Elogio el silencio de tus labios
    que aborta mi locura
    para no ser pájaro ni jaula
    en la eterna sombra anacoreta.
    Elogio el silencio de tus ojos
    que liberan mis noches
    en un beso prístino
    en donde sueño a raudales
    mares y cielos como racimos de versos
    de luna alada.

    Elogio el silencio del silencio
    que en su voz edificante
    ciega los horizontes todos
    y me hereda un paraíso eterno.

    Elogio el silencio de tus manos
    en donde emerjo como tierra en flor,
    preñada de versos incendiarios
    que vierten nuestros nombres.

    ¡Oh amor mío! Si supieras
    cuánto mar escribe tu ausencia.

    (c)Gloria Dávila Espinoza

    Tingo María, 5 de febrero del 2016