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Poetas mexicanos contemporáneos

por José Antonio Durand
 

Brenda Reyes Mayo

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26.Mar.13

   
 

 

 
 

 

José Antonio Durand

Una precoz poeta veracruzana, que no obstante su corta edad apuntala exitosamente, en su primer libro: Palabras que no te dije, los grandes temas de la poesía de todos los tiempos. Me refiero a Brenda Reyes Mayo, quien, dueña de una propia voz, desde los 14 años compartía ya las mesas de lectura con los miembros de la Unión de Escritores de Veracruz, entre los cuales se encuentran Reynaldo Carballido, Lucía Priego, Dante del Castillo, Gloria Ariceaga, Germán Lastra, Sandra Gallardo, Claudia Morales, Jorge Hernández Utrera, Rosalía Alvarado de Nanni, Martha Lydia Vivanco, Alicia Flores, Pedro Paunero, José Manuel Romero, Nohemí  Briones, Efigenio Morales Castro, Antonio Ávila Galán, por citar sólo algunos de los artistas de casi un centenar más de escritores que, bajo la presidencia de Martha Elsa Durazzo, componen dicha asociación civil, para bien de las letras mexicanas.

      Con motivo de la publicación del libro referido, Carballido escribió, en diciembre de 2001, a título de preámbulo lo siguiente:

     

Palabras que no te dije, de Brenda Reyes Mayo

 

Reynaldo Carballido

 

“…de quien se acostumbra a los incendios

al naufragio, a la perdición, a la derrota”

 

Titulares de un periódico: Espíritu de la Navidad no contagia a la sombría Literatura Juvenil.

      “La literatura juvenil no se ha dejado contagiar por el espíritu tierno, alegre y festivo de la blanca navidad”

      La poesía de Brenda Reyes Mayo no se ha dejado contagiar por el espíritu tierno, alegre y festivo de la clase media-bien:

 

“…ya no creo en el amor, en la paz, en la justicia

tonterías idealistas”

“La ciudad agoniza

guiada por el desatino” sin embargo…

 

En El arte de la poesía de Ezra Pound leo: “Tratar los asuntos directamente, ya sean subjetivos u objetivos”

      La poesía de Brenda Reyes trata los asuntos directamente, subjetiva u objetivamente: “soporto esta tortura / ¿acaso la imagino?” “hoy regreso del infierno con las palmas vacías” “sin descifrar el límite / entre la ilusión y tu ser real”  “Crecen en mi tintero / diminutos submundos” 

      Después de ser niños, poco a poco vamos perdiendo la capacidad de vislumbrar la realidad; ante nuestros ojos se despliega un tiroteo (la educación familiar, escolar, medios de comunicación, leyes de la sociedad) como otros tantos velos que los nublan. Es el Arte –entre otras prácticas– el que a veces permite vislumbrarla; son los artistas quienes se quitan y nos quitan

estos velos y nos permiten columbrar luces y sombras de la realidad: contracciones de su diario vivir.

 

Brenda –a sus 17 años– posee esos vislumbres a través de sus seis sentidos; y los expresa en poemas:  lo que ve –más allá– “llora fuego y traga remolinos”; lo que oye –más acá– “un silbido cruza el río adormecido”; lo que huele –más adentro– “tu perfume invade el ambiente / congela el aire”; lo que saborea –hacia fuera– “amor con sabor a imposible” lo que toca –hacia abajo– “acariciando con su niebla / tus despojos”, con el sexto apunta –hacia arriba– “aquí, a tu lado, sin motivos / cobijada con tu amor, no habrá frío”, “a vivir en la luz de la demencia”.

      Arranca imágenes de su realidad “de luces y sombras que conjugan mi delirio” “mi corazón, antes eufórico / gime de dolor / de amargura / de nostalgia” “maldito círculo vicioso al que me ata el destino” y no son imágenes de esas que nos pintan en nuestra educación social.

      Brenda nos avienta en chispas, textos que no son figurativos “en la retina del precipicio” “cien gramos de tiempo”; no es fácil encontrar poetas jóvenes que hagan abstracciones y delineen bien el Estado de Ánimo como Reyes Mayo a su edad. Para mí el Estado de Ánimo es el eje que mueve el Género Poético; muchos poetas narran o filosofan partiendo de ideas. Ella parte de las sensaciones para ir a las emociones, otra modalidad muy singular, porque también muchos poetas parten de la emoción y se pierden en lo visceral; las imágenes de Brenda siempre van sobre su eje que gira en tonos, atmósferas, música, en “este caleidoscopio de emociones y palabras” sus imágenes se multiplican, en este caso asimétricamente, al ir girando su estado de ánimo.

      Una gran parte de sus poemas están tejidos con sensaciones; cada estímulo trascedente lo convierte en sensación poética, en poesía creativa y no recreativa; los velos van cayendo y ver –la realidad– de una poeta Joven:  “harta de beber del manantial / que destila el veneno `realidad´”  “Hoy que el ensueño es realidad”

      Algunas palabras que cercan el ámbito poético de la joven: delirio, soledad, frenético, vacío, frenesí, febril, suicidio, amargura, locura, abismo; este cerco adornado con otras palabras, con otros
colores que ahí están: vivir, cielo, nostalgia, melancolía, anhelos, luna, amor, corazón, sonrisa; aunque muchos de estos colores están protegidos con espinas, la misma Brenda los toca con cuidado. …Sin embargo la Poeta se deja contagiar por otros espíritus, más tiernos, más alegres, más festivos; y así quita algunos velos; para eso inventa, imagina, crea –la realidad–

 

“las aves cantan,

los perros callan,

las vacas mugen,

la gente transita,

muchas gotas de lluvia danzan”

 

Todas esas son “Palabras que no te dije”, pero ahora que las ha dicho, Brenda Reyes Mayo, aún tiene muchas más que decir.

 

 

 

 
   

 

I.  Si yo pudiera pronunciar tu nombre

 

ECO ENVEJECIDO

 

Brenda Reyes Mayo

 

Si yo pudiera acercarme hoy  a ti
y contar los momentos, los instantes
que se han desprendido hacia tu sombra
de este reloj anacrónico y cojo,
no alcanzarían las excusas ni los segundos
para determinar el número exacto
de luces y sombras que conjugan mi delirio.

Si yo encontrara al fin un buen momento
para decir lo mucho que me haces falta
en esta mañana teñida de espejismos multicolores,
en este caleidoscopio de emociones y palabras,
en la hecatombe diaria de sueños e inframundos...
si no me impidiera el miedo a perderte
hablarnos de esta locura, de esta sima existencial,
quizá sería otra la historia que tejen mis madrugadas.

Si pudiera al fin vencer al desconsuelo,
combatirlo con sólidas esperanzas y victorias,
alejar de mis labios el veneno de la soledad,
beber de tu mirada el antídoto, el alivio,
no habría fantasmas en la blanca habitación
donde sacrifico mis instantes a los pies
del desvarío, mientras es testigo el destino
y el sufrimiento se vuelve rutina.

Si yo pudiera este absurdo febrero
sintetizar la ansiedad en un verso, una nota,
un puñado de risas, cien gramos de tiempo,
y hacer con los kilómetros que nos separan
un puente magnífico con tus huellas y frases,
si yo pudiera resumir como verbo
los mil adjetivos, sustantivos, acciones,
que he guardado en un sobre con tu foto,
tomaría esa partícula y la tatuaría
en el más oscuro confín de mis secretos.

Si yo pudiera pronunciar tu nombre
sin que la voz se me quebrara en suspiros
y el corazón acompasara sus latidos con la
melodía aprisionada en esas letras...
si yo pudiera decirlo a la ligera,
pronunciar su volatilidad sin temblores
ni dudas, ni dolor, ni más adornos
que la infinita libertad que prometes,
lo gritaría todo el día con la voz del alma
para que el eco envejeciera por repetirlo.

Si yo pudiera al fin merecer una migaja de paz
te la regalaría cual preciado tesoro
para que la pureza de tu voz

la resguardara, y sembrara

en cada lágrima el consuelo,
en cada desierto la vida eterna,
en cada montaña, en cada valle, en cada rincón,
la semilla de una ilusión inconmovible.

Si yo pudiera  hacer todo esto,
no serían necesarios los caminos alternos,
ni los velocímetros, ni los océanos,
ni las leyes, ni la sociedad, ni la cultura,
y ni siquiera la brisa matutina tras una
noche de tormentas, sería tan reconfortante
como pensarte y dirigir hacia ti las pulsiones
de esta alma enloquecida y enamorada.

 

 

 
             

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