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7º Encuentro Latinoamericano de Escritores Hidalgo 2015

 
  1ª Jornada de Mujeres Escritoras Nelly Campobello  
 

Progreso, Hgo., 2015

 
     
   
 

27, febrero, 2015

 
     
 

Versos para acceder a otro estado de consciencia

Mudar el habla, Griselda Gómez. Narvaja Editor.

Córdoba, Argentina, 2014.

Pterocles Arenarius

 

Mudar el habla es un poema largo que da título al opúsculo que incluye además otros dos poemas también de largo aliento: Deportar el cuerpo y Post-Humo. El poemario, en general, consiste en un ejercicio extremo del lenguaje en el ámbito de su semántica. Como diría Octavio Paz, cuando se reúnen dos palabras de campos semánticos lejanos, tal contacto saca chispas. Así, diríamos que este trío de poemas es una feria de fuegos de artificio. Es, en efecto, en varios sentidos, deportar el habla hacia rumbos insospechados, incluso diríamos infinitos; darle al lenguaje posibilidades tan inagotables como insólitas. Al leer este libro, todo el tiempo hay que estar muy alerta a los encuentros de palabras que ocurren, las chispas de que hablaba Paz terminan siendo una verdadera tormenta eléctrica; diríamos que la poesía de Griselda Gómez se encuentra invadida de electricidad, esa insólita, misteriosa energía que, sin embargo, mueve al mundo. Los significados convocan a una incesante y profunda meditación, las permanentes aliteraciones otorgan el regodeo sonoro, la música es una constante pero también una variable en esta poesía. Y al fin, las imágenes resultan auténticos retos a la imaginación —lo dijo aquel surrealista: “Un hombre que se asuma incapaz de imaginar a un jinete a galope sobre un jitomate es un imbécil”—, con el debido permiso de Bretón por la interpretación libre.

Desde el título, Mudar el habla, remite al lector a la anfibología: mudar el habla hacia nuevos territorios de expresión, por un lado; por otro, hacerla muda, que se calle, porque ahora el habla intenta comunicar lo incomunicable, es decir, enmudecerá para los que no tengan oídos. Dos funciones, dos misiones de la poesía o la única actividad que, Luis Cardoza y Aragón lo dijo, es la única que da cuenta fehaciente de la existencia de la humanidad.

Por la lectura de este poemario, como lo dice el título de esta nota, he llegado a acceder a otro estado de consciencia. Hay que tomar Mudar el habla en soledad, en silencio. Leer en alta voz y haciendo las pausas tan exageradas como fuera posible. Sentir el texto, dejarse llevar por la sonoridad, no hacer mucho caso al significado y… volar. ¿La consecuencia?: alterar los sentidos hasta el ingreso en otro estado de consciencia.

Entiendo que se hacen necesarios algunos referentes a esta afirmación. En primer lugar, acceder a otro estado de consciencia. Esto puede ser una maldición tanto como un tesoro. Hace muchos años, cuando las drogas se pusieron de moda, todo género de anatemas y execraciones fueron afanosamente dirigidas, desde ciertos sectores, contra los buscadores de otro estado de consciencia era, en aquellos tiempos, la perdición de una juventud sin rumbo ni fe; pero entre la gente menuda de finales de los 60, inicios de los 70, la misma afirmación era considerada como lo bueno, lo libre, o al menos lo de moda. Pero tenía, siempre ha tenido, un gran mérito: la búsqueda. En algún momento de desencuentro, de rebeldía, de urgencia de libertad, fue casi un oficio procurarse otros estados de consciencia. Era justo y necesario: aquel mundo era una mierda. En México el gobierno se sentía autorizado para matar (hoy se sigue sintiendo, pero simula ser democrático y defensor de los derechos humanos, es mucho más hipócrita que hace tantas décadas, pero igual de criminal), en aquellos tiempos, los adultos, por sólo serlo, considerábanse dueños de la autoridad y usufructuarios de la obediencia ajena, especialmente la de los jóvenes. La rebelión era urgente y se desató. Luego de nuestros muertos del 1968, con dolor pero también con un orgullo inmenso podemos decir que los derrotamos. Con el Fernando del Paso de Palinuro de México, podemos decir que nos asesinaron pero ellos quedaron batidos de mierda para toda la historia. Y pensar que —de alguna manera, en algún sentido— todo se reducía al derecho de tener tan sólo otro estado de consciencia.

Ahora bien, la manera más directa —y peligrosa— para colocarse en otro estado de consciencia era consumir drogas, a cual más poderosa y desequilibrante, con tal de llegar a eso que no sabíamos ni teníamos idea de qué era… pero queríamos otro estado de consciencia. Entre paréntesis anoto que lo primero que algunas veces se olvidó fue que, para ingresar en otro estado de consciencia, antes tenías que tener uno, un estado de consciencia, es decir, antes todavía, una consciencia. Pero, bueno, ése no es nuestro tema en esta ocasión.

Por ahora digamos que otro estado de consciencia es encontrar otro mundo en este mundo. Diría el brujo chamán don Juan Matus, mover el punto de encaje; percibir el mundo desde otro lado, ser otro.

Tanto énfasis en este concepto porque hay cierta poesía que nos conduce al tan buscado régimen de dislocación de los sentidos, alteración de la percepción, desubicación del estatus lógico del universo.

Por otra parte, tengo que decir que los humanos somos lenguaje. Sin lenguaje quedaría de nosotros poco más que el animal que, orgullosamente, también somos. Nuestro límite como seres humanos se manifiesta por los límites de nuestro lenguaje.

Reunir en una mesa de disección una máquina de coser, un paraguas y una flor. Ése es el gran ejercicio, corregir a Lautremont, porque el no citó así exactamente. La poesía es búsqueda y Mudar el habla consiste en mudar el mundo. El propio Apollinaire dijo que la poesía era precisamente realizar una desestructuración de los sentidos las percepciones. En Mudar el habla, los permanentes experimentos verbales terminan por conducir a que nuestra mirada se desestructure, que la palabra pierda su significados cotidianos y que el lenguaje sea nuevo.

El habla es lepra en lengua

Porque el habla, con tan sólo surgir, es el atisbo de la poesía. El acto de hablar, de entender es —lo dijo la serpiente— ser un poco como dioses; la expulsión del paraíso, la pérdida de la inocencia; diría Engels, antipoéticamente inspirado, que es la transformación del mono en hombre. Pero si el habla es esa condena, también es, no menos, la salvación. El juego doble de la libertad que —para muchos— es una maldición. El habla es una de las maneras nuestras, la mejor de todas, para cambiar el mundo, para hacerlo nuestro precisamente porque hemos perdido el paraíso.

Mudar el habla toma el reto del poeta niño, inventar el lenguaje, que es crear el mundo. El reto del arte ha dejado de ser la reproducción del mundo y es, ahora, crear más mundos.

Es, no menos, escaparse del mundo, transgredir a la realidad; privilegio del poeta no menos que de aquél que sabe leer…, pero poesía. Lo dijo Wallace Stevens: “Hay personas que viven vidas miserables porque desconocen que existe la poesía”.

Mudar el habla/ De sexo a texto, porque sólo se puede escribir así, de sexo a texto. Escribir es engendrar. Escribir es, quién lo duda, primeramente concebir, luego gestar, finalmente parir. Sin sexo no hay generación. Escribir poesía es hacer sexo, salvar la vida, crearse a sí mismo. Lo dijo Paz amar es combatir/ cuando dos se aman el mundo cambia.

Es valiosa una descripción del habla a partir, sin duda, de su facultad esencial:

El habla nada calla/ Nada huele tiene ojos/ Cabellos revueltos/ Pómulos blancos pechos/ Trasero erguido

El habla, por qué no decirlo, tiene tanto de demoniaco. Si una vez en este mundo se dio un ser capaz de generar ideas —lo cual ya es propio sólo de la divinidad, puesto que nuestra existencia serían sus ideas, sus imaginaciones—, mucho más lo debe ser comunicarlas. No otra cosa es el habla.

Cola reptil endemoniada/ en torsión del cuello/ Palma percutiendo espalda

Pero los poetas no se quedan ahí; ellos conciben las más desorbitadas, extravagantes, inauditas ideas. Las ideas que llegan a ser incomunicables —¿habrá algo más demoniaco?— y peor todavía, se empeñan en regalarlas. ¿¡Regalar lo incomunicable!? Vaya, ingente necedad, pequeña generosidad. El poeta es Prometeo, ese proscrito que paga cada día con sus entrañas la osadía de dar a los hombres la luz, el prodigio, la poesía.

El habla es necedad/ Necesaria obligatoria castidad/ Llegada en saludo y en discurso/ atribulada y pervertida

La poesía, en general, la de Griselda en particular, otorga una dimensión insospechada a las palabras, las sublima al servirse de ellas. Las hace estallar y convertirse en fantasmas, en entidades inmortales, inmorales.

Habla sobre vientre retráctil

Cuadratura circular

Con dedo revolviendo el medio

Donde cortó cordón control

Y las piernas ah las piernas

Estirones de puro prolongar

Llevarlos por aquí por allá

Alargados reflejos de los brazos

Fornicación frente al espejo

Con mesas negras ventiladores

Luces blancas

 

Y así aborda el cuerpo, el cuerpo de este mundo. Con su verbo cuyo reino no es de este mundo. El inocente cuerpo es objeto del merodeo de irrealidad, las palabras lo entronizan en misterio, el vulgar cuerpo, sucio, presa de dolores y fatigas, malestares y algún placer de pronto, es abordado por la palabra desquiciante.

Se agradece la osadía de Griselda para usufructuar al lenguaje a estos extremos, liberarlo, prenderle fuego, convertirlo semejante fantasmagoría, hacerlo estallar. Y, al fin, darnos el privilegio de acceder a otro estado de consciencia.

 

 
     
 
 
     
 

Presenta Jorge Borja Abuela Sonia: La escuela del dolor

 
     
 

En DERHGO, las argentinas Griselda Gómez y Mariana Romito presentan los libros Abuela Sonia y Mudar el habla

 
     
     
 
 
 

7º Encuentro Latinoamericano de Escritores 2015

Hidalgo y México, D.F.

1ª Jornada de Mujeres Escritoras Nelly Campobello, Progreso, Hgo.

del Valle  del Mezquital al Valle de México

Ixmiquilpan - Progreso - Tepeji del Río - México, D.F. - Tulancingo - Pachuca - Agua Blanca - Huasca - México, D.F.

del 13 al 27 de febrero, 2015

 
 
  Participaron en estas presentaciones los escritores Pterocles Arenarius, Jorge Borja, Jorge Antonio García, Ma. Guadalupe Huicochea, Marco Ísgar y Cristina de la Concha.  
     
 

 
     
 

 
 

En Ixmiquilpan

 
     
 

 

En Tulancingo

 
     
 

 
     
 

 
     
     

 

 
     
   

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