreciarnos –estoy segura de que un Premio Nobel o 
            aquel con la más alta autoridad académica jamás haría menosprecio de 
            nuestro trabajo–. |  
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            Como suele suceder, estas experiencias sólo sirvieron para reafirmar 
            los lazos que propició el encuentro, y se entretejió desde el hacer 
            de las palabras la cohesión de los grupos, la identificación, la del 
            Grupo Lloveras, de los que se fueron adhiriendo, mi afinidad con 
            toda esta gente que conocí 
            y su cultura.  |  
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            Al final, el periplo, promesa de un funcionario como apoyo a mi 
            labor cultural y literaria que no cumplió por negarme a fungir de 
            ‘nana’ 
            a cambio de su 'apoyo', 
            lo estoy 
            
            cubriendo 
            con creces que bien los compensan el oro que se esparció con los 
            polvos mágicos de Calingasta... y las habas universales.   |  
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			Cristina de
            la Concha, 
            en Tulancingo, 
            Hgo., México |  |  |  |  |  |  | 
          
        Viaje a Calingasta, 
        por Cristina de la Concha 
            
        
        I I Encuentro Comunitario Internacional 
        de Escritores 
        San Juan, Argentina 
          
        
        
        Crónica de la chilena
        
        Daniela Gutiérrez Burgos
             
          
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            | *El patio de Juana 
            
            de Darío Lobato |  
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            y 
            
            María
            la loca 
            
            de Hugo Barbero |  
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