CENICIENTA BRAVA

Aún tratando de ser yo misma

no aprendí a tener los pies en la tierra,

me pedían que fuera árbol,

muro, cueva sin misterio...

yo me sentía de agua: delfín,

de aire: cóndor, cenefa de viento.

En la gran lotería del universo,

no escogí el número acertado,

quise ser un veinticinco

y resulte ser un sesenta y nueve,

quise ser una vocal

y me permutaron

por abecedarios completos.

No comprendo esta vida de calendarios,

esterillas en el hombro

y divisas en el bolsillo:

el mundo está mal hecho,

o yo estoy mal hecha para el mundo…

cualquiera de las dos me vale.

Mas, si fuera menos caótica,

menos humana,

más sarcástica…

¡no estaría a gusto conmigo misma!

Tal vez debería escalar una montaña,

o jinetear una estrella:

chance y todo se vería más hermoso desde arriba.

¿Porqué crecemos con cuentos de hadas

y finales felices?

Una confunde los príncipes azules

que no dejan de ser otra droga de autodestrucción

y auto insatisfacción.

No siempre se nace princesa

y yo siempre fui y seré cenicienta brava.

¡qué muñequita de jade o porcelana!

Debí tener la habilidad de metamorfosearme,

por algo que me atrajera como…

como una guerrera contra la Iglesia

como un fenómeno callejero

o una puta sin necesidad de dinero:

cualquier ente que no obedezca órdenes.

Desprecio cualquier cosa

con tal de estar feliz conmigo misma.

¿Por qué vivo, por qué muero?

¿Por qué de la risa , por qué de las lágrimas?

Creo que capto ondas venidas de otro mundo.

Nunca tuve los pies en la tierra,

pero más de una vez he conseguido

hacer del lodo  en mis pies…

mariposas.