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17 de octubre, 2006

 

 

 

CUANDO CALINGASTA ERA UNA FIESTA

 

 

por Daniela Gutiérrez Burgos

 

Quisiera que el título de esta crónica, paráfrasis de una de las novelas célebres de Hemingway, sirva de resumen e introito para una de las experiencias más maravillosas de mi vida: la invitación a participar en el “II Encuentro Internacional de Escritores Comunitarios 2006”,  que se realizara durante el mes de septiembre en la Provincia de San Juan, Argentina. Invitación que se hizo extensiva a otros 45 escritores latinoamericanos, gracias a la coordinación de la argentina María Esther Robledo.

Como se sabe, Mendoza es una de las ciudades argentinas más conocidas por los chilenos, pues,  en cuanto lugar fronterizo, es la puerta de entrada obligada para todos los que se aventuran en traspasar la Cordillera de los Andes por vía terrestre. No creo que existan chilenos o argentinos que, alguna vez por lo menos en sus vidas (y ya una vez pasada la burocracia), no hayan dedicado un lugar en sus pensamientos a nuestros antiguos antepasados, Bernardo O’Higgins y José de San Martín. Y con esto no quiero aparecer como una vulgar patriotera de circunstancia, no, lo digo tan sólo por lo que ese famoso viaje de hace dos siglos constituyó, lo que tuvo de riesgo y aventura, desafío y posterior comunión. Ningún acto humano es en vano. Y aunque no somos los 14 de la Fama, cuarenta y cinco escritores ahora -¿lo habrán tenido todos claro?-, revivían, pero con otro tipo de espadas, a la manera de sombras o fantasmas, aquel abrazo fronterizo entre dos independentistas sudamericanos. Valga un homenaje aquí también a ese joven veinteañero apodado “Fuser” por su amigo de viaje, pero de nombre histórico Che Guevara, y que también realizara un traspaso fronterizo con características épicas, episodio remasterizado en la excelente película “Diarios de motocicleta”.

Mendoza no es tan distinta a Santiago, me digo, pues al igual que muchas de las ciudades asentadas por los españoles, su estructura urbana tiene la forma de la planta en damero o cuadrícula. Aunque pronto comienzo a observar con asombro las pequeñas diferencias. Las personas me parecen un poco más amables, más relajadas, ¿será por la distensión que otorgan sus grandes y hermosos parques? La cuestión es que deleita observar y recorrer sus calles, sus paseos flanqueados por árboles, sus estupendas y amables librerías. Los viajes son así, una se sorprende con facilidad ante lo desconocido. Pero finalmente se establece la dinámica que conozco desde siempre en toda ciudad latinoamericana, aquella semejanza con la realidad en la que habito. Buses interurbanos, niños y amantes en las plazas, gente que come y bebe, caminantes, protestas públicas,  conversaciones sobre las desigualdades sociales y los gobiernos de turno, rumor, ruido de urbe en definitiva. Como en Santiago, la vida moderna transcurre.

Llega el gran día. El encuentro con otros pájaros y aves raras. Nos esperan en San Juan en el Apart Hotel “Posada del sol”. Un montón de escritores latinoamericanos que vienen de países como México, Ecuador y Bolivia. Aquí comienza realmente el periplo, en un ómnibus hacia la provincia de Calingasta (al interior de San Juan). Calingasta, sonoro y bello topónimo para una -aún más- bella topografía. Esta es una ciudad y villa minera con menos de 2000 habitantes, emplazada en medio de un árido pero magnífico valle y por donde corre un río llamado Los Patos. Posee un Museo Arqueológico que ya se lo quisiera cualquier pueblo latinoamericano.

Cuarenta y cinco tertulios de diferentes lugares y naturalmente con distintas visiones de la realidad, diferentes visiones creativas del mundo. Me interesaba sobremanera observar esta convivencia, este abanico parlante que duraría, para mi asombro, siete días, desde el 23 al 30 de septiembre. “Entretejiendo desde el hacer de las palabras”, así denominado este encuentro,  palillos a crochet en mano, me dediqué a tejer, sí, pero no como la pasiva Penélope en espera de su Ulises u Odiseo, sino de manera activa, antenitas bien puestas, admirándome a cada rato, conociendo y confraternizando, y maravillándome nuevamente. Lo más divertido, entre miles de anécdotas: la ocasión cuando separaron a las chicas de los chicos en la habitación de los hoteles. Only women, only men, ja, fue entretenido volver a ser adolescentes. Lo mejor de todo: los niños, los niños y la gente de Calingasta, toda la gente que me tocó conocer en la zona de Barreal.

 “En todas partes se cuecen habas”, fue la primera expresión que se me vino a la cabeza luego de mi segunda noche de participación en el encuentro, pues la lluvia de egos, me dio lata constatarlo, no es propia sólo de un país. La lluvia de egos, el infaltable chanta y una que otra imbecilidad pertenecen a todas las naciones, a todos los seres humanos. Pero estoy exagerando -además que mi ánimo no es pelar-, en el encuentro del que hablo éstos eran los menos, se hacían notar como cualquier pavo real, es cierto, pero insisto, eran los menos, y claro, cómo no habría de haberlos, pues ésta era una comunidad de escritores, no de monjes tibetanos o hermanitas descalzas. Y el escritor, en cualquier parte del planeta, tiene el súper-yo del porte de un rascacielos. Iba a decir catedral, pero las catedrales son más pequeñas.

Contraste cultural, diferencia igualitaria, mixtura de idiolectos, discusión, igual se logró crear un lugar común, diverso y tolerante, un espacio soñado, donde hombres y mujeres (artesanos, obreros de la palabra), pudieron compartir rincones de inteligencia, conocimientos, experiencias, copas e intentos -muchas veces lúcidos- por despiojar el lenguaje, dar respuesta a este oficio inusual llamado literatura, ámbito de lenguaje donde convergen siempre las comunidades y, en particular, cada sujeto o individuo. Esto, en cuanto al intercambio entre los mismos escritores. Porque lo más hermoso fue la literatura en la calle, la conversación, el intento de resurrección de la mayéutica socrática, aquél famoso “parto del conocimiento” en que consiste el diálogo cuando es prístino, directo y llano, visitando escuelas de provincia, interactuando directamente con niños y niñas, con sus profesores y con sus familias.

Resultaba interesante vislumbrar cómo esta reunión, lejos de cualquier megalópolis, ayudaría a la concreción del objetivo fundamental del encuentro, que era “acercar a la comunidad con su identidad local”. Tema bastante amplio como puede sospecharse, pues las identidades se conforman desde lo micro a lo macro, desde lo particular a lo social y desde lo emotivo hasta lo epistemológico. ¿Habremos podido acercar personas y comunidades, integrar a los niños en las escuelas de frontera con su propia identidad cultural e importancia? ¿Sirvió la literatura para crear un ámbito de reflexión creativa y como herramienta liberadora? ¿Lo habremos logrado? Pienso que en muchos aspectos sí se logró.

Por último, habría que señalar la importancia que significa siempre este tipo de encuentros, los que sirven para constatar la diversidad de registros creativos que se da en los autores de nuestro continente, la difusión cultural que significa para cada país, las lecturas varias que se realizan, así como el intercambio de experiencias y libros. Además de la oportunidad, como fue en mi caso particular, de vislumbrar cómo sería la colisión entre un cochabambino y un porteño del Gran Buenos Aires por ejemplo, o el chispazo producido entre un Valdiviano con alguien del Distrito Federal de México o Lima. Y aunque mullida y no hubo heridos, la colisión fue luminosa y magnífica, como en todo gran choque cultural.

Desde Santiago de Chile, y ahorita mismo, como diría una amiga mexicana, destapo una botella de vino y brindo por la Provincia de San Juan, por toda la zona de Barreal, por los ojos de los niños y niñas de Calingasta, por su gente y por la emoción imborrable que dejaron en mi corazón.

¡Salud!

10 de octubre de 2006, desde Santiago de Chile.

 

 

 

 

Jorge Leónidas 'Chiquito' Escudero en Tulancingo cultural

 

I I Encuentro Comunitario Internacional de Escritores

San Juan, Argentina

Crónica de la chilena Daniela Gutiérrez Burgos

A paso de hombre

por el chileno

Rodrigo Landaeta

 
El Encuentro
 
 
 
De la poesía de
 
Chile:
 
Dinko Pavlov
 

la venezolana Sabine Barrios

 

Rodrigo Landaeta

 
 
de Argentina:
 

Gabriela Robledo

 
Roberto Goijman
 
Ana Cuevas
 

Hugo Barbero

 
Darío Lobato
 
 
Florituras,
(cadáver exquisito)
 
Reminiscencias de  Calingasta y El Grupo Lloveras
 
 
 

 

CONVOCATORIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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