PATRIA, MUJER Y POESÍA, UNA MANERA DE GRITAR ¡VIVA MÉXICO!

 

 

Cinco siglos de poesía femenina en México, Antología, t. 1, Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal, 2011, consejoeditorial@edomex.gob.mx, captura, selección, investigación y prólogo: Maricruz Patiño y Leticia Luna (Col. Letras 36, Poesía).

 

 

En estas fiestas patrias di con una interesante investigación realizada para Estado de México. “Patria, mujer y poesía”, es el título de un prólogo escrito por las poetas Maricruz Patiño y Leticia Luna en Valle de Bravo, Estado de México, en marzo de 2010, y con el cual dan digno marco a una investigación sin precedente que recoge cinco siglos de poesía femenina en México.

La mujer no ha dicho todo lo que tenía que decir, ni ha dado todo lo que tiene que dar; razones aparte, lo que ha dicho y lo que ha hecho no se ha valorado suficientemente, hay que tener oído atento a este llamado, hoy más que nunca cuando el mundo sufre un deterioro a que lo ha llevado un mal manejo energético encauzado, principalmente, por hombres.

Pero también se hace un buen servicio social cuando se espiga entre el llamado feminismo, aquellas actitudes todavía más machistas, en las que las mujeres pretenden demostrarle al político, al gobernante, al poderoso, que ellas pueden ser peores, que donde hay malo hay peor. Alguien debe ponerlo en claro: mujer no es sinónimo de odio. Por más reprimida que estuviera la sociedad, ya la poesía prehispánica había dejado en claro que mujer no es sinónimo de odio ni rencor, por ello en el poema de Macuilxochitzin desde el más puro honor de Flor y Canto, esencia de la poesía indígena (Xóchitl in Cuicatl), la mujer suplica al poderoso Axayácatl por la vida del desventurado otomí.

El primer volumen abarca poemas de los siglos XVI a XIX, a partir de Macuilxochitzin, probablemente nacida en 5-Flor, día dedicado a forjadores de cantos, como éste en el que la mujer suplica por el otomí a Axayácatl. Viene después Catalina González de Eslava, sobrina de Fernán González de Eslava, tenida como primer poeta publicada en la Colonia, y María de Estrada Medinilla, al parecer la primera mujer en publicar un poema de tipo patriótico. No se cae en el tan socorrido pecado de repetir los laureados poemas de la Décima Musa  jugando a “rescatarla”, como si no gozara de creciente gloria internacional sino se rescata de veras una composición poco conocida de ella, y en cambio se rescata a mujeres como María Inés de los Dolores Mora y Cuéllar, originaria de Puebla, quien perdió la vista cuando era niña y se educó memorizando las clases destinadas a sus hermanos. También a Francisca de Carrasco Ramírez (1655-1725), de quien Domingo de Quiroga hizo una biografía, que evangelizó a niños y sirvientes porque le nacía hacerlo, pues ni siquiera era monja. De ella recordaré por siempre para honrar este primer volumen de la Antología Cinco Siglos de Poesía Femenina en México, la presente evocación mística: “Mi luz en cruz,/ mi lucero en un madero/ y yo sin cruz,/ ¿cómo puedo tener luz?”

Nunca olvidaré a Graciela Hierro, mi profesora de Filosofía y Letras, pionera del feminismo en México pero que nunca se neurotizó. Era incapaz de humillarme a mí en reuniones feministas, por citar a Cristo o Aristóteles en medio de mujeres, por el solo hecho de que eran hombres. Hablar con ella era sentirse delante de una mujer, y una de sus frases más bellas que a mí me legó, es “Carlos, las diferencias entre los sexos valen cuando enriquecen; no cuando empobrecen, cuando nos dejan todavía más pobres de lo que podemos llegar a ser espiritualmente”. Esto deben tenerlo en cuenta las feministas y yo sé que tarde o temprano lo harán, porque hay dos tipos de pobreza; la material y la espiritual. La segunda es todavía más cruel, y lamentablemente estamos ante ella cuando en una institución o dependencia que no está constitucionalmente definida como reservada a un solo sexo, todo se vuelve sexista (que no sexual), se masculiniza o se feminiza y se victimiza al otro, a pretexto de efectuar “trabajo de género”, por ejemplo impartición de justicia de género, en los casos en que la Constitución no lo prevé de esta manera, que hasta el momento son la mayoría. Fuera de áreas estratégicas de atención a la mujer, un tribunal del orden común, un tribunal superior de justicia, un tribunal federal administrativo, o una ponencia del máximo tribunal, no debe estar en manos exclusivas de mujeres o de hombres donde se discrimine al otro sexo, o por qué no decirlo, a los otros sexos, que ya van siendo más de los dos tradicionalmente admitidos, y estamos obligados a aceptar preferencias por artículo 1 constitucional. Preferencias entre las cuales nuestra Constitución no incluye por supuesto lo que pueda haber de preferencia en un pederasta, torturador de animales o suicida. Ojo: el derecho no está tan divorciado de la realidad como algunos suponen.

Afirma el prólogo de Leticia Luna y Maricruz Patiño: “La antología Cinco siglos de poesía femenina en México (siglos XVI al XX), editada en tres tomos, es un festejo, un reconocimiento y una deuda. A lo largo de estas centurias, la voz poética femenina ha dejado constancia de su visión sobre nuestra patria, su historia, paisajes y costumbres, aportando a la lírica el imaginario de un universo intelectual expresado en diversas voces, tonos, formas y estilos”.

“Desde el poema de Macuilxochitzin (Tenochtitlan cerca de 1435) esencia pura de la Flor y el Canto, hasta el alarido de “This is Tijuana” de Margarita Sayak-Valencia, (Baja California Norte, 1980) la voz de las poetas mexicanas emite un intenso y sostenido tono que como viento armonioso nos habla de la grandeza de nuestro pueblo, de la belleza y multiplicidad de sus paisajes, de sus héroes y fiestas, pero también de sus grandes contradicciones”.

Yo no podría afirmar como lo hacen las autoras, que la mujer en el mundo prehispánico fue sólo una figura sometida al dominio patriarcal, figura casi decorativa. Que los Consejos de los Ancianos la constriñan a ese delicado ámbito, no significa que a ello se redujera su vida. De lo que vino después, es verdad que la sociedad novohispana requería madres y esposas sometidas, trabajadoras incansables, y vírgenes dedicadas a la fe. Pero eso no obstó para que hubieran dejado de escribir páginas ligadas a los nudos esenciales del saber o la poesía, como la mujer lo ha hecho en todas las épocas. Maduro mi reflexión al recordar el aporte de una mujer notable a la lírica poblana, si bien ya separada de la época colonial, pero comunicando su poder de síntesis a las barbaridades del al fin pasado siglo XX, María Sánchez Robredo, que en Geometría del Tiempo se pregunta, entre preclaros versos de los que son capaces de escribir las mexicanas que no se avergüenzan de gritar ¡Viva México!...

 

¿Sobre qué centro giro?

¿Qué compás tan exacto

delineó la conciencia?

¿En dónde está mi centro?

¿En dónde está la esencia?

¿Camino en un suspiro que se acaba,

o acabo en un suspiro que comienza?

 

 

Y ahora sí: ¡Viva México!