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  2ª Semana Internacional de la Lectura en Hidalgo 2013  
  5º Encuentro Latinoamericano de Escritores Hidalgo 2013  
     
     

23.Jun.13

     
 

Cuando el cristal no reproduce el rostro
Waldo Leyva
Ministerio del Poder Popular para la Cultura
Venezuela, 2012

 

Cuando el cristal no reproduce el rostro
de Waldo Leyva
 

por Jorge Contreras Herrera

 

 

 

Cuando el cristal no reproduce el rostro, es una antología personal de Waldo Leyva, con el que obtuvo el premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora en su IV edición. El Jurado estuvo conformado por los escritores, Josu Landa Goyogana (México), Raúl Fornet Betancourt (Cuba) y Gustavo Pereira (Venezuela) ganador de la anterior emisión.

El libro que depositó a concurso, Waldo Leyva, es decir la edición que concursó, fue editada en España por Editorial Sinsonte. Consta de cinco apartados, el primero sin título, que inicia con el poema: “El rumbo de los días”; el segundo, “El espacio que habito”; el tercero, “No sé si quiero hojear en mis recuerdos”; el cuarto, “Cuando el cristal no reproduce el rostro” y el quinto “La parte invisible de la foto”. Un total de 39 poderosos poemas.
Para comenzar diré que el libro de Waldo se publicará en 1892 (no es fe de erratas, sé que hoy es un jueves 21 de agosto de algún año de este tercer milenio) por eso digo que el libro se publicó un jueves de agosto del 2024, ¿cómo es esto posible? Es que, Leyva, ha logrado en su poética dar un paso a un lado del tiempo y mirarlo en perspectiva, como él mismo lo dice: “Lo único pasajero es el presente” por eso el pasado aún no llega y el futuro lo recordamos con nostalgia.

   
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
 
     
 

Se presentó el poemario Cuando el cristal no reproduce el rostro de Waldo Leyva en el 5º Encuentro Latinoamericano de Escritores Hidalgo 2013

 

 

Sobre Cuando el cristal no reproduce el rostro, por Jorge Contreras Herrera

 

 
 
     
   
     
     
     
     
 
     
     
  El libro está dedicado a Margarita, su esposa. Nos dice el poeta, “No soy de los que deciden/ el rumbo de los días, los dejo pasar,/ confío en que serán siempre favorables./ No me asusto ni hay asombro/ cuando me equivoco.” Desde este primer poema, presenta el tema del tiempo, los días y la forma de enfrentar el destino como un maestro Zen, el hacer sin hacer, porque equivocarse no es equivocarse y acertar no es acertar, todo va más allá de lo que podemos ver o pensar. Hay una suerte de perfección en los sucesos pues no pueden ser de otro modo, son perfectos así, por eso confía el poeta.

El rumbo, los senderos, la noche, el día, la mirada y los recuerdos, el emigrante, los lugares, son constantes en su poética. Waldo es un poeta que se mueve sin moverse, no sólo viaja en tiempo lineal del pasado hacia el futuro, sino que lo hace hacia cualquier dirección que le apetezca, incluso las posibilidades. El habitar como fantasma en un mundo paralelo donde se brinda un trago de ron a los ausentes.

“¿Alguien me vio partir?/ ¿Alguien me espera?/ en la memoria del porvenir / Yo seré el que regresa” “Cae lenta la lluvia de invierno/ sin sospechar que moja/ el último diciembre de este siglo.” “Ella nunca supo que yo existía,/ y temblaba a su paso/ y me masturbaba en su honor/ en las húmedas letrinas de los cines del barrio./ No quiero rescatarla entre las piernas/ de esta mujer que pasa/ y para la que sólo soy un extranjero.” Cada poeta camina en su voz como por un laberinto que le seduce y encanta, Waldo, entre una sensualidad metafísica y una prodigiosa visión del tiempo y los espacios, logra cargar los significados de las palabras de ingravidez, quiero decir, que la densidad y profundidad de los poemas se transforma en musicalidad que se respira, que flota como un perfume que envuelve los oídos. Su discurso es aparentemente sencillo, pero no, es mucho más elevado, en sus aguas claras el fondo parece verse, mas nunca se conoce. Una palabra le sigue a la otra como si no hubiese otra forma que la suave brisa que nos lleva de recuerdo en recuerdo, sean estos del futuro, o de otro universo paralelo.

Nuestro poeta, en su poema “Ptolemaicas” nos habla del descubrimiento de la palabra “infinito” y de lo que provocó en los sabios, de cómo Claudio Ptolomeo nos protegió de esa angustia. ¿Qué otro pensador podría ser citado en este poemario? Recuerdo mi asombro al encontrar la semejanza entre Octavio Paz y Ptolomeo en el poema Hermandad, por un lado, Ptolomeo escribió: “Sé que soy mortal, y que he nacido para durar un día, pero cuando sigo, la compacta multitud de las estrellas en su curso circular, mis pies no tocan ya la tierra y asciendo hasta el mismo Zeus para regalarme con ambrosía, el alimento de los dioses.” A su vez Octavio Paz escribe: “Soy hombre: duro poco/ y es enorme la noche./ Pero miro hacia arriba:/ las estrellas escriben./ Sin entender comprendo:/ también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea.” En el caso de Leyva, se hermana en esta dilatada tradición, que retoma esa reflexión en torno a todo cuanto es y ¿qué más puede ser que el mismo infinito y la sensación que nos produce al interiorizarla? Waldo no trata de asombrarnos, simplemente dice las cosas que le suceden al ser humano, lo más íntimo y profundo.

Escuchamos con cuidado, reconocemos un grito en el tumulto que nos cerca. Ese grito es el del poeta Waldo Leyva. Un poeta que está en los lugares que nunca estuvo, que nació cuando aún no nacían sus padres y que habita los imposibles.

Cuando el cristal no reproduce el rostro es uno de los libros que más he disfrutado en los últimos días. Es tremendamente honesto y es, en lo particular, lo que busco en la poesía. De por sí somos máscaras, lo que busco es lo que hay debajo y en los poemas de este hermoso libro es lo que existe, encuentro el rostro que no reproducen los cristales, el rostro que no se ve con los ojos.

El libro tiene poemas ya clásicos en el repertorio de Waldo Leyva, que también son ineludibles de la tradición en lengua española: “Las Hortensias azules”, “Rapsodia”, “Definitivamente jueves”, etc. “A modo de elegía”, es un poema que escuché del poeta, en un evento del foro José María Heredia, del cual es muy amigo. En aquella ocasión, lo leyó y vi entre el público derramar lágrimas, sin duda, los versos entraron en alguna zona insondable de los asistentes y sacó a la superficie antiguas memorias de amigos y esperanzas. “Ayer, mientras descorchaba mi añejo de reserva/ para brindar por la llegada de otro año/ supe, sin duda alguna,/ que debía mojar un rincón de la casa […] Los muertos beben solos, me repito,/ pero voy con la botella,/ hasta el rincón más íntimo de la casa.” Los 39 poemas aquí publicados son un viaje por la espléndida carrera de un poeta fundamental del español, en él encontramos los destinos que nos dejaron y a los que vamos, un espejo, no de cristal, sino de versos que nos muestran el rostro que a veces no vemos.

 
     
     
     
     
     

 

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