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29.Nov.16

 
   

CARLOS SANTIBÁÑEZ ANDONEGUI

       

“Ya estás tendido para siempre… tendido” (invocación de Fidel Castro)

 
         

 

Columna dominical por el Poeta Carlos Santibáñez Andonegui

Fidel Castro estuvo en internados jesuitas. Fue cuando estudió derecho en la Universidad de la Habana, que se empezó a juntar con valentones. Fue bueno y fue malo. Ha dicho Enrique Krauze con la propiedad que lo caracteriza, que ahora que acaba de irse del mundo, no es momento de criticarlo. Todo estaba listo para entrar al Congreso en ese junio del ‘52, cuando la historia le metió a él y su equipo un jalón de orejas.

El 10 de marzo de ese año el ex sargento Fulgencio Batista, dio un golpe de estado. Fue entonces cuando Castro tomó partido por la acción más resuelta y provocó el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio del ’53. Sin embargo fracasó en el asalto y al ser sentenciado a cárcel escribió su alegato “La historia me absolverá”. Fueron condenados él y su hermano Raúl mas por fortuna dos años después los moncadistas fueron amnistiados y así se vino a México. Aquí como se sabe conoció al che Guevara. Se les veía andar por las librerías de viejo del centro. El comandante Fidel no era prácticamente conocido sino por sus amigos. Uno de los que más comprendieron al che y a Fidel fue Eduardo Galeano, el autor de Las venas abiertas de América Latina, y una entrevista al Che en Nosotros decimos No.

Es imposible que estuvieran en México sólo para departir amenamente en el departamento de la colonia San Rafael. No le demos vueltas. Aquí planearon la revolución cubana. ¿Quién los atendió? No olvidemos con quien hizo Fidel sus internados: jesuitas. Si alguien estaba interesada en contener el furor del “coloso que avanza el pie”, como dijera el poeta mexicano, era precisamente la Iglesia.    Aquí los forajidos encontraron tamaños a preparar el desembarco del yate Granma, que se produjo el 2 de diciembre de 1956 en la playa de Las Coloradas, Cuba oriental. Siguen después 2 años en Sierra Maestra y ¡sacan a Batista! Estratega de forma y buen consejo, desplazó Fidel al ejército de Batista y el dictador huyó en la madrugada del primero de enero del ’59. Fue así que pudo lanzar su ley agraria para expropiar latifundios azucareros.

El movimiento pegaba, tenía madera. Tan estaba fundado en la conciencia noble de la naturaleza humana, que la literatura lo atrapó luego luego, siendo que entre poetas ya se sabe que el plazo de la recepción es muy lento. No así en la Cuba de Fidel, donde el triunfo de la revolución cierra el periodo anterior y abre uno nuevo en la historia cultural de la isla. De esta manera nacen 2 generaciones, imposibles de pensar sin Castro y la revolución cubana:

La Ia. Promoción de la Revolución, se compone de poetas que habían comenzado a publicar a finales de la década del 40 y por ello tuvieron escasa participación activa en la lucha armada contra Batista.

Carlos Franqui funda la revista: Lunes de revolución. Le seguiría la Revista: Casa de las Américas, y así se fueron juntando Fernández Retamar, Fayad Jamiz, Rolando Escardó, Pablo Armando Fernández, a los que posteriormente se unieron Arrufat, Álvarez Bravo y Suardíaz.  Mientras tanto, Castro está en el momento en que la educación y la salud pasaron a ser universales y gratuitas. Y los poetas, más hechos a demarcar su territorio respecto de la generación vieja, la del grupo de “Orígenes” (Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego), y los más jóvenes (de la que surgiría la 2ª,generación revolucionaria, la que se conoce como Segunda Promoción de la Revolución, que a examinar críticamente a Castro, el nuevo guía, no reparan bastante en que ya en junio, Castro abandonó la promesa que había hecho al principio, de celebrar elecciones en 18 meses. Estaban ya corriendo los primeros pasos del llamado embargo económico impuesto a Cuba por Estados Unidos, y había ya desencuentros y agrias tensiones. Pero eso no obstaba para apreciar en toda su valía el libro Vuelta de la antigua esperanza, (Fernández Retamar) en cuyo poema “El otro” se plantea la angustiosa realidad revolucionaria en toda su grandeza y dolor:

 

¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,

Sus huesos quedando en los míos

Los ojos que le arrancaron, viendo

Por la mirada de mi cara… en la sobrevida?

 

En el poemario Buena suerte viviendo, Roberto interioriza aún más el tema revolucionario. Otras aportaciones: Pablo Armando Fernández, con su crucial novela Los niños se despiden, y su poesía tan fresca en que le dice a la niña de sus sueños:

“…no vayas al patio/ que el rocío te moja los pies./¿Verdad que aún me reconoces?/ Vengo de empujar la noche con palabras”.

 

Esta poesía contribuyó a que el mundo pusiera sus ojos en Cuba, con un algo de amor y de perdón, siendo que el comandante Fidel andaba ya arrojándose a los brazos protectores de Moscú y comulgando con una ideología que no era bandera original de la revolución.

En tanto, los poetas de la llamada Segunda Promoción de la Revolución o Novísimos, estelarizan una poesía que pretende cantar desde la revolución y no sobre ella.

Manuel Martínez dice de la guerra: “Todos los aviones regresaron a sus bases/ pero no todos los hombres/ regresaron a sus casas./ Pero no estaban todas las casas de los que regresaron./ Pero no todos los que regresaron/ encontraron a todos en sus casas”.

Traza Lina de Feria en el “Poema para la mujer que habla sola en el parque Calzada”.

“Eres patética y extraordinaria./ Si mientes, mientes con tu verdad/ …estoy segura que sabrían oírme si digo/ que eres un personaje de Antonioni o de Buñuel…”

Y por aterrizar de una vez, Pérez Sarduy en su poema “Estoy en la ciudad”…

“Estoy en la ciudad/ donde la palabra revolución/ funciona en el argot habanero como los helados de fresa/ y donde los extranjeros ofrecen/ sus extensas cuartillas/ de paz y de armas”.

 

¿A qué va este último verso?, ¿a qué sabe?, ¡oh, extranjeros, que en nuestros países latinoamericanos, algunas veces saben más que nosotros, pero no que la poesía!

A mí me sabe a Oleg Vladimirovich Penkovski, el coronel del ejército soviético que, en octubre de 1962, en ocasión de la crisis cubana alrededor de la revolución ya triunfante, se comunicaba secretamente con Washington.  Corrían los meses de abril de 1961 a octubre del ’62. Los poetas no paraban de hablar de esta revolución cubana que serviría de ejemplo a cualquier otra. Y nuestro hombre enviaba a Londres 5 mil fotografías sobre diseños de proyectiles soviéticos. Su amigo Greville, era como un magnate británico, especializado en importaciones y exportaciones de material industrial y entre países del bloque socialista y potencias occidentales. Penkovski se hizo su amigo con un fin: llegar a la CIA. Esto le era indispensable para demostrarle a Estados Unidos una cosa, nada más una cosa, que sería crucial en el desarrollo de la revolución cubana.

Greville Wynne andaba muy ajetreado mientras los poetas escribían. Tenía que hacer salir de la URSS unos 5 mil documentos.  Eran documentos secretos soviéticos que recibía naturalmente, del amigo Oleg. Ellos, al parecer, el lugar en el que se veían eran los lavabos del Hotel Ukrania de Moscú.

¡Qué grande es la amistad, pero no precisamente de esta manera! Los amigos que brindaban al Reino Unido la información sobre el potencial soviético, llegaron al borde del suspenso en el otoño de 1962, cuando el presidente de los Estados Unidos de América se hallaba ante la grave decisión de dar inicio o no, al bloqueo hacia Cuba.

Esto fue así, porque ya sabía el presidente que el peligro real de la revolución cubana era la instalación de rampas de lanzamiento de proyectiles soviéticos desde la isla antillana. Había que actuar pronto y bien, de una vez y para siempre. Antes de ordenar el bloqueo, el presidente debería estar seguro que no habría una peligrosa reacción soviética.  El asunto era ya de carácter nuclear. Los códigos estaban en la mente, en los rincones suaves de la Casa Blanca, y del corazón del gobierno de Kennedy surgió la pregunta necesaria, a la CIA, (que ésta transmitió a Penkovski) acerca del potencial ruso, y la posibilidad de una Tercera guerra mundial.

32 horas después de formulada la pregunta, llegó la respuesta: “Las fuerzas nucleares soviéticas no están en disposición de estado de guerra”. Con ello Kennedy, al constatar dentro de la más cruda de las guerras frías, que la Unión Soviética no había alcanzado el grado de desarrollo en la industria nuclear y por tanto, no había riesgo en la estabilidad e integridad de los Estados Unidos de América, autorizó el bloqueo que, como se sabe, detuvo a los rusos y les obligó a desmantelar las rampas de lanzamiento de proyectiles desde Cuba.

Sólo se registraron graves fricciones, y –esto sí- la detención de Oleg Penkovski, que no salió ileso de su enorme aventura, y claro que el misterio no paró ahí; la detención del amigo Greville. A Penkovski le costó la vida. A Castro le facilitó la gloria.

Y si admitimos que los aproximadamente trescientos detenidos a que dio lugar este jaleo, influyeron de cerca en los andamios delicados de la relación polarizada de potencias dentro de la guerra fría, estaremos cayendo del lado de quien piensa que ahí empezó el declive de Nikita Krushov.

Pero ésta es otra historia.

La de hoy se termina aquí, a unas horas de haber abandonado el mundo el héroe de la revolución cubana, Fidel Castro, a quien podemos bien aplicar el verso magnificado del poeta de la revolución cubana, Arrufat:

“Ya estás tendido para siempre… tendido

 

 
             

 

     

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