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20.Oct.19

 
             
 
     
   
     
  La cultura política y la política cultural desde la pupila reporteril, La Nave de los Locos, libro fundamental en la bibliografía de Roberto López Moreno (el poeta, el periodista, en el pulso de nuestro tiempo) acaba de ver la luz en este septiembre de 2019. "Será sin duda su libro de cabecera"

 

 
     
     
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Roberto López Moreno  
     
     
     
     
   Chiapas  
     
     
 
     

 

 
     
 

 

La nave de los locos

por Roberto López Moreno

 

La memoria de González. La memoria de Aznar

 

 

Pero los 500 años de resistencia, no sólo han sido sostenidos por la población indígena, sino por todos los pobres del continente, vasto organismo lacerado del que los indígenas también forman parte. Durante el mundo precortesiano, hubo invasiones de pueblos sobre pueblos y de culturas sobre culturas, pero la invasión europea impuso una modalidad que transformó diametralmente el hecho, cambiando las características que se conocían hasta entonces, al apropiarse los invasores del manejo de los recursos y su explotación con el nuevo criterio de la propiedad privada. Andando los siglos, los despojados de los recursos y su manejo iban a terminar siendo los campesinos y los obreros, en el concepto que de estos estratos sociales se tiene.

La Conquista impuso a los pueblos autóctonos un sistema bárbaro de explotación basado en impuestos, diezmos, encomiendas y repartimientos, y una devastación humana que el sólo imaginarla provoca escalofrío. Barón Castro, en su libro La población de El Salvador, asienta que, para 1524, la población indígena salvadoreña era de 130 mil habitantes y que para 1551 ésta se había reducido ya a 60 mil. Tanto vandalismo aplicado originalmente a indígenas y mestizos se ha extendido en la actualidad a las mayorías pauperizadas. Son los pobres del Sur, sin distingos de etnias ni nacionalidades, los escarnecidos. Ése es el problema real. Así que tendremos que considerarlo: el abuso del Norte = rico. La resistencia (500 años) del Sur = pobre. Felipe Aznar, el hujier español del Norte -perverso personaje de dúo filo- entre otros, está para recordárnoslo.

Al Sur no le queda más que sumarse, configurando un mismo frente de los pobres en busca de los necesarios caminos al futuro, pasando de una resistencia pasiva a otra activa. En tal empeño una tarea fundamental sería la de integrar a las diferentes etnias del continente, no con el criterio del liberalismo, que sólo las ha ultrajado, sino con una actitud de respeto a sus diferencias, pero con una meta común en los órdenes político y económico.

La población de América Latina es mestiza, y por lo tanto también su cultura. Nadie podría pensar en el absurdo de volver al mundo indígena de antes; de la conquista para acá, el mundo ha tenido una trayectoria de 500 años. En estas circunstancias, un enemigo mortal sería la segregación de las minorías. Éste por el contrario, es el momento de sumarse, sin racismos de ninguna especie, configurando un mismo frente de los pobres, dispuestos a convertirse en los dueños de su propia historia.

En una de sus páginas, nos dice el poeta Luis Cardoza y Aragón: “es el pensamiento contemporáneo no racista el que rescata al indígena y lo indígena, no con nostalgia del futuro, de retorno al futuro”. Y más adelante se pregunta: “¿No sería adelanto que dejaran estructuras de castas y participaran con noción de clase?”. En todo caso, el encuentro Norte-Sur que se viene presentando desde hace 500 años es la historia de explotadores y explotados, o sea, asunto que habría que ver desde la perspectiva de confrontación de clases y no de razas. Muchos capataces indios fueron efectivos aporreadores de su clase, y se les llamó capataces, mayorales, caporales, abogados fiscales y hasta presidentes de la república.

 
     

 

     
     

 

 

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