Siempre en su Santiago de Chuco,
Elena, entre sus hornos de barro
de esa gran cocina de piso de tierra,
o en su patio repleto de semillas,
que las mujeres lavaban, seleccionaban
y en los morteros de piedra molían.
Hoy todavía puedo verlo,
donde las manos laboriosas
de las mujeres junto a las suyas,
celebraban la vida.
Cómo olvidar nuestra caminata,
hasta llegar a su casa del cerro
para darle agua a los cultivos,
y girar y girar entre ellos y el cielo
viendo pastar los becerros,
después de cruzar ese río de piedras
y cristalinas aguas.
Cómo olvidar, cómo olvidar
la ceremonia del sol,
cuando sus rayos aparecían gozosos,
detrás de los cerros,
esos que recorrió César Vallejo
y que tanto amó…
Cómo olvidar…
Cómo olvidar…
Si todo está ahí…
tan puro,
como en aquellos tiempos.