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José Antonio Durand

     

REVOLUCIÓN Y JUSTICIA SOCIAL

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  ¡ÚLTIMOS DÍAS!  
     
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  “El Gran Circo de la Política Mexicana”  
  original de Enrique Cisneros Luján  
  El Llanero Solitito  
  representada por el Colectivo de Teatro Proletario del CLETA  
 

en el Metro Pino Suárez

 
 

(junto a la Pirámide)

 
  de lunes a viernes a las 7 pm  
  hasta el 2 de octubre  
     
     
 

www.vx101.com

 

 

 

Academia de Extensión Universitaria y Difusión de la Cultura FES Zaragoza, UNAM, en Tulancingo cultural

 

 
     
su web:  
Academia de Extensión Universitaria  
y Difusión de la Cultura de la FES Zaragoza  
     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     

 

 

     
 

Cándida, la esposa de Filemón, preocupada por la tardanza de su marido, tomó el teléfono y llamó a los lugares que el señor frecuentaba en busca de placer, descanso o sano esparcimiento.

 
 

       La señora se comunicó con la última de las amantes de su esposo, pero esa noche "File" -como le decían de cariño tanto esposa como amantes- no se encontraba en el lecho de la gratificante amante, "llámale a casa de sus novias", aconsejó la amante a la esposa de Filemón.

 
 

       File, sin embargo, tampoco se encontraba con alguna de sus novias.

 
 

       Cada vez más preocupada, Cándida trató de localizarlo en el bar, en la cafetería, en el billar y en el cabaret, todo ello sin éxito.

 
 

       Por fin, en la madrugada, Filemón llegó a casa y con todo lujo de detalles refirió a su comprensiva, fiel y solidaria esposa el motivo de su tardanza. "Qué bueno que entre nosotros secretos no haiga" comentó la señora (porque así hablaba ella), agradecida por la confianza que su marido le depositaba.

 
 

       Resulta pues que tras el agotador juego de dominó, File acudió a la acostumbrada cafetería con el habitual propósito de "ligar", y ahí conoció a una bella joven llamada Selene de la cual se enamoró en el acto. Ambos simpatizaron y saliendo de la cafetería fueron a bailar a romántico salón. La esposa de Filemón lo escuchaba atenta y respetuosamente como siempre, compartiendo con entusiasmo la desbordante emoción que el simpático de su marido expresaba en el relato.

 
 

       En el baile, según refirió don File, sus mejillas (de él y de Selene) se unieron, y cerrando ambos los ojos en fugaz ensoñación se trasladaron al país de la alegría: ése que todos los enamorados conocen.

 
 

       La esposa le preguntó a File que si le había pedido a la chica que fuera su novia, a lo que contestó que no: "no me atreví" –dijo-, con la mirada en el piso. La conocida timidez de don File le había impedido declarar su tierno, reciente pero inmenso amor a la deslumbrante y descomunal Selene.

 
 

       Esa noche ni Filemón ni su esposa durmieron; él pensando en los azules ojazos de la hermosa Selene, mientras que su trabajadora esposa no cerró los ojos en toda la noche por atender sus funciones de esposa fiel, tales como la obligación de lavar el mejor pantalón de su marido, plancharle la camisa gris de puntitos verdes y asearle los zapatos negros de charol, los de fiestas, para que Filemón acudiera impecablemente vestido -y calzado- a la cita de amor que con Selene había pactado para la mañana siguiente.

 
 

       Lentas, casi con pereza, las horas pasaron y fue así que el radiante sol iluminó con sus dorados rayos la fresca mañana del día de la cita, que entre trinos de avecillas y el gracioso volar de multicolores mariposas, anunciaba ya el arribo de un nuevo día en la esplendorosa primavera, ¡ta ta tiu ta ta tiuuu!

 
 

       Cuando Filemón abrió los ojos al nuevo y prometedor amanecer, un suculento desayuno, producto de las habilidosas y callosas manos de su hacendosa esposa, ya lo aguardaba en el lecho cual era la costumbre de ese matrimonio decente y funcional.

 
 

       Cándida poseía una serie de cualidades: era una eficiente lavandera, recamarera, albañil, costurera, mesera, decoradora, mecánica, enfermera, planchadora, amante, radiotécnica, educadora (de los niños de Filemón)... Pero ante todo Cándida era una excelente cocinera. Nadie como ella para hacer los "chiles en nogada", las albóndigas con chilpotle (o "chipocle", como ella decía) y otros grandes guisos de la cocina internacional -especialmente francesa y marroquí- que no sé cómo se llamen ni cómo se escriban.

 
 

       La esposa del héroe de esta tierna historia, desde muy temprana hora, acarreó de la lejana toma de agua pública que se encontraba a siete calles de distancia y de subida, el no reducido número de baldes con el vital líquido que requería el galán para disfrutar del calientito baño matutino que la ocasión tan especial imponía. Buena esposa sin duda esta Cándida.

 
 

       Después, con ternura, la señora colocó una a una las pantuflas en cada uno de los dos pies de Filemón, le envolvió cariñosamente en la bata de terciopelo guinda, que durante meses había tejido para él, y le pidió permiso para que los niños se acercaran a su padre con la finalidad de felicitarlo por la nueva y acertada conquista.

 
 

       "Pero mujer -espetó don File-, todavía ignoro si la bella Selene me aceptará como su novio, ya ves que son muy poco serias las chicas de hoy en día (y peor de noche), tanto así que prefieren el amor libre al compromiso formal del noviazgo". Sin embargo, los muchos ruegos de la esposa animaron a Filemón y se conjuró esa apesadumbrada concepción tan fatalista respecto a las "chicas de hoy en día".

 
 

       Corriendo y brincando de gusto, como corresponde a los niños, los tres lindos hijitos entraron a la recámara llenando de alharaca y risotadas la límpida mañana que convertida en luz multicolor se filtraba por los grandes ventanales. Con el desbordante ímpetu infantil a cuestas, los niños felicitaron a su padre, quien envuelto en la genuina alegría de los pequeños no pudo menos que prometerles tres medios hermanos que, según juró, provendrían del bien proporcionado vientre de la que por nombre llevaba el del satélite nocturno, es decir, Selene.

 
 

       Antes de partir hacia el lugar de la cita amorosa el buen padre, ejemplar marido y gran señor de su casa -don Filemón para más señas-, recibió de las artríticas y deformadas manos de su abnegada, compartida, fiel, no envidiosa, altruista, desinteresada y etcétera esposa, un delicioso dulce de natas de leche de cabra descremada (la leche, no la cabra), que con licor de café, pasas, canela y media cucharadita de vainilla de Papantla marca "Azteca Plus", había preparado la señora para homenajear a la señorita amiga de su señor esposo, a quien le pidió que entregara el dulce de natas como insignificante, efímero, pero sentido homenaje a la bella y dichosa criatura recién enamorada por su marido.  ¡Ay ay ay ay ay!

 
 

       Ese sabroso postre formaba parte de un bien trazado plan de conquista que había ideado, con cierto trabajo, la no muy inteligente pero sí sacrosanta esposa que -justo es decirlo- hacía honor a su nombre. Dicho dulce de natas de leche de cabra descremada era un refuerzo a la estrategia de cortejo, que la señora emprendía como manifestación de solidaridad con su querendón marido.

 
 

       Como el anterior, muchos fueron los actos de magnanimidad y comprensión demostrados por la no muy talentosa, pero sí habilidosa, esposa de don File. Actos de atención y de deferencia (Cándida diría "diferiencia") hacia la sublime Selene: reina de todos los astros; flor de todas las flores; virgen de todas las vírgenes...

 
 

       En realidad eso y más que eso ¡no faltaba más! se merecía Selene por ser hermosa y punto.

 
 

       Durante tres semanas, las más felices de su vida, Filemón y Selene pasearon en calandria, correteáronse en el bosque, se besaron en el parque, fueron al cine y al teatro, a bailar se fueron, rieron a bordo de la canoa que con fortaleza y pujando remaba don File, dieron de comer a los animalitos del zoológico, degustaron platillos en elegantes restaurantes, encontraron la sonrisa escondida en el fondo de la copa de champaña, compartieron risa y emociones en el espacio íntimo y original de los enamorados...Y todos los gastos que esto produjo los financió la familia: Cándida con sus ahorritos, que bien vistos no eran poquitos, ganados lavando ropa ajena, y sus hijitos se cooperaron con lo que ganaron de limosna cantando en el metro.

 
 

       En cierta ocasión y ante los ruegos de Cándida, don File llevó a cenar a casa a la preciosa Selene, sobre todo para congratular a la rogona de su esposa quien ardía en deseos de conocer y poder servir al encanto de mujer recién descubierta por su marido.

 
 

       La noche de la cena Cándida se esmeró en atenciones hacia la angelical novia de Filemón, el gran señor. Selene fue colmada de múltiples distinciones; uno a uno los mejores platillos de alta repostería, producto de las manos de una excelente cocinera, fueron degustados con condescendencia, gracia y elegancia como correspondía a una verdadera dama.

 
 

       Por su parte, los niños se comportaron como educados caballeritos, pues sabían que estaban obligados a causar "una muy buena impresión a la invitada especial", según les había dicho su madre (de los niños). Y es que en tal ocasión Filemón había decidido pedirle a su novia casarse con él.

 
 

       Filemón se declaró; la novia dijo "yes" (porque también hablaba inglés), y los preparativos de la boda no se hicieron esperar.

 
 

       La esposa de Filemón, la comprensiva y maternal Cándida, hizo nuevamente gala de sus artes como costurera: diseñó, cortó, cosió y bordó con encaje blanco el vestido de novia de la ahora más bella que nunca Selene Gómez Sánchez (la cual tendría que cambiar de apellidos por algunos extranjeros, desde luego europeos, quizá suizos, para que éstos fueran acordes a su hermosura).

 
 

       La boda llegó. Los hijos de Cándida y Filemón alzaban la cola (del vestido) de la novia; las cuatro amantes de File fungieron como "damas de honor"; la esposa Cándida fue nombrada "madrina de ramo", pero no pudo asistir porque tuvo que cambiar la cama matrimonial por una king size y como no había camión de mudanzas ella tuvo que cargar los muebles, haciendo dos viajes: primero llevó el box spring y luego el colchonzote.

 
 

Ya ante el altar la encantadora Selene Smakovich Trenszki parecía una muñequita de rococó… Y cuando todos pensaban que esta historia terminaría con la frase aquella de "...y vivieron felices por siempre", resulta que al mes siguiente de su segundo matrimonio el bueno de don Filemón conoció a Aurora, otra hermosa joven pero muchísimo más bella que Selene Gómez, que diga Selene Smakovich... Y la historia se repitió. Y un año después de su tercera boda el agradable, simpático e inagotable de File entabló nuevas relaciones ahora con una joven llamada Brisa y apellidada Matinal del Manantial y etcétera, etcétera, etcétera.

 

 

 


 

 

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